GUERRA CONTRA IRAK
Sólo uno de 435 legisladores tiene un familiar
inmediato en el ejército: investigación
Estadunidenses pobres, quienes combaten en Irak; los
más ricos rehúyen ese "honor"
Los soldados, reclutados de sectores marginados que
buscan educación y capacitación gratis
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 4 de abril. El dramático
rescate nocturno de la soldado Jessica Lynch por las fuerzas especiales
de un hospital en Nasiriya, donde se encontraba presa de las fuerzas iraquíes,
recibió elogios del presidente George W. Bush, fue celebrado por
los medios e inspiró cuentos del heroísmo militar estadunidense,
pero la historia de cómo Lynch y sus camaradas se encuentran ahora
en Irak ofrece elementos para explicar la naturaleza de quienes integran
las actuales fuerzas armadas de Estados Unidos.
Los soldados estadunidenses que combaten en Irak no son
hijos e hijas de los líderes políticos que tomaron la decisión
de lanzar esta guerra. Una investigación realizada a los 435 legisladores
de la Cámara de Representantes encontró que sólo uno
de ellos tiene a un miembro de su familia inmediata en las filas militares.
El gobierno de Estados Unidos disolvió el servicio
militar obligatorio a principios de la década de los años
70 y hoy el millón 400 mil personas que conforman las fuerzas armadas
de este país son reclutadas, en gran medida, de familias pobres
que optan por las oportunidades de educación y capacitación
gratis que se ofrecen a los que se su-man a las filas militares.
"Lo
llaman el reclutamiento de la pobreza -explica Todd Ensign, de la organización
Citizen Soldier (Soldado Ciudadano)-. No tenemos más el reclutamiento
obligatorio, pero en su lugar tenemos el reclutamiento obligado por la
pobreza. Las personas que hoy ingresan a las filas militares son abrumadoramente
gente que no cuenta con di-nero para acudir a la universidad y otros tipos
de capacitación profesional".
La historia de la soldado Lynch ofrece un ejemplo claro
de esta evaluación del perfil socioeconómico. La joven proviene
de una familia de trabajadores pobres del pueblo rural de Palestine, West
Virginia.
Su hermano también está en el ejército
y su hermana tiene la intención de sumarse a las filas militares
el próximo año. El padre es chofer de camiones.
En Palestine la tasa de desempleo es más del doble
del promedio nacional y la mayoría de familias de ahí no
tiene los dineros para enviar a sus hijos a la universidad.
Lynch se enlistó en el ejército porque las
fuerzas armadas pagarían una educación universitaria que
no podría obtener de otra manera, y la cual necesita para lograr
su ambición de ser maestra de párvulos al cumplir con su
servicio militar.
Entre los otros soldados capturados junto con ella está
Rubén Estrella Soto, cuyo padre es mecánico en Ciudad Juárez,
y la especialista Shoshana N. Johnson, quien nació en Panamá
y cuyos padres se enteraron de su captura por la cadena de televisión
hispana Telemundo.
El porcentaje de afroamericanos en las filas militares
es el doble de su presencia en la población general, y un reciente
sondeo del diario The New York Times reveló que hay muy pocos
hijos e hijas de ricos en las filas armadas, con excepción del cuerpo
elite de oficiales militares.
Esta disparidad provocó que el legislador federal
Charles Rangel propusiera restituir el servicio militar obligatorio.
"Creo que si aquellos que llaman a la guerra supieran
que sus hijos probablemente serían obligados a servir -y a ser colocados
frente al peligro- habría más cautela y ma-yor disposición
para trabajar con la comunidad internacional para manejar el asunto de
Irak", declaró Rangel cuando presentó su proyecto de ley.
"Una renovación del servicio militar obligatorio
podría ofrecer un mayor aprecio de las consecuencias de ir a una
guerra", afirmó el legislador.
La idea, explicó Rangel en su iniciativa presentada
a la Cámara de Representantes el mes pasado, es que cada hombre
joven en este país tendría que registrarse y estaría
en una situación donde se le podría obligar a ingresar a
las fuerzas armadas, y así las filas militares representarían
más plenamente a todos los sectores económicos y sociales
del país, incluyendo a la clase política y empresarial.
De hecho, la infraestructura para administrar un servicio
de reclutamiento obligatorio todavía existe en el país: todos
los hombres de 18 años de edad están obligados a registrarse
en el sistema militar.
Por cierto, ahora bajo una ley promulgada después
de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington,
todas las preparatorias del país están obligadas a ofrecer
a los militares los nombres, el historial académico y los orígenes
de todos sus estudiantes.
Pero inclusive un renovado sistema de servicio militar
obligatorio no eliminaría la disparidad del sistema actual, comenta
En-sign en entrevista con La Jornada.
Durante la guerra de Vietnam, cuando existía el
servicio militar obligatorio, los hijos de los ricos y privilegiados de
este país -incluyendo al ex presidente Bill Clinton y una buena
parte de los más altos funcionarios del gobierno de Bush- evitaron
el "honor" de servir a su país enrolándose en las fuerzas
armadas al obtener permisos pa-ra acudir a universidades u obteniendo descalificaciones
médicas falsificadas.
Setenta y seis por ciento de los soldados estadunidenses
en Vietnam provenía de la clase trabajadora o de familias de ingresos
mínimos, y sólo 23 por ciento tenía padres profesionistas
y técnicos, reportó recientemente el New York Times.
Aun así, Ensign señaló que si existiera
só-lo la amenaza de que sus hijos podrían ser sujetos de
participar en combate en una guerra, esto podría disminuir el entusiasmo
del Congreso y otras dependencias del go-bierno por las guerras.
"Si tuviéramos a jóvenes blancos de clase
media enfrentando el peligro, no estaríamos tan ansiosos por ir
a la guerra", dijo.