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México D.F. Domingo 1 de junio de 2003
El Nano rebautiza el corazón de
la República como la "plaza del pueblo"
Con temas clásicos, Serrat sació a miles
de capitalinos concentrados en el Zócalo
Entonó Un mundo raro, de José Alfredo
A la disidencia magisterial le tocó saludo
JORGE CABALLERO
El cantante catalán Joan Manuel Serrat juntó
a 45 mil personas en la "plaza del pueblo", como rebautizó la Plaza
de la Constitución, y entabló un diálogo con su público
en las dos horas de concierto y los sació con sus temas clásicos,
como: Penélope, Pueblo blanco, Mediterráneo, La fiesta,
Cantares, Disculpe el señor y hasta homenajeó a Pedro
Vargas/José Alfredo Jiménez deconstruyendo la canción
Un mundo raro y dio gracias al dios de la lluvia azteca, Tláloc,
por ser benévolo y no dejar caer su incontenible furia.
Con un escenario adornado con las casas de campaña
hechizas y multicolores de los profesores de la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación (CNTE) en la plancha del Zócalo,
Serrat comenzó con el himno generacional Mediterráneo.
El profesor Melquiades Acuña, de la sección 18 de la CNTE
de Michoacán, comentó antes del recital lo que Serrat significaba
para los mentores: "Es un símbolo de lucha contra el poder, como
nosotros estamos haciendo. Lo menos que esperamos es que nos mande un saludo
de solidaridad para nuestra lucha". Y se le cumplió. A la tercera
canción Joan Manuel hizo los saludos: "Buenas noches, bienvenidos
todos a la plaza del pueblo. Un saludo fraternal y solidario a los trabajadores
de la docencia que están aquí instalados, venimos a compartir
con ellos esta noche, estamos en un lugar de todos y con gente bella. Gracias
a todos. Si no fuera por ustedes no estaríamos aquí. Es un
honor para mí estar aquí con tanta gente querida, nosotros
también los amamos", lo cual desencadenó una enorme carretada
de aplausos.
El
concierto comenzó a las 20:30, pero desde las 18 horas las barras
ya estaban apartadas. Había personas de la tercera edad, cuarentones,
jóvenes y niños, muchos niños que validaron el adagio
de que el gusto por Serrat se lleva en la información genética;
un cabrón gusto contra lo que no se puede hacer absolutamente nada.
Cada vez que se encendía una luz o alguien pasaba por el entarimado
la gente se emocionaba y el griterío se volvía ensordecedor,
los decibeles vocales subieron alrededor de las 20:15 horas, cuando alguien
descubrió a Serrat y comenzó a gritar su apellido, todo mundo
lo siguió. Los asistentes se expandieron por el primer tramo de
la calle 20 de Noviembre y el edificio del gobierno de la ciudad.
Vestido con saco gris, camisa y pantalón negros,
El Nano agradeció con las manos abiertas los piropos que
le lanzaban las muchachas, como "No existe nadie como tú", "papito".
Inclusive en la frase de la canción No hago otra cosa que pensar
en ti, donde dice "quisiera hacer mil canciones", una chica llamada
Perla se acabó la garganta espetándole: "¡Yo también
quiero hacerte un millón de canciones!"
En varios momentos Serrat se desplazó emocionado
por el escenario: aplausos a la derecha, a la izquierda, coreando La
mala racha, en el centro todos con la sonrisa pétrea/indeleble
y la vista fija para no perder ningún detalle de los movimientos
y pasos de baile con los que Serrat se discutió durante el concierto
Los éxitos continuaron: Me gusta todo de ti,
enorme canción que con el colofón de "pero tú no"
varias de las primeras hileras perdieron la compostura y hasta algunas
se jalaron las blusas y cerraban los ojos. Con Muñeca rusa,
se soltó una tenue lluvia, pero absolutamente nadie se movió.
Eso sí, todos disfrutaban y se mecían homogénamente
embrujados/subyugados por la voz de Serrat.
En la parte de atrás el sonido era bueno. Allí
permanecieron las familias y los amantes que, abrazados, se cantaban las
canciones de Serrat al oído, pues las pantallas equidistantes al
escenario cumplieron al pie de la letra su cometido y "acercaron" a El
Nano; incluso un autobús de turismo sirvió de grada para
que una veintena de fanáticos viera en lugar privilegiado la actuación
de su ídolo.
"Uno nunca sabe lo que pueda pasar"
Decir que hubo grandes momentos no le haría justicia
a este recital, pero sí hubo más emotivos que otros, nadie
se contuvo de acompañar al catalán en rolononones como: Para
la libertad, Donde quiera que estés, Hoy puede ser un gran día,
Cantares y Penélope.
En uno de los diálogos con su público el
artista expresó: "Suele suceder que los vocalistas de las orquestas,
o sea yo, presenten a los integrantes de la orquesta, y esto sucede cuando
está por finalizar el concierto, pero yo lo hago ahora, porque uno
nunca sabe lo que pueda pasar... que uno se vaya al cielo, pero yo no me
voy"; así, desfilaron en estricto orden de presentación los
nombres de David Barrado, guitarrista; Alejandro Terán, saxofonista;
Francisco García, baterista; Alejandro Hernández, bajo y
contrabajo, y Ricardo Ibáñez, al piano.
Sin ningún contratiempo, el concierto nunca bajó
de intensidad; pero en otro momento del recital, Serrat se dirigió
a su público: "Han de saber que soy catalán, y como en todos
los países también nos engañan y nos mienten; como
catalanes nos da por hablar catalán habiendo tantos idiomas en el
mundo, enterramos en catalán, pensamos en catalán y también
cantamos en catalán", y soltó Me voy yendo en su lengua
madre. La gente presintió que eso concluiría en breves momentos.
Certeza que llegó con La fiesta y todos al unísono
le pidieron que no acabara. El se dirigió a su público que
estaba con las palmas en lo lato y dijo: "No me queda más que decir
gracias, como ese gran cantante... 'muy agradecido, muy agradecido, muy
agradecido'"; y para sorpresa de todos comenzó a cantar su versión
intervenida de Un mundo raro. El, contentísimo, se despidió
del público con sus músicos flanqueándolo. La gente,
queda, comenzó a abandonar la plancha del Zócalo, satisfecha,
pero un poco triste porque se sabe que con Serrat nunca será suficiente.
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