Magdalena Gómez
Personajes del año
Acostumbrados como estamos a practicar una ideología
en la cual la noción de poder está ligada a los espacios
oficiales y a las elites políticas, pocas veces reparamos en la
gente que hace trabajo cotidiano desde la sociedad y sus diversas organizaciones
sin aspirar a los reflectores porque sabe que cuando así sucede
se debe a que la golpearon. Obviamente estas personas tampoco son líderes
de partidos políticos, sin embargo, sus acciones tienen un sentido
profundo en la construcción del nuevo proyecto de nación
del que tanto se ufanan en el discurso algunos "personajes".
Sólo a manera de ejemplo diría -y con la
advertencia trillada de la imposibilidad de citarlos a todos y a todas-
que es justo poner la mirada en: Adelfo Regino y el trabajo que realiza
con su equipo de servicios del pueblo mixe; Aldo González y su incansable
defensa de los recursos naturales y autonomía desde Guelatao; Sofía
Robles, quien ha potenciado en su trabajo con mujeres indígenas
la herencia política que dejó su compañero y nuestro
amigo, Floriberto Díaz (ya fallecido); Joel Aquino, incansable en
la defensa de la autodeterminación comunitaria en Yalálag;
Francisco López Bárcenas, empeñado en fortalecer su
formación profesional a la vez que acompaña a los comuneros
de Yosotato; Abel Barrera, quien desde Tlapa, Guerrero, y su equipo de
Tlachinollah, camina junto con las comunidades en la lucha por sus derechos
y respalda, como muchos y muchas, a la policía comunitaria; María
de Jesús Patricio, que ocupa desde Tuxpan, Jalisco, sus saberes
en medicina tradicional para fortalecer su defensa y la de la autonomía;
Ricardo Robles, que ya perdió la distinción entre su propia
vida y la de los rarámuris al compartir con ellos esa lucha callada
y persistente por seguir siendo pueblo y practicar con el ejemplo la ética
de resultados, su especial manera de juzgar a la gente y a los políticos
no por lo que dicen, sino por el impacto de sus hechos.
No podían faltar en esta enumeración: don
Pedro de Haro, maracame wirrárika que en sus sueños ve a
los políticos como insensibles y a quienes apoyan a los indígenas
como seres destinados a repetir y repetir su palabra para que no se olvide;
Raúl Alvarez Garín, Salvador Martínez El Pino,
Jesús Martín del Campo, entre otros, que a nombre de muchos
mantienen la lucha por la justicia con el castigo a los responsables del
genocidio practicado en 1968. Miguel Concha y Edgar Cortés, quienes
forman parte de la red de organismos de derechos humanos; los líderes
del Sindicato Mexicano de Electricistas, los de Salvador Atenco y del Campo
no Aguanta Más, entre tantos otros desconocidos para la gran mayoría
de los medios de comunicación.
De manera destacada nos corresponde evocar a la organización
Las Abejas y a sus líderes Vicente Jiménez Santiz, Agustín
Guzmán López, Pablo Vásquez Ruiz, Agustín Santiz
Santiz y Porfirio Arias Hernández de San Pedro Chenalhó,
Chiapas, sobrevivientes de Acteal, quienes mantienen su lucha contra la
impunidad y a cinco años de la ominosa masacre afirman:
"Nosotros como organización y víctimas de
esa masacre decimos que la justicia aún está a la mitad;
aunque se han ratificado las sentencias de unos, otros grupos del grupo
victimador obtuvieron su libertad hace cerca ya de un año y que
ellos son los verdaderos responsables y dirigentes de esta masacre; también
falta ejecutar las órdenes de aprehensión a 27 de los implicados
que todavía siguen libres y sin miras de que se les abra un proceso
penal. Tampoco se han abierto procesos penales en contra de funcionarios
y de los autores intelectuales de la masacre, como el ex gobernador Julio
César Ruiz Ferro y el ex presidente Ernesto Zedillo Ponce de León;
para las grandes cabezas no ha habido su castigo".
Si nos acercamos a cada uno de nuestros personajes y a
sus procesos, vamos a encontrar que desde diferentes trincheras muestran
un concepto ético de la justicia, ajeno a componendas o a intereses
mezquinos. Con sus causas desnudan al Estado mexicano en su intento eterno
de dar gato por liebre en materia de derechos humanos y ratificar una corte
penal internacional sin hacerlo realmente, insinuar prescripciones tratándose
de delitos de lesa humanidad, encubrir a los verdaderos responsables de
los mismos o hacer como sí ya se hubieran reconocido los derechos
pactados en los acuerdos de San Andrés.
Estos personajes y los muchos otros y otras no citados
están dando certeza a la idea de que otra nación es posible.