Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 1 de febrero de 2003
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Política
EL CAMPO ANTE EL TLCAN

Una treintena de organizaciones campesinas participaron en la megamarcha

Más de 100 mil personas exigen en el Zócalo revisar el tratado

"Somos pueblos nacidos del maíz, sobrevivientes que nos negamos a desaparecer", expresan

Con esta movilización comienza el verdadero cambio que necesita el país: Ramírez Cuéllar

MATILDE PEREZ Y ANGELICA ENCISO

"Somos pueblos nacidos del maíz, sobrevivientes que nos negamos a desaparecer; del campo no nos vamos y por eso estamos aquí." De esta forma se hicieron escuchar más de 100 mil personas en la mayor movilización campesina de la que se tiene memoria desde el gobierno del general Lázaro Cárdenas del Río, sólo que ahora llegaron a la ciudad de México no en demanda de tierra, sino para exigir la revisión del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), así como una nueva relación del Estado con ellos.

Y es que 65 años después de que el Estado comenzó el reparto agrario, ahora los campesinos no pueden seguir su actividad por el desmantelamiento de programas y de infraestructura, la falta de compromiso de banqueros e iniciativa privada para invertir y la apertura comercial indiscriminada.

"Pedimos disculpas a los habitantes de esta capital, vale más un día de marcha con 100 mil campesinos que toda una vida de 500 mil migrantes expulsados por los gobiernos de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox", dijeron El campo no aguanta más, El Barzón y el Congreso Agrario Permanente (CAP) durante la concentración en el Angel de la Independencia y después en el Zócalo capitalino.

Desde temprano campesinos de todos los estados se concentraron en el Monumento a la Revolución y en el Angel de la Independencia, donde improvisaron campamentos para calentar tortillas, cantar corridos, vender frijol y café, para hacer sentir en la ciudad que ya habían llegado.

Con huaraches, sombreros y cachuchas, trajes de manta, huipiles y rebozos vistieron el Paseo de la Reforma y la Zona Rosa. Calladamente caminaron por las calles y de la misma forma lo hicieron durante la marcha, en la que la figura de Zapata no faltó. Y es que la globalización, con los tratados comerciales, no ha llevado el progreso prometido a los campesinos desde hace casi un siglo.

El enojo se expresó en las mantas y carteles: "Mátenlos en caliente (Porfirio Díaz). Emígrenlos en caliente (Zedillo)", "Salvemos al campo, salvemos a México". Con esas consignas, los enormes contingentes de una treintena de organizaciones nacionales y regionales llamaron la atención de los capitalinos, quienes a lo largo del recorrido les aplaudieron y alentaron a continuar su lucha por preservar su actividad.

Habían previsto salir del Angel, pero el gran número de participantes los obligó a recorrerse hasta llegar a la glorieta de Colón, donde formalmente iniciaron la marcha a las 17 horas.

También por primera vez, la priísta Confederación Nacional Campesina se atrevió a participar con las organizaciones independientes en una protesta contra las políticas gubernamentales. Aunque no hizo a un lado su costumbre del agandalle, y su contingente de casi mil 500 personas, y de cuatro caballos, se introdujo entre los grupos de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC) y de la Central Unica de Trabajadores (CUT), cuando los organizadores les habían pedido que se fueran a la retaguardia de los grupos campesinos.

"Vicente, escucha, estamos en la lucha", "Campo sí, tratado no", fueron las consignas cenecistas, que causaron los comentarios de "ahora sí se rebelaron, pero es que si no hay palo, estos no se levantan".

Expectativas rebasadas

La marcha rebasó las expectativas de los dirigentes. Sólo las 12 organizaciones de El campo no aguanta más juntaron 650 autobuses con unas 29 mil personas. A éstas se sumaron los contingentes de ocho agrupaciones integrantes del CAP, El Barzón y diversas organizaciones regionales de cafetaleros, productores de frijol, cañeros, de cacao y de mujeres organizadas, como la Red de Promotoras Rurales y Asociación de Mujeres de Organizaciones Rurales, así como la Unión Nacional de Trabajadores, el Sindicato Mexicano de Electricistas y otros simpatizantes.

