La otrora zona residencial lucha por no caerse a pedazos, y con ella, parte de la historia
La Roma, colonia que se niega a morir
Será presentada en cumbre de la UNESCO como ejemplo arquitectónico del siglo XX
BERTHA TERESA RAMIREZ
La colonia Roma, huérfana del porfiriato, con 100 años de edad a cuestas, un costado cercenado por la modernidad (para construir la glorieta de Insurgentes) y a pesar de haber sufrido la diáspora de muchos de sus habitantes tras los sismos de 1985, se niega a morir.
Muchas de sus residencias señoriales, de estilo art nouveau, ecléctico y art déco, así como sus afrancesadas calles de principios del siglo pasado, aún sobreviven; algunas convertidas en vecindades, otras en oficinas, establecimientos mercantiles, condominios, escuelas y restaurantes.
Pero, sobre todo, vive porque entre sus calles y viejas casonas aún se respira un ambiente de bohemia y late el recuerdo de su época de mayor esplendor, cuando la habitaron distinguidas personalidades: poetas, como Ramón López Velarde; narradores, como Jorge Ibargüengoitia y Fernando Benítez, por mencionar sólo algunos; artistas, como el arquitecto italiano Adamo Boari, creador del Palacio de Bellas Artes; toreros, como Luis Freg, o políticos y presidentes de la República, como Pascual Ortiz Rubio, José López Portillo y Miguel de la Madrid, así como muchos otros personajes que de una o de otra manera destacaron en diversas épocas de la historia de México durante el siglo XX.
Por ello, no resulta extraño que algunos de sus más antiguos habitantes mantengan en sus recuerdos imágenes como la de la señora Sara Pérez, esposa del presidente Francisco I. Madero, paseando por el parque que hoy conocemos como la plaza Río de Janeiro.
O como el mitin que distinguidas señoras realizaron afuera de la parroquia de la Sagrada Familia -en las calles de Puebla y Orizaba- para oponerse al cierre de los templos católicos durante la época de la prohibición decretada por Plutarco Elías Calles.
Residentes como la maestra Dolores Barajas, de 85 años de edad, afirman que lo único que sostiene a esta colonia es el peso de su historia. Es que aquí, sostiene doña Dolores, "la historia tejió paradojas, como la de la madre Conchita -vinculada con el asesinato de Alvaro Obregón-, quien tras regresar de las Islas Marías llegó a vivir justamente en la casa que se encontraba ubicada a lado de la del Presidente victimado".
No muy lejos de ahí, el padre Alfonso Arresti Liguori cuenta, con cierto orgullo, que en el templo de Santa María de la Natividad, en el pueblo de Romita, se casó una de las nietas del emperador Moctezuma, luego de la conquista de México.
Y en una de sus zonas más populares, el ex boxeador Epifanio Pifas Leyva, quien desde hace 30 años atiende la pulquería La hija de los apaches (en la avenida Cuauhtémoc), relata, a manera de leyenda y frente a tres tarros de curado de apio, que Luis Buñuel llegó a visitar el lugar durante la filmación de Los olvidados.
Rinconcito Europeo
A lo largo de sus 100 años de vida, la colonia Roma ha tenido diversas transformaciones que cambiaron su destino, comenta el arquitecto Edgar Tabares López, jefe de la Dirección del Patrimonio Mundial del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien se pregunta, Ƒdónde quedó aquella colonia, considerada como un "rinconcito europeo", de "paisaje único", con sus calles limpias y casi desiertas de sus primeras décadas de vida? ƑQué fue de las familias distinguidas que le imprimían su sello aristocrático? Esa colonia, se responde, desapareció. A un siglo de su fundación ha sufrido degradantes transformaciones de índole social, urbana y arquitectónica.
Una de las más dramáticas se dio a mediados de los años 40, cuando dejó de ser considerada zona residencial, título que cedió a las colonias Polanco, Anzures y Lomas de Chapultepec. Así, "en pleno auge económico, industrial y social del país, la colonia se fue poblando de una clase media proveniente en buena parte de la región sureste de México, dispuesta a trabajar en fábricas, oficinas y comercios, y a alojar estudiantes pensionados en las numerosas recámaras de las antiguas casas de principios de siglo".
Para los años 60, la Roma se definía como una zona predominantemente comercial, escolar y de oficinas con elevado flujo poblacional y vehicular, ruido y aglomeraciones, indica Edgar Tabares.
