José Cueli
La guerra y los poetas
Sigmund Freud decía que para entender la complejidad
del alma humana había que acercarse a los poetas. Uno de ellos,
el poeta judío-alemán Yehuda Amijai llegó a Palestina
antes del Holocausto. Se alistó como voluntario en la Brigada Inglesa
durante la Segunda Guerra Mundial y después fue soldado del Palmaj,
durante la guerra que dio origen al Estado de Israel. El hallazgo fortuito
de una antología de poesía inglesa y sus vivencias de la
guerra lo convirtieron en poeta. Todo el horror y la soledad de aquellos
días está en sus poemas. Las composiciones dedicadas a su
compañero de armas, Dicky, que logró burlar un bloqueo para
ver a su hija recién nacida y había muerto al día
siguiente en una cruenta escaramuza.
En ese campo de batalla, ''la lluvia cae sobre el rostro
de mis compañeros;/ sobre el rostro de mis compañeros vivos
que/ se cubren la cabeza con una manta,/ y sobre el rostro de mis compañeros
muertos que/ ya no se cubren". En su poema Qué he aprendido de
las guerras expresa, entre otras cosas: ''Pero sobre todo he aprendido
el arte del camuflaje,/ no destacar, que no me reconozcan,/ que no distingan
entre mí y lo que me rodea,/ ni siquiera entre mí y mi amor,/
que crean que soy un matorral o una oveja,/ que soy un árbol, la
sombra de un árbol,/ que soy una duda, la sombra de una duda,/ que
soy un tabique vivo, una piedra muerta,/ una casa, la esquina de una casa".
La poesía de Amijai, en muchos sentidos, es una
denuncia contra la guerra; pero por desgracia su arte del camuflaje no
fue de mucha utilidad en Bagdad. Las bombas inteligentes y los misiles
Patriot han dejado demasiadas muertes y mutilaciones entre la población
civil de Irak, como lo fue la de nuestro poeta Octavio Paz, quien en 1957
escribió en Piedra de Sol unas palabras que alguien debiera
transmitirle a Bush: ''... nunca somos/ a solas sino vértigo y vacío,/
muecas en el espejo, horror y vómito". Nada sabe Bush de esa idea
antigua que Machado llamaba ''la esencial heterogeneidad del ser". Si alguna
vez hubiera escuchado la palabra otredad, no hubiera permitido la
destrucción del Museo Arqueológico y de la Biblioteca Nacional
de Bagdad. Por estos hechos las tropas estadunidenses serán recordadas
en el futuro como la rencarnación del Eróstrato, aquel oscuro
personaje que para inmortalizar su nombre incendió, en el año
356 aC, el famoso templo de Artemisa en Efeso, una de las siete maravillas
del mundo antiguo.
Bush nos está dejando un planeta ''podrido y maloliente"
porque no lee poesía, no lee a Octavio Paz:
''La vida no es de nadie, todos somos/ la vida -pan de
sol para los otros,/ los otros todos que nosotros somos-/ para que pueda
ser he de ser otro,/ salir de mí, buscarme entre los otros,/ los
otros que no son si yo no existo,/ los otros que me dan plena existencia."
A Alí Ismael Abbas, huérfano iraquí
de 12 años, que en un hospital de Kuwait pide que le devuelvan sus
brazos