A las 17:45 entró al Zócalo la vanguardia de la marcha, integrada por los dirigentes campesinos y obreros, y a las 19:30 arribó el último grupo, cuando algunos asistentes empezaban a retirarse porque el mitin estaba a punto de concluir.

El silencio a lo largo de la marcha formó parte de su indignación, que se expresó cuando Alberto Gómez Flores, vocero de El campo no aguanta más, preguntó: ¿Estamos de acuerdo en que el maíz y el frijol, alimentos básicos de nuestro país, salgan de todo tratado comercial? ¿En que la agricultura campesina, los hombres y mujeres del campo sean una prioridad nacional, con el principio de soberanía alimentaria? ¿En luchar por echar atrás la contrarreforma al artículo 27 constitucional? ¿En exigir el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés y en la iniciativa sobre derechos y cultura indígenas elaborada por la Cocopa?

Una sola voz cimbró la plaza: "Sí". Y alzaron la mano en señal del inicio de su lucha. "Con estos acuerdos votados por todos seguiremos adelante, porque, le decimos al gobierno federal, no estamos dispuestos a tolerar amenazas a la integridad física o a la libertad de nuestros compañeros", alentó Gómez Flores.

Ante los miles de campesinos que dieron vida al Zócalo -quienes guardaron un minuto de silencio en memoria de los miles de campesinos e indígenas que han muerto en lucha por su dignidad-, el también coordinador ejecutivo de Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas recalcó: "con nuestra terquedad, con nuestro orgullo, luchamos por seguir siendo los sembradores de la tierra y por evitar que se nos convierta en un ejército de solicitantes de migajas oficiales. Somos una clase que se mantiene a sí misma, que procura su propio sustento, que genera riqueza para sí y para los demás".

Dijo a hombres de negocios, banqueros y agropempresarios que los campesinos han sido el sustento del desarrollo industrial del país, pero "en años recientes nos han querido volver improductivos abriendo las fronteras que a nosotros nos cierran, para que pasen mercancías que nosotros podemos producir".

A esos hombres del dinero y funcionarios, que también son agroempresarios, les recordó que los campesinos son parte del México real, que no existen en los informes presidenciales ni en los discursos gubernamentales, "esa parte del país de la que la mayoría de los políticos se acuerda sólo cuando hay elecciones, cada tres años, que los economistas oficiales reconocen cuando hacen cuentas de lo que significan para las finanzas nacionales los 10 mil millones de dólares que, por concepto de divisas, envían nuestros hermanos que han tenido que cruzar la frontera para trabajar.

"Somos esa parte de la patria a los que nuestros tecnócratas tricolores y blanquiazules, ésos que los campos que conocen son los campos de golf, quisieran mandar al mar para que sus aspiraciones de tener un agro sin campesinos se hicieran realidad", expresó.

El campo no aguanta más, dijo, porque las políticas en curso quieren hacernos dejar de trabajar, porque no se invierten recursos para permitirnos ser la reserva de futuro, porque la protección que aún existe para maíz y frijol, por ejemplo, es permanentemente violada por funcionarios mexicanos, y porque la contrarreforma al artículo 27 constitucional nos coloca ante el peligro de perder nuestra tierra.

Lo que ahondó la herida campesina fue conocer, por boca de Gómez Flores, que una vaca en la Unión Europea recibe un subsidio diario de 2.2 dólares, mientras que casi cada tres familias campesinas mexicanas obtienen ingresos menores a ese monto.

Advirtió a gobernantes, banqueros y hombres de negocios que en tanto no haya un lugar digno y un futuro para los campesinos, la estabilidad y gobernabilidad seguirá sujetada con alfileres. "Mientras no se abra la puerta para ser parte de la nación y se nos siga considerando los molestos excluidos, no podrán desvanecerse los nubarrones que anuncian la tempestad".

