Sin honor ni gloria, la victoria que anunciará Bush
Tarea pendiente de fuerzas invasoras enfrentar una batalla tipo guerrilla
BLANCHE PETRICH
Símbolos del régimen de Saddam Hussein -palacios que ya son meros cascarones, un aeropuerto sin aviones, abandonado hace poco menos de un mes, y muchas estatuas que alimentaron el absurdo culto a la personalidad del líder baazista- empiezan a ser de gran utilidad en estas horas críticas para las tropas angloestadunidenses. Sirven para ilustrar con imágenes el anuncio de "su victoria", que preparan, quizá, para los próximos días.
Pero cuando se declare formalmente liquidado el régimen de Hussein, en un marco de devastación, escombros y miles de muertos -"incontables", declara la Cruz Roja-, no habrá mucha gloria ni honor para los vencedores. Sobretodo porque la última batalla aún no se ha peleado. Quedan los iraquíes que han sobrevivido al horror de la campaña "conmoción y pavor", que no ven a los invasores como liberadores, sino como enemigos encarnizados.
Desde sus miradores los analistas prevén, con márgenes de certeza razonables, que el anuncio del fin del régimen de Hussein es "cuestión de horas". Pero nadie niega que antes de que se disipe el humo y llegue la hora del recuento de los daños habrá todavía muchas horas y muchos días de guerra y dolor en las ciudades de Irak.
Hasta esta hora, con las demostraciones de fuerza de la tercera división de infantería paseando por la ribera occidental del Tigris, el destino de la otrora temida Guardia Republicana es un enigma. Los aliados presumen que en los combates para romper los sucesivos anillos de seguridad en torno a Bagdad murieron entre 2 y 3 mil soldados iraquíes, muchos seguramente de la Guardia Republicana. Pero nadie puede proclamar todavía que esta fuerza de elite esté definitivamente fuera de combate.
Según el Instituto de Estudios Estratégicos de Londres, la Guardia Republicana llegó a contar en sus mejores momentos con 150 mil hombres, todos de la etnia sunni (kurdos y chiítas no son admitidos en sus filas). Todos son voluntarios del ejército regular. Aquí no hay reclutamiento forzoso. Fieles a su causa, cada uno de sus miembros tiene grandes privilegios por encima de cualquier otra corporación. Están desplegados en tres batallones de elite: el Medina, el Hamurabi y el Nida, y cuentan con más de mil tanques T-72 de fabricación rusa, que aunque viejos resisten con su sólida tecnología el paso del tiempo.
Un análisis de la televisora qatarí Al Jazeera sobre esta fuerza, descrita con frecuencia por los oficiales estadunidenses como "el enemigo más temido en el campo de batalla", sostiene que la Guardia Republicana tiene una estrategia "en dos tiempos". La primera era resistir, junto con el ejército regular, la entrada de los invasores a Bagdad. Todo parece indicar que ésta ha fallado. Pero hay una segunda etapa: su despliegue entre las milicias, la población en resistencia y otros grupos que están incorporándose a la lucha para dar una batalla tipo guerrilla. Británicos y estadunidenses ya probaron la eficacia de esta táctica en Basora, Um Qasr y Nasiriya, y saben que es letal.
Frente a esta perspectiva las declaraciones del teniente Peter Bayer, de la tercera división de infantería, sobre el "control que mantienen sus tropas" de los tres palacios presidenciales, puede ser tan hueca como los edificios mismos, palacios en ruinas, sin rastros de sus ocupantes. Incluso el paso de 65 tanques y 45 vehículos Bradley por la calle que corre junto al río, cerca del centro de la capital, tiene un significado equívoco.
Un editorial publicado en el diario The Times of India, la semana pasada, señala que para el ejército estadunidense "el hecho de enfrentar un guerra de guerrillas representará un gran desafío que nunca ha tenido que encarar. No sólo se trata de falta de experiencia en este tipo de lucha, sino que carece de una doctrina militar específica y sus tropas jamás han recibido entrenamiento para ello".
Por tanto, agrega el diario de Nueva Dehli, los soldados tendrán que aprender a hacer este trabajo sobre la marcha. "No es de sorprender que ahora vuelvan la vista a la experiencia del ejército israelí en el manejo de la insurgencia palestina. Si, como es de esperarse, la resistencia de Irak demuestra que lleva el sello de los fedayines palestinos, las tácticas de los aliados en Basora, Narisiya y Najaf llevan el sello de Israel, que consiste en enfocarse en operaciones rápidas, con un fuerte respaldo de inteligencia militar previo, para decapitar la dirigencia de las guerrillas urbanas".
En efecto, la descripción de esta táctica se ha visto en el patrón aplicado hasta ahora por los británicos en Basora: fuerzas de elite incursionan para apoderarse de focos específicos y moverse, a partir de ahí, peinando casa por casa. Estas operaciones son precedidas por fuego de helicópteros artillados, incapaces de identificar desde el aire blancos militares o civiles. Falta ver, como en los asentamientos palestinos, la acción de los bulldozers barriendo los hogares en los presuntos focos de resistencia, limpiando de enemigos el camino de la ocupación. En la práctica, es una táctica muy peligrosa para los soldados invasores y muy sanguinaria para los pobladores, quienes pagan las más altas cuotas de sangre.