Estuvieron con él Los Papines de Cuba,
en la disco La Boom
Compay sacó juventud de su pasado para dar concierto
de hora y media
Sus compañeros músicos se han convertido
en sus bastones, pero aún se mantiene erguido
"¡Eres primero, no segundo!", gritaron al isleño,
quien se fue secándose las lágrimas
ARTURO CRUZ BARCENAS
La noche-madrugada del pasado sábado-domingo, Compay
Se- gundo, considerado "la revelación de la música tradicional
cubana para el mundo", triunfó en la disco La Boom, donde
por lo regular se escuchan punchis-punchis. De pie, el público
que medio llenó el negocio, ubicado en las cercanías del
Toreo de Cuatro Caminos, recibió al músico, le aplaudió
y le gritó: ¡"Qué grande eres, Compay!"; él
llegó vestido con un traje blanco, sombrero y sonrisa ídem.
-¿Cuántos años dicen que tengo, haber?
-preguntó.
-Noventa y cinco -respondió con exactitud una dama.
Llegó al escenario a paso de Chan chan,
uno de sus máximos éxitos; es decir, lento, el andar cansino.
Sus compañeros músicos se han convertido en sus bastones,
los puntos de apoyo del esqueleto que aún se mantiene vertical.
Leyenda en la música cubana
Sus amigos lo condujeron al centro del escenario y un
rayo de luz iluminó su negro rostro. Tomó asiento y anunció
que tocaría un danzón, pues él, cuando llegó
por primera vez a México, escuchó ese ritmo en las calles
y sitios de postín y barriada. Corrían los días de
1938. Desde entonces ha estado ligado a México, y éste a
él, que es leyenda, tradición y modernidad de la música
cubana: del son al cha cha chá, del son al bolero, del son al afro,
del son al mariachi, del son al son.
Una hora antes se escucharon los sonidos primitivos, originales,
del quinteto Los Papines de Cuba. Sus tambores acompañaron a Compay
en su reciente gira por Europa y gustaron en Amsterdam. Del do al do en
un viaje por el pentagrama. Los tumb-tumb seguidos de palmadas.
Las manos, el primer instrumento musical.
Los Papines fueron del sonido elemental al guaguancó.
Interpretaron una versión de Quítame a ese hombre,
que primero fue balada y ahora suena en lo grupero en la voz de Pilar Montenegro.
Pero con los cubanos el ritmo es otro. Las tubas hicieron al público
responder con las palmas, en un diálogo sonoro.
Interpretaron Oye cómo va, en homenaje al
Rey del ritmo, Tito Puente. Las primeras parejas en la pista bailaron
el tema que envuelve con su ritmo, difundido en el mundo por Carlos Santana.
Dejaron el ambiente caliente.
Compay
recordó que a su llegada a México estaban en boga Agustín
Lara, Pedro Vargas, Toña La Negra, Cantinflas. Tras el breviario
comienza a escucharse Las flores de la vida, canto a "lo lindo que
es el amor"; luego El camisón de Pepa, en el que el personaje
femenino es descrito como una belleza cuando camina en la playa.
-Seguimos en México, ¿eh?, -comentó
Compay.
Y para refrendar lo dicho procede a deleitar los oídos
con una versión guapachosa de La malagueña.
-Miren de lo que son capaces con su música -expuso
con orgullo de conocedor de las posibilidades de una canción.
-Ahora, del disco Buena vista social club, Amor de
loca juventud, que es otra sorpresita de esta noche.
-¡Hay Compay para rato! - gritaba, revitalizado,
el hombre, quien ofreció días antes exitosos conciertos en
Monterrey y Guadalajara.
Y sigue con La negra Tomasa. Para esa hora la pista
de baile está llena y los cuerpos se mueven sinuosamente.
En las barras de La Boom, jovencitas bailan solas y beben
cerveza. Compay da un consejo para quien quiera tomarlo en cuenta: "No
hagas el amor borracho, porque la culpa la pagan los pequeños muchachos".
Sin decir agua va, comienza el himno de Compay: Chan
chan. Los clarinetes primero, segundo y bajo, las claves, los bongós,
el bajo, las guitarras y maracas en armonía, sincronía y
sabor, con olor a nostalgia, al trópico, al mar, al sudor escurriendo
en cuerpos con los poros abiertos.
Brota el sonido de su armónico, que él ha
señalado que es mejor que el de una guitarra, por sus posibilidades
musicales. Puntea las cuerdas y baila, en su asiento, imaginando a la compañera
en una pista de baile, o en algún lugar de vbaradero, en las playas
isleñas. Ha dicho que es mejor bailar pegaditos, sentir a la pareja,
"no como sucede ahora, cada quien baila separado, sin tocarse y sin olerse".
Es un enamorado de la vida, de ellas. En el hotel donde se hospeda, de
vez en vez bromea con las meseras y otras bellas.
Es Francisco Repilado, Compay para los cuates. ¡A
bailar se ha dicho! Se oye un son afro, con tambores batá y chéquere,
maraca y bongós. Sabrosura cadenciosa, como de pleamar. Son los
pasos de Compay por el mundo, quien saca fuerza, juventud de su pasado.
Guantanamera será la última. El público
quería más. "¡Viva Compay primero!", quien se va, secándose
las lágrimas con su pañuelo blanco, emocionado, al igual
que los asistentes. Se va como llegó: apoyado por los bastones,
por los esqueletos de sus amigos. El paso lento, a ritmo de Chan chan.