Bálsamo de éter permanece
abierta hasta el 14 de enero en el Faro de Oriente
Con su pintura, Nathalie Regard hace de lo hostil algo
maravilloso
''Las fábricas, especie de metáforas de
la vida moderna: en Europa son sinónimo de progreso; en América
Latina, signo de explotación'', comenta la creadora de origen español
ANGEL VARGAS
La historia de Nathalie Regard, a sus 33 años,
está marcada por dos dictaduras, el desarraigo, la trashumancia
y la pintura monumental.
Hija de padres franceses, nació en Madrid, durante
el franquismo. Ya niña, viajó con su familia al Chile de
Pinochet, donde creció, se hizo arquitecta y posteriormente artista
plástica.
Según cuenta, la solidaridad era el medio de resistencia
y subsistencia para los creadores en el país andino, pero el regreso
a la democracia cambió las actitudes y desde entonces la mayoría
sólo vela por sus intereses particulares.
Fue así, considerándose una "exiliada cultural",
que hace casi una década llegó a México por vez primera,
en busca de una identidad, pues, por lo accidentado de su vida, ha carecido
siempre de patria.
Aquí fue seducida por el color y los contrastes,
así como por las fuertes raigambres históricas y los márgenes
de libertad. Y, desde que concluyó sus estudios de Bellas Artes
en El Nigromante, en San Miguel de Allende, alterna su vida entre México
y Francia.
A primera instancia, la labor artística de Nathalie
Regard parece ajena a su devenir biográfico. Sin embargo, la pintura
industrial, como ella denomina a su trabajo, le ha permitido conquistar
los espacios físico, intelectual y emocional de los que antes careció.
Al mismo tiempo, dice, ha sido su voz de resistencia y
de libertad, la forma de manifestarse contra la pretensión imperialista
de imponer a escala global un patrón único de cultura y conducta.
"Existe un afán de reducir el pensamiento humano
a sólo dos conceptos contrapuestos, sean el bien y el mal, la luz
y la oscuridad, el amor y el odio, la cordura y la demencia. Las opciones
resultan incómodas cuando se trata de someter a alguien", precisa.
La pintura industrial de la credora chileno-francesa,
de la cual se presenta con el título Bálsamo de éter
una muestra en el Faro de Oriente (calzada Ignacio Zaragoza s/n, Fuentes
de Zaragoza) hasta el 14 de enero, toma como base imágenes de fábricas
de México y Francia, en gran formato:
''Las fábricas son una especie de metáforas
de la vida moderna. Son un símbolo estandarizado en el mundo, un
factor de identidad cultural. Aunque su significado cambia de acuerdo con
las zonas donde se encuentran, pues mientras en Europa son vistas como
sinónimo de progreso, el sine qua non de la sociedad moderna,
en América Latina representan la explotación, pero al mismo
tiempo el único medio de subsistencia para una gran mayoría".
Sea por su desolación o por su monumentabilidad,
Nathalie encuentra en las naves industriales gran semejanza con las antiguas
edificaciones religiosas; incluso asume que en las naves fabriles existe
cierto grado de intimidad y espiritualidad.
"Me interesé en reproducir espacios industriales,
porque me parece que hay una similitud con las catedrales clásicas
europeas. La luz típica de esos lugares me remite a una cierta espiritualidad
que quisiera evocar cuando cito estos espacios", abunda.
"Desde la visión arquitectónica, mi pintura
trata de recrear los ambientes, es decir, cómo la iluminación
de un edificio determina el estado que se vive en su interior. Esa es una
forma también de ejercer poder y una política, porque mediante
la luz y la sombra pueden representarse imágenes del bien y el mal
o de la verdad y la mentira. Por ello es que el ser humano, en el transcurso
de la historia, se ha dedicado a construir con mucha devoción edificaciones
tan monumentales como las iglesias y las fábricas. Claro que la
devoción era antes hacia Dios y ahora es hacia la producción".
Utilizar el gran formato o incluso el mural supone un
acto de resistencia y rebeldía para la pintora, primero, porque
de esa manera, como de metáfora, se explaya en espacios de los que
antes careció; "es un grito, mi manera de expresarse". Y, segundo,
porque el espacio, como dimensión física, es un elemento
de poder, y como tal se lo apropia y lo ejerce.
La naturaleza de las obras de Nathalie son de corte realista,
al extremo de que, vistos a una distancia considerable, parecen fotografías.
Ya en la cercanía, se aprecia claramente la textura de la pintura
y las imágenes (definidas sobre todo por estructuras de apariencia
metálica) devienen formas y figuras abstractas.
-¿Cómo algo tan en primera instancia inanimado
y desolador como una nave industrial puede remitir a experiencias espirituales?
?No veo que haya tanta diferencia entre la materia y el
espíritu. En un contexto espiritual, justamente, la idea es de unión
y no de disección. Pienso que aun en una bolsa de carroña
puede estar Dios. La consciencia de ente espiritual se encuentra en el
observador más que en el asunto mismo ?señala la creadora,
quien concluye:
"La pintura, como el resto del arte, jamás debe
funcionar como apapacho al desprotegido. En eso radica la magia,
la alquimia de transformar algo incluso hostil en una situación
maravillosa.''