México D.F. Martes 10 de junio de 2003
El fotógrafo que registró las
imágenes del jueves de Corpus platica con La Jornada
Mi secuestro y tortura marcaron mi destierro
periodístico: Lenin Salgado
Su interrogatorio fue dirigido por Miguel Nazar Haro
y Raúl Mendiolea Cerecero
BLANCHE PETRICH
El 10 de junio de 1971 Armando Lenin Salgado, entonces
de 33 años y apenas de regreso de la Sierra de Atoyac, guardó
en la mochila de su motocicleta sus negativos, sus fotografías y
sus reportajes de la guerrilla de Genaro Vázquez Rojas, con quien
había convivido varios días en la retaguardia rebelde, en
Guerrero. Era el primer periodista que lograba llegar a los campamentos
rebeldes de la Asociación Cívica Guerrerense, donde se pertrechaban
los maestros rurales y campesinos rebeldes más buscados por el Ejército
y la Dirección Federal de Seguridad. Suya es la imagen más
conocida del guerrillero.
Llevó su trabajo a la revista Por qué,
la opción de prensa alternativa y opositora de su época,
la única que en 1968 se atrevió a llamar, en un vistoso titular,
"asesino" al presidente Gustavo Díaz Ordaz. El director de la publicación,
el yucateco Mario Menéndez, estaba preso. Lo atendió Róger,
su hermano, quien se entusiasmó con el exclusivo material que tenía
en sus manos. Pero mientras acordaban los términos para la publicación
del espectacular reportaje, Salgado le comentó al editor:
-Fíjate que a la altura de San Cosme vi a unos
tipos medio raros esperando la marcha estudiantil que debe salir del Instituto
Politécnico Nacional a estas horas. No me parece que tengan cara
de estudiantes.
Menéndez
le pidió entonces que cubriera la marcha para la revista. Era la
primera protesta estudiantil que salía a las calles después
de la matanza de Tlatelolco, tres años atrás. Y Salgado conectó,
en un solo día, los dos sucesos que lo marcarían para siempre
como fotógrafo y periodista; las dos coberturas que le permitieron
hacer historia, pero que al mismo tiempo lo llevaron a la sala de torturas,
al ostracismo y a final de cuentas al "destierro periodístico".
Fue, en el terreno profesional, su mejor momento. Sus
imágenes de la matanza del jueves de Corpus dieron la vuelta al
mundo en las páginas de Life. Sus testimonios de los rebeldes
del maestro Genaro son una referencia histórica de primer nivel.
Pero fue, paradójicamente, su última oportunidad como periodista.
Entraba, además, al umbral de los desaparecidos, al reino de Miguel
Nazar Haro.
Pocos días después de la acción de
los halcones, Salgado fue secuestrado en su casa en un operativo
tipo escuadrón de la muerte. Eran elementos de la División
de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia. Durante
varias semanas fue incomunicado y torturado. Miguel Nazar Haro y Raúl
Mendiolea Cerecero, ex jefe de la policía capitalina, dirigían
el interrogatorio. Le reclamaban haber hecho contacto con Genaro Vázquez
como reportero solitario, mientras que ellos tenían desplegados
a 25 mil soldados peinando la sierra tras la huella del guerrillero.
Salgado era, al estilo de los periodistas de la época,
autor y fotógrafo. Su reportaje fue publicado como una gran exclusiva
en Por qué. Pero en lugar de su firma, un desconocido recibía
el crédito de su trabajo. Salgado, entre tanto, era torturado en
los separos de la Policía Judicial Federal.
Ocho días después, aterido de dolor y frío
y gracias a los oficios de algunos colegas -Marco Aurelio Carballo y Carlos
Ferreira-, fue liberado "por falta de pruebas". Aterrorizado, nunca más
volvió a la redacción de la revista, ni siquiera a cobrar
por su trabajo publicado. A su esposa le negaron el pago o siquiera una
explicación por el plagio. Los antiguos dueños del desaparecido
Por qué saldaron parcialmente la deuda 32 años después.