El mismo foco rojo fue señalado por el dirigente barzonista, Alfonso Ramírez Cuéllar. "Si el gobierno no quiere construir un acuerdo para salvar a la agricultura nosotros lo haremos desde abajo y vamos a quebrar esa obsesión de ser más amigo de Estados Unidos que de los mexicanos", dijo, refiriéndose al presidente Vicente Fox, mientras otros integrantes de El Barzón colocaron en la puerta de Palacio Nacional un espantapájaros con una banda presidencial de barras y estrellas, como bandera de Estados Unidos.

Afirmó que con esta marcha campesina se inicia el verdadero cambio que necesita el país y que los agricultores lo único que demandan es un comercio justo, pues "no vamos a permitir que se siga destruyendo la vida y el futuro de millones de mexicanos, lucharemos para que se acabe la vergonzosa dependencia alimentaria".

Y cerró: "llegamos hasta aquí porque el presidente Vicente Fox no tiene palabra. Le pedimos que termine con su cobardía y timoratez, que deje de llevar a la destrucción a la nación".

Rafael Galindo, coordinador del CAP, dijo que con la marcha los campesinos iniciaron la preparación de la parcela de la esperanza y de la lucha por su dignidad; con su inconformidad sembraron la semilla para combatir la insensibilidad de funcionarios públicos y de las grandes potencias comerciales. "Estamos aquí preparando el terreno para cosechar un futuro distinto y con justicia para el campo mexicano".

A la exigencia campesina de revisar el TLCAN se adhirieron las organizaciones sociales, que con la representación de Miguel Concha Malo sostuvieron: "al gobierno hay que demandarle que rectifique y reconozca de manera integral la Constitución que está por encima de cualquier acuerdo comercial, y los acuerdos de San Andrés". No se puede continuar aplicando "inmisericordemente y a rajatabla el TLCAN; todos tenemos la obligación de participar en la construcción de nuevas relaciones del Estado y la sociedad con el campo, con el que tenemos una grave deuda social".

Entre los oradores también estuvieron Francisco Hernández Juárez -quien como presidente de la Unión Nacional de Trabajadores refrendó el compromiso de realizar un paro nacional, si es necesario- y Rosendo Flores Flores, presidente del Frente Sindical Mexicano.

Antes de que los campesinos retornarán a sus comunidades y ejidos, los líderes de las organizaciones informaron que preparan su convención nacional agropecuaria y un pacto campesino, que comenzará con congresos estatales. Y pidieron de nuevo a Fox que cumpla su palabra de firmar un acuerdo nacional para el campo.

Pero si no lo hace los tractores saldrán a las carreteras y millones de desesperados volverán a concentrarse en el Zócalo. 


EL CAMPO ANTE EL TLCAN

Ni las intimidaciones del gobierno pudieron evitar que se realizara la megamarcha

Logra el tratado lo que la izquierda no ha podido: unir a los desposeídos

Urge una nueva política para el agro y convocar a un pacto Estado-sociedad urbana y rural

MARIA RIVERA

El México profundo volvió a caminar. A nueve años de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), con los resultados del acuerdo en la voz, en las manos, en la mirada, miles de ejidatarios, comuneros, pequeños y medianos propietarios marcharon la tarde ayer del Angel de la Independencia al Zócalo capitalino para decir que ya no están para historias neoliberales ni para cifras macroeconómicas gubernamentales y que urge impulsar una nueva política para el campo; un pacto Estado-sociedad urbana-sociedad rural; renegociar el apartado agropecuario del tratado y poner un alto a la pérdida de la soberanía del país, que se avizora con la puesta en marcha del Plan Puebla-Panamá y el Area de Libre Comercio de las Américas.

