MAR DE HISTORIAS
Regalo de Reyes
CRISTINA PACHECO
La casa se limita a un cuarto. Sirve de recámara, cocina y lavadero. En las paredes, donde se tiende un laberinto de cables, hay ropa colgada, carteles de artistas y dos fotografías enmarcadas: una corresponde al sábado en que se casaron Eduardo y Gloria; la otra al domingo en que su hijo Marcial recibió la Confirmación en La Villa.
El niño tiene ya siete años. Inclinado sobre la mesa de pino se esfuerza por escribir su carta para los Santos Reyes. En el ángulo donde Eduardo improvisó un fregadero, Gloria se empeña en devolverle el brillo a una cacerola. Suspende su actividad y sonriente se vuelve hacia su hijo:
-A ver, chaparrito, léeme lo que estás escribiendo.
El niño la mira azorado:
-Apenas voy en queridos.
Con las manos enguantadas de espuma, Gloria se acerca a la mesa para ver lo que su hijo escribió:
-Queridos se escribe con cu no con ce -Gloria descarga un golpecito en el hombro de Marcial-. šBurro! ƑQué no te lo enseñó tu maestra?
Marcial hunde la cabeza y emite una risita que deja al descubierto su dentadura chimuela:
-Pues sí, pero ya se me olvidó.
-ƑY cómo no se te olvida pedirles juguetes a los Santos Reyes? Para eso sí estás bien listo, Ƒverdad?
El niño no sabe qué contestar y de nuevo se inclina sobre su cuaderno. Gloria retorna al fregadero. Desde allí sigue estimulando a su hijo:
-Andale, apúrate a escribir, porque si no, para cuando termines la cartas los Reyes ya se habrán ido.
-ƑAdónde?
-Al cielo, adónde más -responde Gloria convencida. Abre la llave del agua y mira la espuma disolverse en sus manos-. Cuando era chica siempre les pedía a los Santos Reyes que me trajeran una muñeca de cartón. Soñaba con que tuviera un vestido floreado, aretitos y mi nombre en el pecho: Gloria.
-ƑY te la trajeron?
-No. -Gloria suspira-. Nunca.
-ƑNo les puedes escribir ahora?
-Uh, no: ya estoy grande. Los Santos Reyes nada más leen las cartas de los niños.
-ƑY por qué cuando eras niña no te hicieron caso? -Marcial se levanta y habla en tono de complicidad -. ƑTe portabas mal?
-Ni para eso tenía tiempo. Imagínate: mi mamacita nos levantaba a las cuatro de la mañana para que fuéramos con ella al molino. Después, mientras hacía las tortillas para vender, mi hermana Esperanza y yo cocinábamos. -Gloria sonríe con los ojos húmedos-. Yo era tan chaparrita que para alcanzar la estufa necesitaba subirme en una silla. Con tantas obligaciones, casi nunca tuve tiempo de escribirles a los Reyes, así que me quedé con ganas de mi muñeca. Hasta la fecha se me antoja.
-Pues cómprala.
-No, hijo: ya no sería igual. Lo bonito es la ilusión. -Gloria se queda callada y al fin destierra sus recuerdos-. Tú que puedes, aprovecha. Andale: escribe tu carta.
Marcial obedece con desgano. Se inclina sobre el cuaderno y lee en voz baja, sin concentrarse:
-Queridos Santos Reyes: quiero... -se lleva el lápiz a la frente-. Mamá: Ƒpor qué mejor no escribes tú mi carta?
-No !qué chiste! -Gloria escucha los ladridos de su perro-. ƑOyes al Punky? Nos está avisando que ahí viene tu papá.
En cuanto aparece Eduardo, Marcial corre al lado de su madre y se aferra a sus piernas. El hombre saluda mientras cuelga en un clavo su bolsa de herramientas:
-No hubo nada de chamba, por eso mejor me regresé. -Sonriente, mira a su mujer y al niño-. ƑQué hacen?
-Pos aquí tu hijo que les está escribiendo a los Santos Reyes-. Con disimulo, le guiña el ojo a su marido: -ƑCrees que le vayan a traer algo?
-Según lo que les esté pidiendo-. Eduardo se acerca a la mesa y mira el cuaderno de Marcial: -Aún no dice nada.
-ƑPor qué no lo ayudas con la carta mientras voy por las tortillas?- Gloria siente las manos de su hijo aferrarse con más fuerzas a su pierna y procura tranquilizarlo: -Sí, él lo hará con mucho gusto y además tiene mejor letra que yo.
Gloria toma la servilleta y el monedero. Se ordena el cabello y se encamina a la puerta. Se detiene y mira a su hijo. El niño levanta la mano en señal de despedida.
II
Eduardo toma el lápiz y se dispone a escribir el dictado de su hijo. Pero el niño sigue, indeciso y tímido, junto al fregadero.
-ƑA poco no sabes qué pedirles a los Santos Reyes?
-Pues sí, pero ya no -responde el niño con voz temblorosa.
-ƑY eso? No te entiendo. Acércate y explícame-. Marcial camina algunos pasos y luego se detiene. -A ver, te voy a ayudar: Ƒquieres un balón de futbol? ƑNo? ƑA poco el míster Esil?
La certeza de haber captado el interés de su padre le devuelve la confianza a Marcial:
-No. ƑTe digo qué quiere?- Ve asentir a su padre y se inclina junto a su oído: -ƑY no se lo dices a nadie?
-Va a ser un secreto entre tú, yo y los Santos Reyes-. Su sonrisa se borra cuando oye las palabras que su hijo le murmura.
-ƑQué dijiste? šRepítelo!
El niño obedece. Antes de pronunciar la última sílaba mira a su padre levantarse amenazante. Retrocede, pero no logra esquivar el golpe que lo derriba.
-ƑQué hice?- Marcial se levanta y se cubre la cara con los brazos. -ƑPor qué me pegas?
-La respuesta es brutal: una nueva andanada de golpes e insultos:
-Grandísimo desgraciado, infeliz-. Ciego de rabia, Eduardo toma a Marcial de los cabellos y le azota la cabeza contra la pared sin importarle los gemidos del niño: -Se lo diré a tu madre para que sepa la clase de hijo que tiene. Pero antes te voy a quitar lo maricón a patadas, Ƒoyes?, a patadas.
Aturdido, Marcial cae al suelo suplicante:
-Ya no... šMamá!
-Tu madre, tu madre es la culpable de todo porque siempre te tiene pegado a sus faldas. Pero eso šse acabó!- Eduardo arroja contra el niño todos los objetos a su alcance.
El estruendo excita al Punky y sus ladridos despiertan la curiosidad de los vecinos. Desde las ventanas y los quicios se preguntan qué sucede. La dueña de la miscelánea, al ver a Gloria doblar la esquina, sale a su encuentro:
-šApúrele! Creo que están matando a su hijo.
Gloria no pide explicaciones y corre a su casa. Al abrir la puerta y ver la escena de violencia se arroja sobre Eduardo:
-No le pegues así. ƑNo ves que es un niño?
-No, perdóname, es un maricón.
Gloria intenta amordazar con la mano a su esposo, pero él la rechaza con un golpe y sigue gritando:
-Estoy maldito, tengo un hijo maricón.
Gloria se hinca y protege con su brazo el cuerpo de Marcial:
-ƑPor qué le dices eso?
-Que lo explique él-. Eduardo lanza un puntapié contra su hijo: -Dícelo, infeliz, habla, quiero oírte para morirme de asco.
Los gemidos enturbian la última respuesta de Marcial:
-Les pedí a los Santos Reyes una muñeca de cartón.