El honor de Europa
El continente no debe ser el último vagón del tren del Pentágono, aunque muchos gobernantes lo acepten
Rossana Rossanda
ƑEuropa es posible? No digo ''otra Europa'' como desearían los antiglobalizadores, sino una Europa con su fisonomía, aquella que pensaban los europeístas del siglo pasado, reprochándonos a nosotros, los de izquierda, no quererla lo suficiente, por temor a que algunos de los derechos conquistados en ciertos países se desvanecieran en la media de la Unión. Nosotros nos equivocamos, pero hoy parece que tampoco ellos tienen la palabra. Ni siquiera frente a una crisis que viene de un gobierno estadunidense que más de derecha, moral y culturalmente impresentable, no podía ser, y que llegó por un puñado de votos cuestionados.
Y ni siquiera una antiestadunidense, como la que suscribe, diría que eso es Estados Unidos. Que los States no sabrían hablar más que con el lenguaje de George W. Bush ("el juego terminó", en la cara de los inspectores de la ONU) y con el cinismo de Donald Rumsfeld, quien asegura que Irak será doblegado rápidamente porque el ataque formal a su territorio (el informal ya está en curso) se iniciará con el lanzamiento de miles de bombas sobre los iraquíes a los cuales se va a liberar.
Los actuales jefes de Estados Unidos tienen alma de sheriff, acompañada además por la infausta certeza de que Dios está de su lado. Pero no es toda esa nación, ni siquiera la mitad de ella, a la que se debe el documento sobre la new strategy que, modestia aparte, solamente nuestro periódico hizo público recientemente, y que teoriza sobre la no teorizable guerra preventiva, en el lugar y en el momento que le parezca necesario a Estados Unidos. Y que hoy ese país y sus aliados llevan adelante en un sector complejo e inquietante, no controlable con la fuerza, como es Medio Oriente.
Humillándolo se reforzará el fundamentalismo, en aumento tras la guerra del Golfo, y se estimulará -si son ciertas las vagas afirmaciones sobre Al Qaeda- una oleada de terrorismo.
ƑNo sería tarea de Europa, que conoce el Islam desde hace siglos, evitar esa peligrosa y miope elección, dirigiéndose a la mitad de Estados Unidos que no ha votado por Bush, mientras se busca frenar al presidente estadunidense en su aventura? En verdad Europa tendría que haber intervenido desde hace tiempo en la crisis del laicismo islámico, desactivando el fanatismo y actuando por la democratización -en lugar de utilizar a los países de la región uno contra el otro, hoy con Saddam y mañana contra Saddam- y estableciendo las bases de una solución del conflicto entre Israel y Palestina. La ausencia de un análisis y de una política autónoma de Europa ha sido evidente. Pero más vale tarde que nunca: ahora puede hablar. Así, el Parlamento (europeo) de Bruselas, no precisamente de izquierda, se ha manifestado con un voto contra la guerra, y Romano Prodi hizo lo mismo en la Comisión Europea: finalmente tenemos una línea de política exterior.
Sin embargo, no es así. Los expertos de opinión volaron en auxilio del fundamentalismo texano, dando una mano a nuestro primer ministro, Silvio Berlusconi, acusando a Francia y Alemania de quebrar una unidad europea que no imaginan sino como el último vagón del tren del Pentágono. Ezio Mauro, generalmente equilibrado, da la voz de alarma sobre esos países; el semanario L'Espresso nos garantiza que la "parte pensante" de la Iglesia no está en contra de una guerra preventiva; Mario Pirani, más inquieto, nos exhorta a entender la sicología estadunidense tras el ataque contra las Torres Gemelas; Ferrara y el joven Sofri invocan, muy en serio, que la democracia se exporta finalmente con las bayonetas, y en esa línea continúan. Europa pierde una vez más la oportunidad de demostrar que no sólo es una moneda y un mercado. Alicaída, incluso la izquierda se coloca bajo el ala del Consejo de Seguridad en lugar de hacer valer su autoridad. No tendría que ocurrir una nueva masacre y las probables matanzas que le seguirían si políticos y analistas europeos tuvieran un mínimo de independencia y juicio, y en los salones del poder escucharan a la gran mayoría de los ciudadanos del continente. O tendremos que parafrasear la vieja salida de Slataper: "Sólo está abajo el honor de Europa".
Escritora y periodista italiana, publica en el diario Il Manifiesto
Traducción: Alejandra Dupuy