Campesinos negros y ganaderos de origen español
disputan 500 has.; ambos tienen prescripciones
Coyolillo, añejo conflicto agrario con tintes
de discriminación
Es un problema jurisdiccional que debe resolver la Reforma
Agraria, afirma el gobierno veracruzano
GUADALUPE LOPEZ ESPINOSA CORRESPONSAL
El Coyolillo, Municipio de Actopan, Ver., 18 de abril.-
El pueblo de Coyolillo, situado a 45 minutos de Jalapa, es una zona
olvidada, pedregosa; apenas empiezan a construirse algunas casas de concreto
con el dinero que envían los jóvenes que, a falta de tierras,
emigraron a Estados Unidos. Dos regresaron muertos.
Sus campesinos, mezcla de esclavos africanos e indígenas,
disputan 500 hectáreas a 27 ganaderos del ejido Alto Lucero -en
su mayoría descendientes de inmigrantes españoles-, en un
conflicto agrario que tiene tintes de racismo y discriminación.
Ambos grupos aseguran tener la documentación que
los acredita beneficiarios de las tierras, y mientras las autoridades agrarias
y del gobierno del estado intentan solucionar el problema jurídicamente,
ya ha habido conatos de enfrentamiento, el más reciente, con armas.
Los de Coyolillo han tenido como propiedad 500 hectáreas
que pertenecían al cacique Crispín Viveros, terreno que les
fue adjudicado luego de un juicio por prescripción positiva que
data de 1952 y está totalmente fuera de lo que es la hacienda de
Almolonga, de donde depende el ejido Alto Lucero, dicen los campesinos.
Comentan que sus adversarios de Alto Lucero "dicen que
son ejidatarios, pero son ganaderos", cuentan también con un juicio
de prescripción positiva pero de 1953, por lo que "primeros en tiempo,
primeros en derecho", señalan los de Coyolillo.
Frente a las ruinas de la ex hacienda de Crispín
Viveros y de la montaña donde están las tierras en pugna,
hombres y mujeres se congregan para hablar del problema.
Maximiliano León Zaragoza, en nombre de los campesinos,
señala que en mayo de 2001 entraron a sembrar una parte de la superficie,
pero los ganaderos les echaron sus animales para que acabaran con la cosecha
y, apoyados por la policía y con armas, los desalojaron.
Luego
los acusaron de despojo, a raíz de lo cual 70 campesinos tienen
órdenes de aprehensión, de los cuales 10 pudieron ampararse
y están libres bajo fianza.
Mencionan que en la causa penal por despojo, los ejidatarios
y ganaderos los ubican en la Hacienda de Almolonga, "lo cual es falso,
ahí está la carpeta básica", señalan.
Ahí, mencionan, los poderosos acapararon las mejores
tierras y a la gente de aquí la dejaron en el lugar más pobre
y pedregoso, mal ubicado y en lo alto, pero en la parte baja hay riego
y otra manera de trabajar.
La tierra en discordia consta de tres predios: La Sabana,
La Colmena y La Cruz. "Son tierras de Coyolillo", afirma Enrique Mendoza
Mendoza, uno de los dos sobrevivientes de los ocho que iniciaron la lucha
por esa tierra que, aseguran, poseían desde 1928. Ahora la pelean
hijos y nietos.
La disputa no es para menos. En esa tierra se produce
maíz, frijol, caña, café, tomate y chile, pero al
no poseerla, los hombres de Coyolillo salen a cortar caña, mientras
500 jóvenes se han ido a Estados Unidos desde donde envían
dinero para financiar la lucha.
"Inclusive aquí hablamos de una discriminación,
de un racismo que sufrimos la gente africana que quedó aquí,
a la que los descendientes de españoles los veían siempre
como esclavos", se queja León Zaragoza.
Ni indios, ni indígenas: ejidatarios
"No somos ganaderos, somos ejidatarios, y lo de la gente
de Coyolillo es una necedad, porque ellos dicen que son propietarios de
esa tierra desde 1952, pero si eso fuera la tuvieran en posesión",
señala el comisariado ejidal, Erasto Piedra.
Agrega que los ejidatarios de Alto Lucero tienen la superficie
motivo del conflicto y la rentaron a campesinos de Mesa de Guadalupe, quienes
la tienen sembrada de tomate, y como sus adversarios de Coyolillo la ven
cultivada y con pastizales, quieren meterse.
Erasto Piedra y sus compañeros estuvieron en el
Congreso local, para entrevistarse con diputados encabezados por Constantino
Aguilar, del distrito de Misantla, al cual pertenece Alto Lucero.
