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México D.F. Lunes 2 de junio de 2003
Tariq Alí*
Negocios, como siempre
Naciones Unidas ha capitulado. Que empiece de nuevo el
saqueo del sur por el norte.
Ya no sorprende, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas
capituló por completo, reconoció la ocupación de Irak
y aprobó la recolonización emprendida por Estados Unidos
y su sanginario ayudante británico. El mea culpa de la ''comunidad
internacional'' ocurrió en el momento oportuno. El 23 de mayo los
ejecutivos principales de más de mil compañías se
reunieron en Londres para la cosecha, en la resolana del restablecido consenso
que propicia el paraguas gigantesco de Bechtel, la compañía
constructora favorita del imperio estadunidense. Una pequeña porción
del botín habrá de repartirse.
Entonces, ¿dónde quedó la caldeada
retórica de Europa contra Estados Unidos? Berlusconi en Italia y
Aznar en España -los dos gobiernos más derechistas de Europa-
fueron los socios adecuados para Blair, mientras los estados de Europa
del este, confiriendo un sentido nuevo al término "satélite",
del que tanto tiempo disfrutaron, se formaron en la fila tras de Bush.
Francia y Alemania, por otra parte, protestaron durante
meses, alegando estar en total oposición a un ataque estadunidense
a Irak. Que Schroeder haya podido relegirse, pese al poco margen con que
lo logró, se debió a su promesa de no apoyar una guerra contra
Bagdad, aun cuando la autorizara Naciones Unidas. Chirac -contando con
veto en el Consejo de Seguridad- fue incluso más vociferante, declarando
que ningún asalto no autorizado contra Irak sería aceptable
para
Francia.
Juntos, París y Berlín presionaron a Moscú
para que expresara también su desacuerdo con los planes estadunidenses.
Incluso Pekín emitió algunos cautelosos gruñidos de
objeción. Las iniciativas francogermanas levantaron tremenda emoción
y consternación entre los comentaristas de la diplomacia. No hay
duda, aquí ocurrió un deslizamiento sin precedentes de la
alianza atlántica. ¿Qué habría sido de la unidad
europea, de la OTAN, de la "comunidad internacional" misma si esa desastrosa
división persistía? ¿Habría sobrevivido el
concepto mismo de Occidente?
Tales
aprensiones fueron mitigadas con prontitud. Apenas iluminaban el horizonte
nocturno de Bagdad los primeros misiles tomahawk y los primeros
civiles iraquíes eran segados por los marines, ya Chirac
se apresuraba a explicar que Francia garantizaría un cruce fluido
de los bombarderos estadunidenses por su espacio aéreo (algo que
no hizo, siendo primer ministro, cuando Reagan atacó Libia), y deseó
"un raudo éxito" a las fuerzas armadas estadunidenses en Irak. El
primer ministro alemán (verde cadavérico), Joschka Fischer,
anunció que también su gobierno esperaba sinceramente un
"rápido colapso" de la resistencia ante el ataque angloestadunidense.
Putin, no hay que menospreciarlo, explicó a sus compatriotas que
"por razones económicas y políticas", lo único que
podía hacer Rusia era desear una victoria decisiva de Estados Unidos
en Irak.
Washington no está satisfecho todavía. Quiere
castigar a Francia aún más. Por qué no un fustigamiento
ritual, público, transmitido en vivo por la cadena de televisión
Murdoch. Un humillado y mediocre señor feudal (Chirac) que se hincara
mientras la princesa imperial (Condoleezza Rice) le administra latigazos.
Entonces los líderes de un norte reunificado se relajarían
y seguirían haciendo negocios en torno a lo que les sale mejor:
saquear el sur. La expedición a Bagdad se planeó como el
primer lance de una nueva postura imperial. Qué mejor demostración
del viraje hacia una estrategia más ofensiva que hacer de Irak un
ejemplo.
Tal vez no haya una única razón que explique
la selección de Irak como objetivo, pero no hay misterio en que
hubo un gran margen de cálculos previo a los ataques. Económicamente
Irak posee las segundas reservas más grandes de petróleo
barato del mundo. La decisión que tomó Bagdad en 2000 -facturar
sus exportaciones en euros y no en dólares- entrañaba el
riesgo de que Hugo Chávez en Venezuela y los mullahs iraníes
también lo hicieran. La privatización de los pozos iraquíes,
bajo control estadunidense, ayudaría a debilitar a la Organización
de Países Exportadores de Petróleo.