Desbordaron la máxima plaza del país y las calles que la rodean en la más grande manifestación campesina independiente de los últimos tiempos. Desde el cardenismo no se había visto nada igual, dijeron los memoriosos. Con gritos que sonaban como creciente de agua, aseguraron que no conocen a los ganadores del acuerdo, de los que tanto hablan los funcionarios gubernamentales y el propio Presidente, y en cambio pueden dar cuenta de los millones de perdedores: que les basta mirarse a sí mismos y a sus familias.

Hablaron de un mundo abandonado a su suerte, a la incierta fortuna de la subsistencia o la migración. Recordaron a los que todavía resisten, generalmente hombres y mujeres mayores, quienes perdidos en la nada se aferran al campo, a la tierra, a su vida. Pero también contaron la historia de los jóvenes que eligieron agarrar camino hacia las ciudades o "al norte" para encontrar una salida a la miseria. Son esos 600 campesinos que abandonan sus tierras cada día, hasta conformar el inmenso río de 1.7 millones en lo que va del tratado, quienes ha dejado sin alma amplias regiones del país.

Si a principios del siglo pasado Porfirio Díaz decretó "mátenlos en caliente", decían en pancartas los de del movimiento El campo no aguanta más, la consigna de Salinas, Zedillo y Fox ha sido "emígrenlos en caliente".

Palabras como soberanía y nacionalismo cobran vigencia

Tras esta marcha los operadores políticos de los pasados sexenios tienen tema para reflexión. Por obra y gracia de sus políticas han conseguido lo que a la izquierda, partidista o no, le ha resultado imposible en tantos años de batalla: unir a los distintos, conciliar las diferencias. Ejidatarios y productores; campesinos y sindicalistas; analfabetas y estudiantes; campo y ciudad se empiezan a encontrar. Tras el curso intensivo de neoliberalismo de años recientes, que dejó a todos de un mismo lado, del de los excluidos, se está conformando un movimiento que vuelve a poner en vigencia palabras como soberanía, nacionalismo, dignidad, historia.

La tarde nublada, con uno de esos cielos tan borrosos que ni son de invierno pero que tampoco se atreven a ser de verano, fue el contexto de esta manifestación que parecía no tener fin. Los primeros contingentes, encabezados por la plana mayor del movimiento campesino y sindical, tras acomodarse llegaron hasta la glorieta de Cuauhtémoc. Poco a poco se fueron recorriendo hasta que la avanzada tuvo que encaminarse al Zócalo, mientras los últimos todavía estaban en el Angel.

En los rostros de los dirigentes de El campo no aguanta más, del Congreso Agrario Permanente, El Barzón y organizaciones sindicales solidarias era notoria la satisfacción. Y no era para menos: habían resistido intimidaciones, acoso y maniobras de último momento para llegar a esta marcha. Las 300 órdenes de aprehensión contra dirigentes campesinos por protestar contra el tratado o para exigir que se reduzca el precio de la electricidad y el diesel no los doblegaron, como tampoco lo hicieron las exhortaciones de Alfonso Durazo, secretario particular de Fox, quien pidió que se suspendiera la movilización en señal de buena voluntad o el Diálogo por una política de Estado para el campo, que se sacaron de la manga Gobernación, Economía y la Sagarpa de último momento.

El gobierno federal apeló a toda clase de prácticas para dividirlos y restarles aliados, pero hasta la CNC aguantó la presión o sacó las cuentas de lo que le costaría una deserción de última hora y terminó participando. Eso sí, fiel a su pasado, negocia con el poder en turno. La gobernabilidad ante todo, argumentaron.

Al paso por avenida Reforma, vuelta patas arriba por obra y gracia de los afanes de remozamiento en estos tiempos electorales, había poca gente presenciando la marcha. Pero conforme se acercaba al primer cuadro de la ciudad, las aceras se fueron llenando. Frente a frente quedó la realidad urbana y la realidad rural. Representantes de los primeros 100 millones de ganadores del TLCAN, según la memorable frase presidencial.

