A PLENO ZOCALO
José Agustín Ortiz Pinchetti
Pascua: Necesidad de la utopía
LA CONQUISTA DE Irak y su devastación ha provocado un shock cultural. La sensación de impotencia se exacerba por el fracaso de los grandes programas que intentaban mejorar la vida de la mayoría de la especie humana. La utopía marxista se hundió con la Unión Soviética y la neoliberal ha fracasado en los países centrales y en mayor medida en los países pobres. Lo peor es la confusión. Al punto que pensadores como Eric Hobsbawm argumentan que no existe una solución y que nos dirigimos, si no nos transformarnos, a la oscuridad.
ƑPERO COMO transformarse? La única utopía aún viva en el sentido de una crítica radical al orden existente y simultáneamente una propuesta de algo mejor está en el cristianismo. Puede decirse que sus preceptos son tan vagos y sus defensores tan conservadores que ni siquiera valdría la pena hablar del asunto.
PERO NO ES así. El programa de Jesús estuvo cimentado en la cultura judía a la que nunca renunció. Es un humanismo radical vinculado con el descubrimiento del monoteísmo. Era incomprensible y hasta absurdo en la época del naciente imperio romano, cuyos valores estaban centrados en el poder, el sojuzgamiento de los débiles y la gloria sangrienta de los fuertes.
DECIR QUE JESUS y el judaísmo se adelantaron a su época es poca cosa. Los derechos humanos que hoy finalmente son banderas de la humanidad: la igualdad, fraternidad, libertad de expresión y de conciencia, respeto a la mujer, las minorías y sobre todo el sentido de justicia, la liberación de los pobres y oprimidos, y la condena al abuso del poder y a la crueldad, están todos contenidos en el Torá y fueron vertidos al mundo en el Sermón de la Montaña. Pero sin el Evangelio, es decir, sin Jesús, y particularmente sin Pablo, el cristianismo no habría penetrado en la conciencia de Occidente como respuesta para todos, hasta transformar su cultura. Es muy difícil pensar que sin la herencia judeo-cristiana los millones reunidos para reclamar el fin de la guerra de Irak hubieran tenido ese impulso humanitario.
EL CRISTIANISMO PENETRO tenaz y progresivamente en Occidente, a través de la diáspora y de la estructura del imperio romano. A contrapelo de las odiosas disputas teológicas y del establishment religioso contra los que había prevenido Jesús. Sin prisa ni pausa avanzó como corriente viva durante siglos inspirando utopías religiosas y políticas, renuevos constantes del mismo espíritu. Como dice Eric Fromm, en cada nueva utopía, ya sea el liberalismo del siglo XVIII, o el socialismo del XIX y del XX, está presente la propuesta judeo-cristiana.
ES NOTABLE SEÑALAR que las iglesias realmente existentes se han opuesto ferozmente a los avances de cada utopía y se han señalado por estar en contra de las libertades y de la vocación igualitaria del primitivo cristianismo. En realidad se comportan como el clero judío de la época de Jesús, que no cejó hasta eliminarlo.
LAS PREGUNTAS QUE me asaltan son cómo, cuándo, dónde el espíritu utópico podrá renacer hoy, el cinismo parece ser la única respuesta a la implantación de los valores de dominación y de injusticia que han sido, desde siempre, sus enemigos mortales.
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