Presentará en la feria de Minería
su nuevo volumen sobre códices prehispánicos
México es tierra de libros, pero no de lectores:
León-Portilla
Muchos ignoran que desde antes de la era cristiana ya
existía aquí la escritura, señala
El historiador describe el significado y papel de esos
instrumentos en la cultura precolombina
ANGEL VARGAS
Una de las grandes paradojas e incluso tragedias del país,
señala Miguel León-Portilla, consiste en que desde antes
de la era cristiana ''somos tierra de libros, pero no de lectores".
El historiador y profesor emérito de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM) se refiere al México
moderno, pues precisa que durante la época prehispánica las
diferentes culturas mesoamericanas consideraban a la escritura y el libro
-sea mediante inscripciones o códices- elementos de inapreciable
valor e incluso de origen y fin sagrados.
''Tan grande era el aprecio de los gobernantes (aztecas),
tlahtoque, por los tlacuilos (pintores-escribanos) que les
habían concedido estar libres de toda tributación o cualquier
forma de servicio personal. Como diríamos ahora 'sus derechos de
autor' estaban exentos de cualquier impuesto, algo que algunos gobiernos
laudablemente han adoptado respecto de sus modernos tlacuilos, es
decir, los escritores contemporáneos", ejemplifica.
''En un códice maya, hecho en un vaso de cerámica,
puede verse a un ah ts'ib (un escribano) diciéndoles a dos de sus
alumnos: 'tomad esto (la escritura) porque también es alimento,
como el maíz'. Sabemos por Bernal Díaz del Castillo y el
propio (Hernán) Cortés que Moctezuma tenía archivos
muy grandes, como bibliotecas, que se llamaban Amoxcallis, es decir casas
de libros (amox = libros, callis casas). La escritura existe en México
desde antes de la era cristiana, lo cual ignora mucha gente."
15 libros de raíz prehispánica
León-Portilla
aborda este fascinante universo cultural y artístico en su libro
más reciente, Códices. Los antiguos libros del Nuevo Mundo
(Aguilar), que será presentado el domingo próximo a las 13
horas durante la última jornada de la versión 24 de la feria
del libro de Minería.
''Mi intención en este libro no es hacer un catálogo
de códices, pues hay varios ya, algunos de ellos muy copiosos, que
registran casi 500 ejemplares. Mi propósito, entonces, es mostrar
el significado y el papel que tuvieron estos instrumentos en los diversos
aspectos de la cultura prehispánica: en los templos, las escuelas,
los palacios, los mercados, la vida cotidiana, el intento de descubrir
los destinos inherentes a los seres humanos. Eran, en fin, muchísimas
sus funciones", explica en entrevista.
''Los libros prehispánicos que conocemos están
elaborados en papel de amate, que es un ficus, o en piel, generalmente
de venado. Por desgracia son muy pocos los de origen prehispánico
que existen, 15."
Aunque los españoles destruyeron gran parte de
esos libros, la Conquista no trajo el desuso de esta práctica, pues
se conservan manuscritos en cantidades mayores a las imaginables e incluso
de tiempos más o menos recientes.
Comunicación más cercana
Según el historiador, quien desde hace medio siglo
se dedica al estudio del tema, tres son las razones por las que los mesoamericanos
siguieron elaborando ese tipo de materiales: para mantener la conciencia
de su ser indígena, de su historia y de su identidad (verbigratia
códices Xólotl y Borbónico); porque
los españoles se los pedían para informar al emperador o
a las autoridades reales de la historia y cultura de los mexicanos (el
Códice Mendoza o la Matrícula de Tributos),
y como argumento para comprobar la titularidad de cierto territorio.
Este último tipo de códices, denominados
Techialoyan, fueron elaborados hasta fines del siglo XVII y principios
del XVIII: ''Son códices que considero falsos y verdaderos a la
vez. Falsos, porque pretenden ser más antiguos de lo que son; muchas
veces dicen que Cortés les dio tal cosa y no fue así. Pero
son verdaderos en cuanto a que tienen muchas noticias recogidas de papeles
más antiguos, además de que pertenecen a una necesidad del
pueblo por defender sus tierras".
De acuerdo con León-Portilla, los códices
cumplieron funciones similares a las que desempeñan los libros,
con el añadido de que ''permitían una comunicación
más cercana", pues combinaron imágenes con caracteres glíficos
para condensar mejor la idea y la información.
''No quiero decir que eran mejores, pero sí resaltar
que poseían combinación semántica doble (imagen y
representación fonética). En la cultura occidental quizá
sólo puedan comparárseles algunos de los rezos medievales
llamados libros beatos", dice.
Para hacerlo todavía más gráfico,
el académico, con sus debidas distancias, compara los códices
con ''esas noveluchas hechas con fotografías", por la importancia
que le dan a la imagen ambos materiales, tanta como al texto.
Y agrega: ''Estamos volviendo a ella (a la imagen) con
la televisión, por ejemplo. La imagen bien administrada, bien empleada,
es un recurso muy importante, no podemos despreciarla. Los códices
fueron en el pasado lo que hoy es el cd-rom para nosotros (pues) contenían
un sinfín de información. Pero no hay que caer en exaltaciones,
pues los códices no son ni mejores ni peores que los libros occidentales,
simplemente son diferentes".