Sergio Cabrera Morales
Horizonte de la seguridad social
La falta de responsabilidad y voluntad política del foxismo, en el contexto de recesión mundial y en particular del principal socio comercial, Estados Unidos, para impulsar mecanismos de crecimiento económico, así como el constante uso de la política monetaria contraccionista, tienen ya resultados a la vista: un crecimiento de 0.4 por ciento en el primer bienio de gobierno y una reducción de 1.5 por ciento del producto interno bruto (PIB) per cápita. Y condiciones extremadamente difíciles para el futuro inmediato.
La política económica del gobierno del cambio hubiera resistido mejor las dificultades, y quizá hubiera podido reducir la trayectoria recesiva, si hubiera propiciado condiciones menos adversas a los millones de trabajadores mexicanos y a los micro, pequeño y medianos empresarios del campo y la industria, reduciendo el deterioro de la economía popular y nacional, y contrarrestando los efectos nocivos que se han producido sobre el mercado interno.
En este devastador horizonte económico es donde se debe situar el estado en que se encuentra la política social, en particular la seguridad social y el sector salud, y con especial atención el IMSS y el ISSSTE. Desde la llegada a la Presidencia de Carlos Salinas hasta hoy, ambos institutos han sido sitiados desde la asignación del presupuesto, generando serios problemas financieros que se manifiestan en su descomposición. Según las autoridades del IMSS, 65 por ciento de las clínicas familiares se encuentran en malas condiciones, apenas se tiene una cobertura de menos de una cama y 0.4 consultorios por cada mil derechohabientes. No obstante, el volumen para inversiones del instituto en 2002 alcanzó sólo 900 millones de pesos (mdp) aproximadamente, cuando en la década anterior, en promedio, este rubro alcanzó 4 mil 500 mdp, que a pesar de todo eran insuficientes para la magnitud de las necesidades que debe enfrentar el instituto. Esta situación se hace más crítica debido al incremento de la demanda de atención tanto por el crecimiento del número de personas como por el aumento, cuantitativo y cualitativo, de la demanda por derechohabiente. Los retos que enfrenta el estado de salud de los derechohabientes necesitaría una oferta inmediata de más camas y consultorios, medicinas y personal, etcétera.
Por otro lado, la reducción de los salarios como la fuerte restricción que enfrenta el empleo no sólo ha tenido efecto directo sobre el poder adquisitivo de los trabajadores en general, sino que además indirectamente ha disminuido el nivel de las cotizaciones, tanto al IMSS como al ISSSTE. Esta política ha sido de tal magnitud que en los pasados 20 años, por ejemplo, los ingresos del IMSS se han reducido casi 70 por ciento. Sin embargo, existen otros elementos nocivos, como la ineficiente estructura administrativa y burocrática que además de costosa genera un círculo vicioso. Por lo que no podría decirse que son los costos fundamentalmente laborales los que hayan generado ese estado de postración del instituto, ya que los salarios en el IMSS, y en general en las dependencias públicas de atención a la salud y de la seguridad social, son de los más bajos comparativamente a instituciones privadas de salud.
Otro elemento para medir la magnitud de la crisis por la que atraviesa la atención en el IMSS es el casi nulo número de plazas nuevas, que ascendió durante la década pasada en sólo 0.8 por ciento, mientras la incorporación de derechohabientes se ha redoblado.
Otros aspectos nefastos que también enfrenta el IMSS, son el pasivo laboral como patrón y los pasivos contingentes de los ramos de aseguramiento en su calidad de entidad aseguradora. A ello se deben sumar los aspectos de la dinámica demográfica y epidemiológica en un contexto de restricción de recursos. También ha impactado negativamente al IMSS que los empresarios han eludido la contribución de sus cuotas, sobre todo de los trabajadores cuyo ingreso es de tres salarios y menos.
Estas demandas, dado el contexto, han superado el parque de atención a la salud hasta la saturación, colapsado el suministro de material y equipo, e impedido la atención adecuada por la obsolescencia y rezago tecnológico; asimismo han producido cuellos de botella en la atención e imposibilitado un relevo generacional adecuado del personal ocupado.
Pero Vicente Fox ha señalado que el IMSS goza de cabal salud porque da cobertura a cerca de 57 millones de mexicanos, y porque ya es autónomo y cuenta con un régimen presupuestario propio que lo hace más ágil. Todo ello, según Fox, mantendrá su indiscutible carácter público, tripartita y solidario. Sin duda esta afirmación resulta una patraña y una trampa a la vez, porque sin los recursos necesarios se ahorcará financieramente a dicho instituto. Aunque el discurso gubernamental niegue la posibilidad de privatizar o concesionar los servicios de salud y seguridad social, éstos son candidatos a ser víctimas de las llamadas reformas de segunda generación, privatización de las obligaciones del Estado para con los ciudadanos. Por lo que sin una política integral que promueva un proceso de crecimiento y desarrollo económico con distribución del ingreso, pasando por una política laboral y salarial de retribución justa al trabajo, hasta aspectos de bienestar social y compartido, no será posible revertir las críticas condiciones en que se encuentran las instituciones de salud y de seguridad social.