Estratégicamente, la existencia de un régimen
árabe independiente en Bagdad ha sido siempre causa de irritación
para los militares israelíes. Con el posicionamiento de los fanáticos
republicanos cercanos al partido Likud israelí en puestos claves
del gobierno estadunidense, la eliminación de un adversario tradicional
se volvió un objetivo inmediato muy atractivo para Jerusalén.
Por último, así como el uso de armas nucleares en Hiroshima
y Nagasaki fue alguna vez una demostración extrema del poderío
estadunidense ante la Unión Soviética, también hoy
la blitzkrieg, la guerra relámpago que barrió Irak,
serviría para mostrar al mundo en general que -cuando las cartas
están sobre la mesa- Estados Unidos tiene, a fin de cuentas, con
qué hacer que se cumplan sus deseos.
Naciones Unidas adosó ya su aprobación retrospectiva
a un ataque preventivo. Por lo menos su malhadada predecesora, la
Liga de las Naciones, tuvo la decencia de colapsarse después de
que su programa fue violado en serie. Son los porristas en favor de la
guerra quienes, sin compungirse, trazan analogías con la blitzkrieg
de Hitler en los 40. Así, Max Boot escribe en The Financial Times:
"En 1940, los franceses combatieron arduamente... al principio. Pero a
la larga la rapidez y ferocidad del avance germano los condujo al colapso
total. Lo mismo ocurrió en Irak". Lo que sucedió en Francia
después de 1940 debería callarles la boca a estos entusiastas.
La falta de una bienvenida espontánea de los chiítas
y la fiera resistencia inicial a cargo de tropas irregulares hizo surgir
la teoría de que los iraquíes son un "pueblo enfermo" que
requiere un tratamiento prolongado antes de que pueda confiársele
su propio destino (si alguna vez viene al caso). Esa es la línea
tomada por David Aaronovitch en The Observer. De igual modo, George
Mellon en The Wall Street Journal advierte: "Irak no se recuperará
pronto del terror ejercido por Saddam. Después de más de
30 años de un dominio equivalente a Asesinos SA, la de Irak es una
sociedad muy enferma". Desarrollar un "sociedad ordenada" y revitalizar
(privatizar) la economía tomará su tiempo, insiste. En la
primera plana del Sunday Times, el reportero Mark Franchetti cita
a un funcionario estadunidense: "los iraquíes son un pueblo enfermo
y nosotros somos la quimioterapia. El cabo Ryan Dupre lo dijo claro: 'empiezo
a odiar este país. Esperen a que agarre a un jodido iraquí.
No, no lo agarraría, sólo lo mataría'". No es casual
que la teoría de la "sociedad enferma" comience a asumir mayor sofisticación,
pero queda claro que en estos territorios recientemente ocupados los pretextos
a la mano son una mezcla de Guantánamo y Gaza.
Si resulta inútil mirar hacia Naciones Unidas o
a Europa, no digamos hacia Rusia o China, en busca de algún obstáculo
serio a los designios estadunidenses en Medio Oriente ¿dónde
comienza la resistencia? Primero que nada, naturalmente, en la región
misma. Ahí, es de esperar que los invasores de Irak sean expulsados
tarde o temprano del país por una creciente reacción nacional
ante el régimen de ocupación que instalen, y que sus colaboradores
corran la misma suerte que el anterior primer ministro iraquí, Nuri
Said. Más temprano que tarde habrá de romperse el cerco de
corrupción y tiranías brutales en torno a Irak. Si acaso
existe un área donde pudiera resultar equivocado el cliché
de que las revoluciones clásicas son cosa del pasado, tal región
sería el mundo árabe. El día en que los Mubarak, los
hashemitas, los saudíes y otras dinastías sean barridas por
la ira popular será el fin de la arrogancia estadunidense -y la
israelí- en la región.
* Este texto fue publicado originalmente el 24 de mayo
de 2003 en The Guardian. Se reproduce aquí con autorización
del autor. El nuevo libro del escritor inglés-paquistaní
se titula Bush in Babylon: Recolonising Iraq (Bush en Babilonia:
la recolonización de Irak) y será publicado este otoño
por Versum.
Traducción: Ramón Vera Herrera
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