Las consignas variaban de acuerdo con el contingente. La CNC llevó agua para el molino priísta: "¡Se ve, se siente, no existe Presidente!" Pero la mayoría fue a lo suyo: "¡Campo sí, tratado no! ¡Fox, entiende, la patria no se vende!" Al final, todos confluyeron en el grito que unifica a los desheredados en los últimos tiempos: "¡Zapata vive, la lucha sigue!"

Encabezando la movilización, con una bandera nacional en alto, miembros de El campo no aguanta más hablaban de su situación. Jesús Celis, de 70 años de edad, del ejido Las Delicias, municipio de Rosales, Chihuahua, tiene claras las razones de su lucha. Ha participado en bloqueos de carreteras y ahora que se presentó la oportunidad de venir al Distrito Federal a expresar su descontento ni lo dudó. Salió el miércoles de su pueblo y llegó a la capital el jueves a las 10 de la mañana. Explica que toda su vida ha trabajado su parcela y ahora ve cómo sus tierras no pueden darle sustento ni a él ni a su familia. Algunos de sus hijos han emigrado a Estados Unidos y otros trabajan en las maquiladoras por 400 pesos a la semana.

"El campo está muerto, nuestras tierras son de temporal y no ha llovido en los últimos años. Pero además nada de lo que cultivamos vale, ni el maíz, ni el frijol, ni la soya. Nosotros no somos limosneros, pero necesitamos que el gobierno nos apoye. Pero además estoy aquí porque este país tiene que comer lo que produce, no estar esperando lo de otra parte."

A su alrededor asienten sus compañeros, que han venido de Puebla y de Tabasco. Todos cuentan historias similares.

En la máxima plaza del país, los campesinos hablaron de la nueva y siempre igual lucha por la tierra. Las expresiones de esta gente, acostumbrada a conseguir cada camino, cada costal de semillas o fertilizantes con marchas y plantones, contrastaban con las de los nuevos excluidos, medianos e incluso grandes productores, ganaderos y porcicultores, que por primera vez se ven en el desamparo y no acaban de encontrarse en su nuevo papel.

Pero los discursos de unos y otros no hablaron de desamparo, decaimiento ni resignación. Sólo de rabia. Atrás han quedado las ilusiones de los primeros días, como aquel 14 de agosto de 1992, cuando el entonces secretario de Comercio y Fomento Industrial, Jaime Serra Puche, ante la Cámara de Senadores aseguraba que los acuerdos que se habían alcanzado en materia agropecuaria ofrecerían al país la oportunidad de afianzar el proceso de modernización del campo y mejorar el bienestar de las familias campesinas. Nada de eso ocurrió.

Desde los escritorios del gobierno federal, una clase política indiferente a su historia firmó un tratado que ha ido convirtiendo parcelas, pequeños negocios y sueños en extensos y cuidados sembradíos y grandes empresas automatizadas, sólo que de otros. Por eso esta gente ha emprendido el camino largo, desgastante, pero finalmente elegido de la resistencia ante el poder federal. Si de algo está segura es que no quiere el mundo ancho, pero finalmente ajeno, de la globalización, y este jueves exigió una nueva política para el agro, la renegociación del TLCAN, pero sobre todo advirtió que salvar al campo es salvar a México.


EL CAMPO ANTE EL TLCAN

Ejidatarios de Tlaxcala trajeron al DF 100 tractores

La CNC, por declarar emergencia en el agro

Anuncian mesas de trabajo en Guerrero para revisar la crisis

LA JORNADA DE ORIENTE, MISAEL HABANA, CLAUDIO JAIRO Y JESUS SAAVEDRA CORRESPONSALES

Decenas de campesinos de los estados de México, Tlaxcala, Puebla, Hidalgo y Guerrero se sumaron este viernes con tractores y camionetas a la protesta nacional convocada por el Congreso Agrario Permanente (CAP), El campo no aguanta más y El Barzón contra la entrada en vigor del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Desde Calpulalpan, Tlaxcala, poco después de la una de la tarde, unos 100 tractores y trilladoras, así como varias decenas de camionetas partieron en caravana hacia la ciudad de México, mientras otro contingente hizo lo propio a bordo de 25 autobuses.

