Carlos Bonfil
ƑEspecies en extinción?
ƑTiene todavía algún sentido, en nuestro país, en épocas decembrinas, ser cinéfilo o crítico de cine? Contemplando la cartelera fílmica, desangelada y bovina, la respuesta sólo puede ser pesimista. Por espacio de casi dos meses, cada año se desecha, inhibe o retrasa arbitrariamente el estreno de toda película sin el atractivo comercial requerido. Se admiten únicamente temáticas inofensivas, las salidas simultáneas con Estados Unidos de Harry Potter o El señor de los anillos, y el acatamiento de la tradición navideña que cancela otras opciones de entretenimiento. El resultado: una cartelera alineada por entero al gusto estadunidense. Esto, por supuesto, no es nada nuevo. Lo que sorprende siempre, y de modo cada vez más evidente, es que las instituciones culturales encargadas de garantizar la difusión de cine de calidad también se limiten a ofrecer, durante dicho periodo, una programación rutinaria.
"Son meses muertos", se alega con desenfado. En realidad son meses que, en materia de buena programación, se dejan morir, por cálculo mercantil o por reflejo burocrático, por falta de imaginación o por desidia. Compárense, en cine, nuestra oferta cultural y la de otras carteleras, y será fácil descubrir los espacios que en otros países existen para programaciones alternativas: cineclubes, cines de repertorio, exigencias superiores en la propuesta de instituciones culturales. Aunque en México la situación aún no es catastrófica, los síntomas de degradación progresiva son ya evidentes. El problema radica fundamentalmente en un claro desdén hacia una cultura de la cinefilia. El cinéfilo mexicano semeja así una especie en extinción. De modo similar a la desaparición de los grandes viejos cines y su remplazo por cineplexes integrados a centros comerciales, el cinéfilo constituye ahora una rareza. Ha visto desaparecer los cineclubes donde podía encontrar todo el año una programación original, ajena a las concesiones, realmente alternativa. Lo que ve subsistir son pequeños foros de exhibición paralela, condenados a reciclar a muy corto plazo lo que mejor funciona en cartelera. Ha visto desaparecer las revistas especializadas (Dicine, Nitrato de plata, etcétera), y sólo le queda el análisis profesional de Estudios cinematográficos, publicada por el CUEC. El resto es consulta (guía, orientación, clasificación por estrellas, taquillómetros o meros soportes publicitarios).
El oficio de la crítica de cine está íntimamente ligado a esta suerte de la cinefilia. Sin lectores cinéfilos y sin secciones interesadas en la difusión cultural, el crítico se ve rápidamente remplazado por la consulta de datos y recomendaciones por Internet, de acceso más directo y mucho más variado.
Sin restar méritos a los esfuerzos de la Cineteca Nacional y de la Filmoteca de la UNAM, lo que urge en México es un empeño mayor, y más sostenido, para promover esta cultura de la cinefilia: liberarse, al fin, de las exigencias de rentabilidad que entorpecen cualquier propósito de difusión fílmica inteligente. Lo contrario es dejar el campo abierto a la mercadotecnia, promoverle sus productos y contribuir a la degradación del gusto de los espectadores. Sin esta cultura cinéfila es fácil explicarse el fracaso de algunas cintas independientes y el éxito paralelo de Amarte duele, por ejemplo. Es fácil prever también -pese a una impresión actual de bonanza- la preferencia del público por el video y el DVD, comercial o pirata, con mayor variedad en calidad y en entretenimiento. Recórrase tan sólo, en una tienda Mix Up, la sección "cine de calidad" en DVD, y compárese con las propuestas a nuestro alcance en la pantalla grande.
ƑPor qué no se rescataría parte de este material -inaccesible para muchos por su precio, accesible para muchos más por su opción de subtitulaje-, y se programa en la Cineteca o en los circuitos universitarios? Reactivar una cultura de la cinefilia bien podría ser un buen propósito de Año Nuevo, novedoso y atractivo para un buen número de espectadores, benéfico tambien para por sus propios promotores.