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México D.F. Lunes 2 de junio de 2003

ƑLA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

ƑNacionalismo taurino?

UNA PARADOJA caracteriza a la fiesta de los toros en México: cargada de ricas expresiones propias a través de sus protagonistas -toros, toreros, públicos, críticos, músicos, pintores, arquitectos y hasta adinerados sin idea del negocio-, hasta ahora ha sido deficientemente valorada y estudiada, así como sistemáticamente desdeñada o ignorada en los llamados círculos cultos, en tanto que el pueblo todavía conserva, como ejecutor y degustador, la tradición del toreo.

ƑA QUE ATRIBUIR estas reacciones ambiguas cuando no contradictorias hacia una genuina manifestación cultural en la que hasta no hace mucho variadas personalidades alcanzaron notables niveles de expresión, de intensa catarsis colectiva, de liberación de sentimientos profundos y de inobjetable sentido de identidad?

UNA ARBITRARIA discriminación de lo taurino por parte de "los villamelones de la cultura", en aguda frase de Gabriel Zaid, decidió importar y asimilar diversos valores, costumbres y formas de organización, pero no la fiesta de los toros, identificada por la elite cultural e incluso política -jóvenes pro yanquis metidos a presidentes- como espectáculo retardatario.

UNA LARGA CADENA de confusiones ha disminuido la justipreciación y debida preservación del rico fenómeno taurino de México: desde el tropezón de Colón con un continente equivocado hasta los afanes de originalidad y exclusividad taurinas de España, que nunca imaginó las consecuencias ganaderas y tauromáquicas de la involuntaria exportación del toreo a sus colonias americanas, sobre todo a la Nueva España.

A PARTIR DE la segunda mitad del siglo XIX la intelectualidad mexicana inicia un perjudicial distanciamiento con respecto a la tradición taurina del país que, una vez independizado, se entrega, poco vigilante, a nuevas formas de coloniaje que le impiden volver sobre sí mismo y sobre la solución de sus problemas con sus propios recursos.

CON TODO, EN las últimas dos décadas de la centuria antepasada la carismática figura del primer ídolo taurino de México, Ponciano Díaz, conferirá a nuestra tauromaquia rasgos de identificación para la población, que empezará a ver el toreo como expresión mexicana propia, no obstante sucesivas invasiones, taurinas y de las otras.

EN EL PRIMER cuarto del siglo XX la perturbadora propuesta taurina de Rodolfo Gaona consolida los rasgos definitorios y diferenciadores de una tauromaquia mexicana a la española, que imprime a las suertes del toreo un tono, un acento y una concepción del tiempo diferentes al modelo original, con resonancias asiáticas que la vuelven aún más exótica ante el fundamentalismo taurino español.

EN REACCION AL atrevimiento del enorme diestro leonés, los hispanistas del porfiriato le llamarán aquí "indio bolero", y allá, los defensores del exclusivismo le censurarán que carezca de "elegancia torera andaluza", ya que por su origen mestizo Gaona según esto sólo debería exhibir "una vulgaridad torera indígena".

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