La movilización obstaculizó el paso de cientos de vehículos, principalmente de transporte de carga, que transitaban por la carretera México-Veracruz, vía Zacatepec.

Otro grupo de la recién creada Asociación de Productores Agropecuarios del Altiplano (APAA) mantiene en ese lugar un plantón permanente -empezó el pasado lunes, a un lado de la carretera- "en espera de instrucciones".

En Acapulco, Guerrero, Félix Castellano Hernández, diputado federal por el Partido del Trabajo, informó que 10 mil guerrerenses se sumaron este viernes a la megamarcha campesina realizada en la ciudad de México para exigir un acuerdo nacional que ayude a superar la crisis que se vive en el campo mexicano.

Dijo que partieron hacia el Distrito Federal miembros de la Unión Regional de Ejidos de la Costa Chica, la Coalición de Ejidos de la Costa Grande, la Unión de Ejidos Vicente Guerrero y El Barzón-Guerrero, entre otras organizaciones.

En tanto, el secretario general de la Confederación Nacional Campesina (CNC), Heladio Ramírez López, afirmó que ese organismo requiere que el gobierno federal declare en emergencia al agro, y que esta declaratoria se concrete en una ley para afrontar la coyuntura, pero también prepararía la discusión de un presupuesto multianual para el sector, al tiempo de sentar las bases para impulsar una política de Estado que ayude a la reconstrucción total de este sector en el país.

Entrevistado en Aguascalientes durante el foro El Congreso de la Unión y el campo de México, logros y retos, Ramírez López afirmó que las expresiones de inconformidad que se dan en todo el territorio son muestra de la incertidumbre que viven los campesinos ante la poca o nula respuesta del gobierno federal.

El secretario de Desarrollo Rural de Guerrero, Héctor Manuel Popoca Bonne, se pronunció en favor de la revisión del apartado agropecuario del TLCAN, y señaló que a ocho años de que entró en operación no ha beneficiado al sector agrícola. "Estoy con los campesinos que pugnan porque se revise el tratado comercial, porque no les ha traído ningún beneficio", agregó.

La delegación de la Secretaría de Agricultura, en coordinación con el gobierno de Guerrero y el Congreso local, anunciaron que este 5 de febrero realizarán mesas de trabajo para analizar el apartado agropecuario del TLCAN.

En estas mesas participarán todas las organizaciones de productores y campesinas de la entidad, con el propósito de revisar la situación del agro guerrerense, y con base en los resultados manifestar una postura en el diálogo sobre la política del Estado para el campo, convocado por el Ejecutivo federal para el próximo 6 de febrero.


EL CAMPO ANTE EL TLCAN

Productores impugnan al gobierno foxista; nos vino a dar en toda la madre, acusan

"Marchamos para cambiar las cosas"

Participantes en la marcha de ayer contra el capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte expresaron las razones de su inconformidad. A continuación algunas opiniones:

Sara de los Reyes Pérez, campesina de Tapachula, Chiapas: "El campo es la esperanza de nuestra vida y el futuro de nuestros hijos. Los productos que vendemos cada día tienen menor precio, en cambio llegamos aquí y quisimos comprar una taza de café y la venden en siete pesos. Allá vendemos el kilo a dos pesos. No estamos conformes con este gobierno que nos vino a dar en toda la madre. Queremos una solución, una respuesta, porque dicen que Chiapas es una esperanza perdida y estamos condenados al sufrimiento, pero marchamos para cambiar las cosas".

Tranquilino Galván Rodríguez, campesino de Villa Corregidora, Querétaro: "El campo es mi vida y ahora estoy sin nada. Quiero trabajar pero sin dinero los animales se me mueren y la tierra se seca. Nuestra manifestación es en busca de libertad y de facilidades de trabajar, porque si dejo de hacerlo se acaba mi vida".

