REPORTAJE /MILENARIA
TRADICION POPULAR
Algunos modelos ya no son tradicionales, sino inventados
Los padrinazgos para ''vestir al Niño Dios''
tienden a desaparecer
Ropas y accesorios desde el tamaño de una uña
hasta de medio metro o más. Todo para, durante un año, caracterizar
al Niño Dios como ''Santo Niño de Atocha" o, como ahora,
''Santo Niño Juan Diego"
ARTURO JIMENEZ
Una tradición popular que se remonta a la Europa
de hace más de 15 siglos -en los tiempos de un cristianismo que
se institucionalizaba como religión- y que llegó a México
durante la Colonia, es recreada cada año en prácticamente
todo el país.
''Vestir al Niño Dios", se dice en referencia a
esta celebración que culmina el 2 de febrero, Día de La Candelaria,
y cuya víspera llena mercados y tianguis de imaginería y
de un abigarramiento de formas y colores que parece no tener fin:
Telas, capas, trajes, encajes, sillas, tronos, piañas,
coronas, resplandores, báculos, cetros, lazos, cuernos, monedas,
arpas, camellos, caballos, palomas, alas, flores, zapatos, huaraches, calaveras,
huajes. Además de ojos, pestañas, yeso, pintura y la habilidad
de los maestros artesanos para reparar las figuras ya deterioradas.
Gran vendimia
Ropas
y accesorios desde el tamaño de una uña hasta de medio metro
o más. Todo con el fin de, durante un año, caracterizar al
Niño Dios de pasta, yeso, fibra de vidrio o madera, como ''Santo
Niño de Praga", ''Santo Niño de Atocha", ''Santo Niño
Martín Caballero" o, ahora de moda, ''Santo Niño Juan Diego",
hasta completar unos 40 ''modelos".
Es una vendimia que, desde principios de diciembre hasta
las primeras horas del 2 de febrero, nutre esa tradición, pero también
abastece de materia a las infinitas formas de la espiritualidad popular
y de la fe católica, además de dar salida a los productos
de una pequeña pero pujante industria, que podría llamarse
''la industria del Niño Dios".
Sin embargo, la tradición de vestir al Niño
Dios comienza en realidad desde el 24 de diciembre, con la celebración
de su nacimiento; continúa el 6 de enero con la rosca de Reyes,
que dentro del pan esconde muñecos-niño, como se hizo con
Jesús bebé para salvarlo de la muerte a manos de los soldados
de Herodes. Y concluye el 2 de febrero, cuando la figura, ya vestida, es
llevada a bendecir.
Son 40 días, es decir, el tiempo que la Virgen
María debió guardar tras el nacimiento de su hijo, pues según
la tradición judía era una etapa en que a las mujeres se
les consideraba ''impuras" y debían permanecer en su casa.
El 2 de febrero, María debió asistir al
templo para su purificación y a la vez presentar a su hijo Jesús,
según la costumbre. Así, la fiesta de La Candelaria, que
se refiere a las velas encendidas y otros elementos de purificación,
es una fiesta de la Virgen María.
En un tiempo el Niño Dios era levantado y vestido
durante tres años por los padrinos que sacaban el muñeco
en la rosca de Reyes. Tras llevarlo a bendecir el 2 de febrero, todos se
reunían a comer tamales y beber atole.
Los padrinazgos tienden a desaparecer y muchas familias
visten, ellas mismas, a sus niños más allá del tradicional
ciclo de tres años, pero las tamalizas del Día de La Candelaria
aún siguen.
El centro neurálgico nacional durante los
dos meses que preceden al 2 de febrero se ubica en el viejo Centro Histórico
de la ciudad de México, en la Plaza Roldán y algunas de sus
calles cercanas, donde se venden vestidos, accesorios y se restauran figuras
del Niño Dios.
Universos ambulantes
Mujeres y hombres de todas las edades, la mayoría
de escasos recursos económicos, invaden con sus pequeños
Jesús en brazos las tiendas al mayoreo y menudeo, así como
los estrechos pasillos que forman las decenas de puestos ambulantes que
venden por docena o por unidad.
Ahí pueden encontrarse desde algunos talleres de
reparación en yeso, donde las figuras recuperan dedos, manos, brazos,
piernas, ojos, pestañas y lozanía, hasta una gran cantidad
de puestos de venta: unos pocos de Niños Dioses y otros, la gran
mayoría, de ropa y accesorios.
''¡Pásele señora, pásele joven!
¿Cómo quiere que le vistamos a su Niño Dios? ¿De
San Juditas, del Niño Pa de Xochimilco, del Niño del Amor?"
-Algunos modelos ya no son de la tradición, sino
inventados, como el Niño del Amor -dice Virginia Trejo Heredia-
quien, como su mamá, tiene un puesto de venta.
Nada cambia, sin embargo, porque en esta zona de la ciudad
cada local o puesto ambulante sea, en sí y al mismo tiempo, un singular
universo físico y metafísico.