Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 24 de febrero de 2003
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Política

Carlos Fazio

De canallas y amigos

En los próximos días, Estados Unidos intentará legitimar a la buena o a la mala su nueva "doctrina de guerra preventiva", cuyo aspecto más novedoso es la llamada autodefensa anticipatoria. Es una doctrina extremista basada en una visión imperial totalitaria. Washington se arroga el derecho de actuar en forma unilateral. Como dijo William D. Hartung, es "una guerra no declarada contra las normas internacionales y la propia Constitución de Estados Unidos". Por si quedaba alguna duda, el secretario de Estado, Colin Powell, aseguró ante el Consejo de Seguridad que la Casa Blanca decidió atacar Irak con o sin el consentimiento de Naciones Unidas.

La guerra de agresión del Pentágono intenta ser justificada bajo el supuesto de que Irak constituye un "Estado canalla". Es decir, una "nación fuera de la ley", gobernada por una rencarnación de Hitler (Saddam Hussein) que, por lo tanto, significa una amenaza para sus vecinos y para el mundo entero. Por eso George W. Bush y su "perro de presa" Blair (Chomsky dixit), deben ponerle freno. En rigor es una nueva trapacería neocolonial que los autoungidos "estados civilizados e ilustrados" imponen a los "estados fracasados", por medio de la violencia, cuándo, dónde y de la manera en que lo "crean justo".

Por otra parte, esa utilización del término "Estado canalla" (rogue state) sólo remite a su uso propagandístico, aplicado a determinados enemigos de Washington. Pero como ha documentado hasta el cansancio Noam Chomsky, un uso literal del concepto remite históricamente a estados poderosos y expansionistas, que no se consideran obligados a actuar de acuerdo con las normas internacionales y recurren al imperio de la fuerza para acceder a "espacios vitales" (conquista de territorios, mercados, fuentes de materias primas, recursos naturales, mano de obra barata). Por lo general, tales estados actúan en función de un "imperativo categórico" y en defensa de su "interés nacional"; a ellos, la geopolítica les reserva un "destino manifiesto".

Por la frecuencia y durabilidad de sus actos de fuerza unilaterales a nivel mundial, el caso más visible de "Estado canalla" injerencista en el siglo xx fue Estados Unidos. Otros, como la Alemania nazi y la Italia fascista, tuvieron efímera duración.

Una larga cadena de hechos exhibe el menosprecio de Washington por las obligaciones contractuales. Como dijo en 1963 Dean Acheson, el derecho internacional es útil "para dar brillo a nuestras posiciones", pero no obliga a Estados Unidos. Tal posición fue expuesta con crudeza por el entonces secretario de Estado, George Shultz, cuando el tribunal de La Haya estaba considerando las acusaciones de Nicaragua contra el gobierno de Reagan por el minado del puerto de Corinto. Shultz se burló de quienes abogaban por "medios utópicos y legalistas como la mediación exterior, Naciones Unidas y el Tribunal Internacional de Justicia, y no tienen en cuenta el elemento de poder de la ecuación".

El tribunal condenó a Estados Unidos por el "uso ilegítimo de la fuerza" contra Nicaragua y le impuso la obligación de pagar sustanciosas reparaciones, pero Washington nunca obedeció.

El presidente William Clinton siguió al pie de la letra la doctrina del Estado canalla: Estados Unidos "actuará multilateralmente cuando sea posible, pero unilateralmente cuando sea necesario" (Madeleine Albright, 1993). Estados Unidos "hará uso unilateral del poder militar" para defender intereses vitales, inclusive "asegurar el acceso sin obstáculos a mercados claves, aprovisionamiento de energía y recursos estratégicos" y, desde luego, todo lo que Washington pueda decidir que está dentro de su "jurisdicción interna" (William Cohen, 1999). Erigido en "gendarme del mundo", y con pocas restricciones por parte de sus elites internas, en nuestros días Estados Unidos "es un Estado violento y fuera de la ley" (Chomsky).

Para asegurarse de que sus mandatos son leyes, una superpotencia canalla debe mantener la "credibilidad". Para construir esa "credibilidad" Washington utiliza un frente "clandestino, silencioso, invisible: la ideología", con la colaboración activa de universidades, institutos de investigación y las grandes cadenas de medios masivos de comunicación (CNN, The Financial Times, The Wall Street Journal, The Economist), imitados en todos los países por miles de "periodistas subordinados" (Ignacio Ramonet).

En determinadas coyunturas, como la actual, esa industria de la persuasión ideológica genera procesos de sugestión y contagio colectivo: el pánico hoy ante el "satán" Hussein, como antes frente al "maligno" Bin Laden. Para ese fin se utilizan operaciones de guerra sicológica y la acción clandestina de la "comunidad de inteligencia" (Pentágono, CIA, FBI, DEA), que disemina propaganda negra y noticias falsas para "ejercer influencia sobre la opinión pública y dirigentes políticos tanto en países amigos como en estados enemigos".

El hecho de no respetar el poder de la superpotencia canalla conlleva represalias o graves penalizaciones. Es lo que le han venido recordando a México el halcón Powell; el subsecretario de Defensa, Jack Dyer Crouch II; el embajador Tony Garza, el inefable Kissinger y el agente Pollack. Con el señuelo de la "amistad", México ha sido amenazado de que pagará un "alto costo" si no apoya a Estados Unidos contra Irak en el Consejo de Seguridad. Es la dialéctica del amo y el esclavo. El presidente Fox debería saber que Estados Unidos no tiene amigos, sólo intereses y vasallos. Y que la función del vasallo es inclinarse.

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