Flavio Niebla, campesino de Tepic: "Con el trabajo de la tierra comemos, sostenemos a la familia. Si estamos en la ciudad es en busca de un apoyo. Nos prometió el gobierno que llegaría el 3 de diciembre, pero sólo nos vio la cara. No cumplió y otra vez nos venimos a manifestar. No tenemos créditos. Y ahora tampoco vivienda, porque el 25 de octubre vino el huracán Kenna y nos tumbó las casas".

Rosario Bartolón, campesina de Tapachula: "De la tierra nuestros padres nos han mantenido. Nos alimentamos de la venta de maíz, frijol y café. Pero no tenemos apoyo para seguir trabajando el café, porque parece que no vale. Estamos con esfuerzos manteniendo la siembra del maíz y el frijol, pero dentro de poco ya ni eso".

Raúl Godínez, campesino de Tapachula: "Al entrar en México todas las grandes empresas extranjeras lógico es que se apoderen de nuestras tierras, nos ofrecerán un salario como obreros y nosotros lo vamos aceptar, porque no tendremos otra cosa. Estamos aquí porque necesitamos subsidios para que no se acabe la tierra".

Antonio Pérez, campesino de Chiapas: "El gobierno está contra los campesinos, no quiere ayudarnos. Se vendió a otra nación y quiere acabarnos. Yo empecé a trabajar desde que aprendí a caminar; no hay otra chamba en el estado para nosotros que no sea trabajar la tierra. Muchos campesinos que ahora están creciendo ya no tiene dónde trabajar, la tierra se acabó para ellos".

Luis Sánchez y González, campesino de San Luis Potosí: "Venimos a hacer una demanda al Presidente, porque cuando anduvo en la campaña prometió muchas cosas y de eso no ha llegado nada. Yo di el voto al señor Vicente Fox, pero nada más lo di para que me friegue. Las personas de campo sabemos sufrir, pero ya no aguantamos más".


EL CAMPO ANTE EL TLCAN

Los habitantes del medio rural ya no consideran redituable su actividad: análisis

Explosivo crecimiento de la cartera vencida

Texto que ocultó Paredes ubica la falta de financiamiento como principal causa de la crisis

ROBERTO GARDUÑO Y CIRO PEREZ SILVA

Con todo y que la población económicamente activa (PEA) en el medio rural aumentó en los últimos 20 años, el producto interno bruto (PIB) agropecuario y rural cayó 14.1 por ciento, señala el diagnóstico Producción y comercio agropecuario en el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y su impacto en el desarrollo regional.

El documento, elaborado por Consultores en Economía Regional e Internacional por encargo de la Cámara de Diputados, que permaneció oculto por más de un año porque la entonces presidenta de la mesa directiva, Beatriz Paredes, no lo distribuyó, advierte que el sector agropecuario nacional no logra aumentar los niveles de ocupación ni elevar los ingresos salariales por la ausencia de calidad productiva y competitividad.

La PEA del medio rural, señala el estudio, tuvo variaciones muy pequeñas desde principios de los ochenta, y se sitúa en la actualidad en 8.8 millones de personas. Mientras la PEA ha ido en aumento, de 23 millones a 48 millones, el PIB agropecuario y rural se ha ido reduciendo, y la actividad productiva ha registrado condiciones muy adversas.

A la fecha, la mayoría de los productores se dedican a mantener y perseverar en la producción de autoconsumo, al margen del mercado. Estimaciones sitúan la producción de bienes agrícolas, como el maíz y el frijol -que se destinan al autoconsumo-, entre 35 y 40 por ciento de la producción nacional. Además, se ejercen labores fuera del predio, sea en actividades agrícolas -como jornaleros- o no agrícolas, porque generan una alta proporción del ingreso familiar.

Tampoco se ha logrado aumentar los niveles de ocupación ni elevar los ingresos salariales, a causa de la migración temporal o permanente a las áreas urbanas del país o al exterior.

