Miguel Concha
Religión y guerra
No es la primera vez -ni, si nos descuidamos, será la última- que el imperialismo del gran capital, acaudillado sobre todo por las administraciones republicanas, y lidereado por las empresas trasnacionales de la guerra, pretende justificar religiosamente su belicismo. En 1985, en plena época de la carrera armamentista, y estando en la presidencia Richard Nixon, Roger Boston mostró, en una tesis doctoral sobre la ideología de la disuasión nuclear, sustentada en la Divinity School de Oxford, cómo para ello se manipula el libro del Apocalipsis. Así se intenta por una lado legitimar incluso el uso del armamento nuclear, lo que constituye una amenaza para todo el mundo, y quebrantar por otro la capacidad de resistencia de las víctimas de la injusticia. Para llevarlo a cabo se hace una interpretación arbitraria y, por lo mismo, completamente descontextuada, del último libro del Nuevo Testamento, superada incluso en muchas vertientes cristianas no católicas, partidarias en su origen del "libre examen" en la lectura de las Escrituras, haciendo decir al texto lo que a cualquiera se le ocurra, como si el sentido literal del mismo fuera el que a cada quien, con sus propios ojos -no con los del autor- le plazca. Ocultos quedan así los intereses económicos, políticos y geopolíticos que condicionan o determinan tal lectura, como si el texto bíblico no implicase, en una actitud honesta, su traducción fiel a las circunstancias que experimentan los creyentes de hoy en día, intimidados no precisamente por el imperio romano, que es al que aludía el lenguaje críptico y metafórico del Apocalipsis, sino por el imperialismo del gobierno de Estados Unidos.
En su columna Desfiladero, dedicada el sábado pasado al fundamentalismo de los "cristianos renacidos" y a las "ideas religiosas de Bush", Jaime Avilés explica cómo para estos nuevos grupos, seudocristianos y seudorreligiosos, la interpretación correcta del Apocalipsis no significa una exhortación a la fidelidad y a la perseverancia de los creyentes en tiempos de persecución, sino la condena por igual de todos aquellos, sean de la religión que sean, que no se alínean al mesianismo postizo del presidente del país del norte. Felizmente para la humanidad, hay cristianos sinceros, que leen la Biblia como un llamado a la fraternidad universal y a la paz entre los hombres. Son los que en razón de su fe se siguen oponiendo a todo lo que esta invasión significa, marcan claramente su distancia del fundamentalismo interesado de Bush y sus asesores religiosos y califican a esta guerra como blasfema. Son también los que han pagado un alto precio por ello, sacrificándose con manifestaciones, marchas, vigilias y ayunos, y están siendo juzgados o en prisión en Estados Unidos por su testimonio. Entre ellos se encuentra el padre Jean Luc Vesco, O.P., uno de los redactores de las ediciones de la Biblia de Jerusalén, que ha compuesto la siguiente oración ecuménica por la paz en estos días:
En el nombre de Abraham, padre de los creyentes, al que llamaste un día de Mesopotamia (la tierra entre los ríos) para que llevara tu bendición a todas las naciones; te pedimos, Señor, que las armas sean silenciadas allí donde hablaste por primera vez a los seres humanos.
A los hijos de Babel en que nos hemos convertido, divididos por el odio y la incomprensión, soñando sin cesar en lanzar locas empresas y hambrientos de fama, ven a enseñarnos, Señor, el único lenguaje universal, que es el de la fraternidad entre los seres humanos.
Han mezclado, Señor, tu nombre en esta guerra, pretendiendo matar con tu auxilio a militares y civiles, mujeres, hombres, niños y ancianos, bombardear ciudades y aniquilar por hambre a la población; pon, Señor, fin a esta blasfemia, parando este diluvio de fuego.
Mosul venera las tumbas de tres héroes bíblicos: Set, Jonás y Daniel. Set tuvo un hijo, que fue la primera persona en invocar tu nombre. Jonás es signo de resurrección. Daniel vio venir del cielo entre nubes al Hijo del hombre, Señor, que los tres sean hoy para nosotros poderosos intercesores ante Ti.
Entre ellos se encuentra también la hermana Sharine, monja dominica iraquí, que en enero acudió a Porto Alegre para denunciar los crímenes de guerra que ya perpetraba la aviación estadunidense contra su pueblo: "Una de las causas del hambre es que hace más de ocho años que Estados Unidos continúa bombardeando diariamente a Irak. Y una de las técnicas utilizadas fue bombardear la agricultura, los campos iraquíes, con todo tipo de microorganismos. Lanzaron virus y gérmenes que acabaron con la agricultura nacional. Hasta ratas lanzaron en bolsas por paracaídas..."