José Cueli
Ineficacia supranacional
La guerra, siempre la guerra. El tiempo se acorta y lo que aumenta es la zozobra y la desesperanza ante la inminencia del ataque por parte de Bush al territorio iraquí. Y es que, más que una lucha entre naciones, lo que parece ser es una reyerta primitiva cargada de odio, maldad y ansia de poder entre Saddam Hussein y George W. Bush.
La crueldad y el ansia de poder son parientes cercanos. Ambos se desatan sobre todo cuando hay intereses de por medio y, más aún, si se trata del oro negro. Esto es cosa sabida, pero lo que ha sido poco estudiado, como señala el filósofo francés Jacques Derrida, es el tema de la crueldad. De hecho, invita al sicoanálisis a profundizar en ella.
Derrida, en uno de sus textos más recientes (que ya he mencionado) Estados de ánimo del psicoanálisis, aborda el tema de la guerra y la crueldad y somete a reflexión la famosa correspondencia que sobre el por qué de la guerra sostuvieron Sigmund Freud y Albert Einstein.
Este intercambio epistolar se desarrolló de 1931 a 1932, a solicitud del Comité Permanente por la Literatura y las Artes de la Sociedad de las Naciones, que solicitó una correspondencia sobre los temas más relevantes de la época. Como afirma Derrida, Freud no creyó demasiado en esta propuesta de cartearse con Einstein. Derrida extrae de estas dos misivas lo más importante en relación con los aspectos de la soberanía, la crueldad y la resistencia.
El asunto versará en torno de la guerra y la paz. Derrida señala que existe una gran dificultad en definir el concepto guerra, y no menos complicado resulta establecer la diferencia entre una guerra civil y una conflagración internacional.
Transcribo a continuación parte del fragmento de una de las cartas de Einstein sobre el cual Derrida centra su atención. ''Siendo yo mismo un hombre libre de todo afecto de naturaleza nacionalista, el aspecto exterior, es decir, organizacional del problema, me parece simple: los Estados crean una autoridad legislativa y judicial para arbitrar todos los conflictos que surjan entre ellos. Se comprometen a someterse a las leyes establecidas por la autoridad legislativa, a invocar su jurisdicción en todos los casos de litigio, a plegarse sin condición a sus decisiones, así como a ejecutar todas las medidas que el tribunal estime necesarias para dar realidad a sus decisiones''.
Einstein señala en ese momento que un tribunal internacional no tiene a su disposición la fuerza necesaria para aplicar sus decisiones y, por tanto, depende de ''influencias extrajurídicas". Según Derrida, él parte de lo que llamaba un ''hecho" con el que hay que contar, a saber, que la fuerza y el derecho van de la mano. Se infiere entonces que las decisiones jurídicas no acercan el ideal de justicia exigido por la comunidad humana más que en la medida en que esta comunidad dispone de una fuerza constrictiva para hacer respetar su ideal. Ya en ese momento, y esto se comprueba en los hechos que vivimos, que estamos lejos de disponer de una organización supranacional competente para dar veredicto, cuya autoridad sea a la vez indiscutible y aplicable.
Derrida otorga un peso muy importante a la reflexión de Einstein, quien reconoce ''la finitud de las instituciones humanas'' y las ''poderosas fuerzas sicológicas" que paralizan los esfuerzos en vista de esa justicia internacional..." Derrida interpreta entonces que una pulsión de poder (necesidad de poder político) caracteriza a la clase gobernante de toda nación. Einstein putualiza que ''esta pulsión de poder político se pliega a las actividades y a las demandas de un grupo cuyas aspiraciones son puramente mercenarias y económicas". Freud diría que tras la compulsión a la repetición se agazapa la pulsión de muerte.