En esa reunión, dijo, a él y sus compañeros
los legisladores les pidieron que solucionen el problema sin riñas
ni enfrentamientos, como el ocurrido en 2001.
Los dos grupos estaban armados, recuerda Erasto Piedra,
y por eso buscaron la mediación del gobierno, por lo que hasta ahora
no ha habido más conatos de enfrentamiento, porque al menos "la
postura nuestra es de no pelear porque la tierra no vale la vida de cristianos".
Califica de "locos" a los de Coyolillo, y explica que
lo que pasó es que cuando fueron afectadas las haciendas de Almolonga
y La Consolación por el reparto agrario, hubo quienes quisieron
comprar tierras y empezaron a notariarlas, pero "los dueños somos
nosotros, ellos no".
Además, las tierras que disputan son ejidos, no
pequeñas propiedades, y cada ejidatario de Alto Lucero tiene su
título de propiedad y su fracción de tierra, dice. Refiere
que uno de los 27 ejidatarios tiene 100 cabezas de ganado y otros entre
tres y 15, "por eso no se pueden llamar ganaderos", indica.
Arremete contra los de Coyolillo, a quienes llama "flojos,
que se meten donde quieren a despojar". Niega que los discriminen y humillen
por su color.
"Tienen su buena raza, no son indios, no son indígenas,
están cruzados, sus antepasados son africanos y deberían
estar orgullosos y no los vamos a humillar, porque los morenos, prietos
o güeros valemos lo mismo".
Sin embargo, las mujeres de Coyolillo no opinan lo mismo.
"Los de Alto Lucero y Mesa de Guadalupe nos hacen el fuchi porque
somos morenos y se enojan si usamos el mismo carro (camión de pasajeros);
hasta han dicho que van a pedir uno para blancos", señala Dora Flores
Mendoza.
Otras, como Benita Mendoza, Honoria Martínez y
Dulce María López, piden al gobierno que les devuelvan sus
tierras para que sus hijos que viven en Estados Unidos regresen y tengan
dónde trabajar.
"No es lío del gobierno estatal"
Para la Subsecretaría de Gobierno veracruzana,
el problema es jurisdiccional, porque hay dos grupos de pequeños
propietarios y el juez tiene que definir quién es el dueño.
Agrega que uno tiene una prescripción de 1952 y otro una de 1953,
pero también un problema de linderos con dos ejidos: Alto Tío
Diego y Alto Lucero.
"Nosotros no podemos entrar porque no es un problema del
gobierno del estado, es de la Secretaría de la Reforma Agraria",
añade.
Agrega que ya se reunieron representantes de esa dependencia
y de la Procuraduría Agraria, la Subsecretaría de Gobierno
y las partes en conflicto, y llegaron al acuerdo de que la primera dependencia
mediría los terrenos, lo cual ya está haciendo
Indica que al parecer hay un excedente de tierra, por
lo cual se harían los trámites para una reubicación.
No obstante, hasta la fecha, no hay solución al conflicto.
El antropólogo Fernando Winfield Capitaine señala
que en 1970 todavía había rasgos de la cultura original africana
en Coyolillo. Tenían casas redondas de madera y en la actualidad
su sistema de propiedad es africano, mediante el cual los campesinos venden,
no una fracción de terreno, sino uno o varios árboles, en
este caso de mango, una de las principales bases de su economía.
Registros del siglo XVIII indican que esta población
es considerada parda (producto de la mezcla de esclavo negro con indígena),
pero no descartó que después, al suspenderse el tráfico
de esclavos hubieran influido factores genéticos por la mezcla con
españoles, de ahí los ojos claros de muchos hombres y mujeres.
Hay patrones muy marcados de discriminación, menciona
el antropólogo, quien entre sus trabajos de investigación
destaca uno sobre las fiestas del carnaval de Coyolillo, que publicó
en Cuadernos Afroamericanos de la Universidad Central de Venezuela.
Orgullo por los antepasados
Octavio López Zaragoza, dedicado a la manufactura
de máscaras, habla del orgullo de su gente por sus antepasados y
de la participación que tiene año con año en el Festival
Afrocaribeño que organiza el Instituto Veracruzano de Cultura, además
del carnaval que celebran desde hace 150 años y al cual asisten
turistas de Estados Unidos, Guatemala, de embajadas de Africa en México
y otros países.
Muestra el arpa, la jarana y los requintos que les obsequiaron
Culturas Populares y el Instituto Veracruzano de Cultura, aunque dijo,
el arpa nadie la toca, porque no saben. Pide que alguna institución
les mande un maestro y que les ayuden a establecer la casa de cultura.