Los terremotos de septiembre de 1985 aceleraron el proceso de migración y pusieron al descubierto que gran número de inmuebles de la época porfiriana estaban habilitados como vecindades, y "que familias enteras hacían de una sola habitación toda una casa".
A pesar de todos los cambios que ha sufrido, "todavía existen mil 100 inmuebles de interés histórico, artístico y cultural, construidos durante el periodo que va de 1903 a 1939, que resisten las agresiones del tiempo, el abandono y el acoso del comercio inmobiliario", señala el especialista.
Tabares López, autor del libro La colonia Roma (editorial Clío), dice que es apremiante la necesidad de que colonos, ex residentes y ciudadanos en general luchen para que los inmuebles que quedan sean declarados monumentos artísticos.
Agrega que en la colonia existen algunas zonas que se han logrado mantener en su estado original, que es necesario que sean protegidas mediante un decreto para impedir que se altere su arquitectura o lleguen a ser demolidas.
Menciona que durante su participación en la próxima reunión continental de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en la que se definirán los criterios a seguir para clasificar el patrimonio artístico de los siglos XIX y XX, presentará a la colonia Roma como ejemplo para clasificar el siglo en materia urbana y arquitectónica.
Tabares López hace un llamado al empresario Carlos Slim para que invierta en la restauración de algunos inmuebles que se encuentran seriamente afectados y que podrían ser demolidos, como los que se encuentran en la esquina de Mérida y Guanajuato, así como los ubicados en otros cinco puntos de la colonia.
Doña Dolores
Antes de hacernos pasar a la sala de su casa, donde resaltan los retratos familiares de principios del siglo XX, la maestra Dolores Barajas advierte: "aquí todo es viejo, empezando por mí".
Con la autoridad que le dan sus 85 años de vivir en la zona, afirma que pocas personas pueden decir que han vivido en esta colonia durante tantos años. "Hace medio siglo la mayoría de quienes la poblaron originalmente dejaron sus casas, algunas corrieron con suerte y cayeron en buenas manos, otras terminaron convertidas en tristes vecindades".
Qué lejanos han quedado aquellos tiempos "cuando las casonas, los parques, los camellones y las fuentes lucían esplendorosos. Todavía recuerdo las tardes de toros, cuando mis hermanos y yo nos contentábamos con salir al balcón para ver pasar a la gente elegante cuando se dirigía por la calle de Valladolid a la antigua plaza de toros. Hubo grandes toreros en ese tiempo, pero cuando se juntaban Lorenzo Garza y Fermín Espinoza, Armillita, era la locura".
Recuerda que la calle de Valladolid nunca fue de las más bonitas; siempre fue un lugar de mucha algarabía y restaurantes famosos, uno de ellos fue El Retiro, famoso en tiempos de la Revolución, pero sobre esta vialidad se asentaban muchas casas estilo art déco, "hoy no se puede pasar de tantos negocios de quesadillas y tantos vehículos que circulan por ahí", lamenta la profesora.
Doña Dolores relata que la colonia era muy tranquila, "hasta los presidentes caminaban por aquí sin guardaespaldas, en una ocasión mi hermana y yo vimos al presidente Adolfo Ruiz Cortines caminar solo sobre las calles de Cacahuamilpa y Yucatán; no había entonces nada qué temer, era un México pacífico", dice.
Será difícil levantar la colonia, pues muchas personas ya no quieren vivir en el lugar; de hecho, la maestra considera que cuando muera, "que no ha de faltar mucho, mis sobrinos ya no querrán vivir aquí".
Su sobrino Juan Guillermo Barajas, quien está presente durante la entrevista, no lo niega. Indica que la casa fue construida para una familia grande y en la actualidad no es funcional.
Además, agrega, hace dos años "tuve que ir a la Tesorería del DF a que le cambiaran el predio, porque la casa estaba catalogada como zona residencial y había que pagar por ese derecho lo mismo que por una casa en Las Lomas. Con esas cantidades es imposible sostener una casa que está en las últimas", comenta.
Casi para concluir, la profesora agregó que la colonia Roma terminará en leyenda. A este paso "lo más seguro es que le toque el mismo destino que a la colonia Guerrero, que en tiempos de don Porfirio Díaz era la más aristocrática de la época, pero ahora es un barrio infeliz", concluyó.