Hecatombe antes del acuerdo

El diagnóstico ubica el origen de la crisis del campo en la reorientación de las políticas públicas hacia las actividades agrícolas. Esta se expresó en una reducción sustancial de la estructura de subsidios públicos a la producción agropecuaria, y en el desmantelamiento del sistema institucional de apoyo y fomento a las actividades de ese sector.

Años después, con la firma del TLC, las repercusiones de éste se manifiestan en el incremento del déficit comercial agropecuario; no obstante, ''la información disponible indica que este fenómeno se gestó y tuvo sus primeros desarrollos sustanciales antes de la firma y la entrada en vigor del tratado. Lo que puede argumentarse es que dicho déficit pudo haberse agudizado con la desgravación arancelaria posterior a 1994. Incluso, conviene señalar que el incremento de la importación alimentaria de los últimos años no es un fenómeno exclusivo de México''.

En ese contexto, los resultados del comercio agropecuario con Estados Unidos en el periodo posterior a 1994 permitieron en diversas ocasiones y con argumentos y razones diversos la importación de productos alimentarios por encima de las cuotas fijadas en el capítulo agrícola del TLC. Se ha dicho incluso que estas importaciones se realizaron libres de cargas arancelarias. Todo ello ha ejercido una indudable presión a la baja en los precios agrícolas del mercado mexicano.

''El caso particular del maíz se ubica en el centro de los debates nacionales. Una evaluación objetiva de las circunstancias por las que atraviesa este producto en los recientes años debería considerar dos dimensiones. En México un tercio de los pequeños productores de maíz en el sector ejidal son autosuficientes; casi otro tercio (28 por ciento) son compradores netos de maíz, y el resto de los productores, un 40 por ciento, son vendedores netos.

A pesar de que uno de los ejes de la nueva orientación de la política agropecuaria gira en torno de los precios, ''no se han reconocido los subsidios implícitos en el precio de los granos explotados por los países desarrollados, que, como se sabe, es un factor que presiona a la baja las cotizaciones de los productos. Otro factor que no ha sido considerado son las diferencias de calidad entre el maíz blanco y el amarillo. A partir de 1995 se sustituyeron los precios de garantía por los llamados precios piso, los cuales, en el caso del maíz, tomaron como referencia el precio internacional, fijándolo alrededor del 15 por ciento por debajo de éste. Ese procedimiento creó distorsiones en los mercados regionales".

A su vez, uno de los problemas más graves del agro mexicano, señala el diagnóstico, es la ausencia de una oferta suficiente y adecuada de financiamiento.

Del total del crédito recibido por el sector, todavía en la segunda mitad de la década de los ochenta, 50 por ciento provenía de la banca de desarrollo; en noventa esa porción se redujo hasta llegar apenas a poco más de la cuarta parte del volumen de crédito total, que era muy reducido. Del crédito bancario total en la economía, el sector agropecuario recibió hasta 1993 un promedio de siete por ciento, pero en adelante ese promedio bajó al orden de cinco por ciento, lo que representa una caída de casi una tercera parte. Y actualmente un promedio de 3.5 pesos por cada cinco de crédito bancario que llegan al sector agropecuario provienen de la banca comercial.

"Con todo, el mayor problema financiero que enfrenta el sector en los años recientes no es tanto la virtual sequía del crédito oficial, y la desaparición de las condiciones preferenciales en que se otorgaba, ni la contracción del volumen total del crédito disponible para los productores, sino el crecimiento explosivo de la cartera vencida. Como es sabido, este problema, característico del desempeño económico mexicano desde 1995, ha sido relativamente más agudo en el campo que en las actividades de base urbano-industrial.

"El saldo total de la cartera vencida del sector agropecuario pasó de 5 mil 37 millones de pesos en 1994, a 37 mil 413 millones de pesos en 1998, es decir, se multiplicó por un factor mayor a siete veces. Y aunque entre 1997 y 2000 este nivel se ha reducido, en ese último año la cartera vencida del sector era todavía de 30 mil 189 millones de pesos, o sea, seis veces mayor que en 1994".

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