Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 25 de febrero de 2003
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Cultura
Presentará en la feria de Minería su nuevo volumen sobre códices prehispánicos

México es tierra de libros, pero no de lectores: León-Portilla

Muchos ignoran que desde antes de la era cristiana ya existía aquí la escritura, señala

El historiador describe el significado y papel de esos instrumentos en la cultura precolombina

ANGEL VARGAS

Una de las grandes paradojas e incluso tragedias del país, señala Miguel León-Portilla, consiste en que desde antes de la era cristiana ''somos tierra de libros, pero no de lectores".

El historiador y profesor emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se refiere al México moderno, pues precisa que durante la época prehispánica las diferentes culturas mesoamericanas consideraban a la escritura y el libro -sea mediante inscripciones o códices- elementos de inapreciable valor e incluso de origen y fin sagrados.

''Tan grande era el aprecio de los gobernantes (aztecas), tlahtoque, por los tlacuilos (pintores-escribanos) que les habían concedido estar libres de toda tributación o cualquier forma de servicio personal. Como diríamos ahora 'sus derechos de autor' estaban exentos de cualquier impuesto, algo que algunos gobiernos laudablemente han adoptado respecto de sus modernos tlacuilos, es decir, los escritores contemporáneos", ejemplifica.

''En un códice maya, hecho en un vaso de cerámica, puede verse a un ah ts'ib (un escribano) diciéndoles a dos de sus alumnos: 'tomad esto (la escritura) porque también es alimento, como el maíz'. Sabemos por Bernal Díaz del Castillo y el propio (Hernán) Cortés que Moctezuma tenía archivos muy grandes, como bibliotecas, que se llamaban Amoxcallis, es decir casas de libros (amox = libros, callis casas). La escritura existe en México desde antes de la era cristiana, lo cual ignora mucha gente."

15 libros de raíz prehispánica

León-Portilla aborda este fascinante universo cultural y artístico en su libro más reciente, Códices. Los antiguos libros del Nuevo Mundo (Aguilar), que será presentado el domingo próximo a las 13 horas durante la última jornada de la versión 24 de la feria del libro de Minería.

''Mi intención en este libro no es hacer un catálogo de códices, pues hay varios ya, algunos de ellos muy copiosos, que registran casi 500 ejemplares. Mi propósito, entonces, es mostrar el significado y el papel que tuvieron estos instrumentos en los diversos aspectos de la cultura prehispánica: en los templos, las escuelas, los palacios, los mercados, la vida cotidiana, el intento de descubrir los destinos inherentes a los seres humanos. Eran, en fin, muchísimas sus funciones", explica en entrevista.

''Los libros prehispánicos que conocemos están elaborados en papel de amate, que es un ficus, o en piel, generalmente de venado. Por desgracia son muy pocos los de origen prehispánico que existen, 15."

Aunque los españoles destruyeron gran parte de esos libros, la Conquista no trajo el desuso de esta práctica, pues se conservan manuscritos en cantidades mayores a las imaginables e incluso de tiempos más o menos recientes.

Comunicación más cercana

Según el historiador, quien desde hace medio siglo se dedica al estudio del tema, tres son las razones por las que los mesoamericanos siguieron elaborando ese tipo de materiales: para mantener la conciencia de su ser indígena, de su historia y de su identidad (verbigratia códices Xólotl y Borbónico); porque los españoles se los pedían para informar al emperador o a las autoridades reales de la historia y cultura de los mexicanos (el Códice Mendoza o la Matrícula de Tributos), y como argumento para comprobar la titularidad de cierto territorio.

Este último tipo de códices, denominados Techialoyan, fueron elaborados hasta fines del siglo XVII y principios del XVIII: ''Son códices que considero falsos y verdaderos a la vez. Falsos, porque pretenden ser más antiguos de lo que son; muchas veces dicen que Cortés les dio tal cosa y no fue así. Pero son verdaderos en cuanto a que tienen muchas noticias recogidas de papeles más antiguos, además de que pertenecen a una necesidad del pueblo por defender sus tierras".

De acuerdo con León-Portilla, los códices cumplieron funciones similares a las que desempeñan los libros, con el añadido de que ''permitían una comunicación más cercana", pues combinaron imágenes con caracteres glíficos para condensar mejor la idea y la información.

''No quiero decir que eran mejores, pero sí resaltar que poseían combinación semántica doble (imagen y representación fonética). En la cultura occidental quizá sólo puedan comparárseles algunos de los rezos medievales llamados libros beatos", dice.

Para hacerlo todavía más gráfico, el académico, con sus debidas distancias, compara los códices con ''esas noveluchas hechas con fotografías", por la importancia que le dan a la imagen ambos materiales, tanta como al texto.

Y agrega: ''Estamos volviendo a ella (a la imagen) con la televisión, por ejemplo. La imagen bien administrada, bien empleada, es un recurso muy importante, no podemos despreciarla. Los códices fueron en el pasado lo que hoy es el cd-rom para nosotros (pues) contenían un sinfín de información. Pero no hay que caer en exaltaciones, pues los códices no son ni mejores ni peores que los libros occidentales, simplemente son diferentes".

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