"Los torturadores de entonces -recuerda- decían:
encierro, destierro y entierro. Esa fue la sentencia que me lanzó
uno de los interrogadores más sádicos, Jorge Obregón
Lima, subjefe de los servicios secretos. Para mí, ese secuestro
significó el destierro de la cuestión periodística.
Sabía que si volvía a lo mismo, a los reportajes de lucha,
lo que seguía era mi entierro. Lo sé porque lo sufrí
en carne propia: la tortura te trauma."
Su nombre figuró en la lista negra de la
Oficina de Comunicación Social de la Presidencia, que dirigía
Mauro Jiménez Lazcano. Fue condenado al ostracismo.
Pero la rueda del tiempo ha puesto nuevamente las fotografías
de Armando Lenin Salgado en primera plana. En su memoria, a los 65 años,
el testimonio de esos años sigue intacto.
Sucesos y Por qué, comunicadores
del pueblo
"Siempre deseé no ser un don nadie. Desde chamaco
admiré la odisea de Fidel Castro en Cuba. A mediados de los años
60 pude huir de mi chamba de ruletero, cuando Raúl Prieto
-Nikito Nipongo, otra leyenda del periodismo mexicano- me dio la
oportunidad de trabajar como fotógrafo y reportero de la revista
Sucesos". Bajo la dirección de Prieto, la publicación
dejó de ser de peluquería para convertirse en lectura que
formaba conciencias. Escribían Juan Duch, Rius y Badillo.
Los tres reporteros estrellas que se formaron bajo las
enseñanzas de Prieto "éramos unos soberanos desconocidos":
Salgado, un ruletero; otro que era panadero y otro más, un burócrata
de quinto nivel. "No escribíamos, pergeñábamos nuestras
notas. Y sí teníamos intención política, queríamos
ser de izquierda, ser revolucionarios. Cobrábamos entre 50 y 75
pesos a la semana, muy buena lanita."
De Ciudad Neza a Colombia
La fotografía blanco y negro que le abrió
las puertas "al mundo mágico y fellinesco" de la prensa disidente
de entonces fue la imagen de unos taqueros en la entonces inexistente Ciudad
Neza. A la vera del puesto insalubre, unos muertos de hambre sólo
miran la mercancía humeante, inalcanzable.
Luego vino el 68. Ser portador de una charola de
Sucesos era tener la llave de todas las asambleas, todos los contactos
del movimiento estudiantil. Ellos eran "de la casa". La revista "llenaba
un vacío que ni Excélsior de Julio Scherer se atrevía
a desafiar. Cuando ésta declinó, el yucateco Mario Menéndez
lanzó Por qué, aún más radical y desafiante.
Llenábamos las páginas con denuncias y quejas que no se publicaban
en ningún otro lado. Nos arriesgábamos, no por una cantidad,
sino en plan quijotesco".
En octubre de 1968, Por qué tuvo un tiraje
de 500 mil ejemplares y se agotó. Poco después, con los reportajes
de Rodrigo Moya sobre el asalto al Cuartel Madera, en Chihuahua, volvió
a romper récord de ventas. "Era el comunicador del pueblo", lo define
ahora Salgado. "Lo único malo -añade en seguida- es que a
veces ni cobrábamos."
En
ese mundo de desafíos y exclusivas sobre las experiencias de lucha
armada, Salgado acompañó a Menéndez a las selvas colombianas
a hacer uno de los pocos reportajes gráficos que existen sobre los
primeros años del Ejército de Liberación Nacional
(ELN) y su líder Fabio Vázquez. En 1971 contactó,
por su cuenta, a Genaro Vázquez Rojas.
"Al maestro Genaro -rememora- lo recuerdo amable, muy
cercano a los ideales de la revolución cubana, pero más maoísta
en sus ideas. Y a su guerrilla, pues hoy la veo ingenua, muy romántica.
En esos años él era visto por su gente más como un
líder, más como una antorcha que como un guerrillero. Su
fuga de la cárcel de Iguala fue una epopeya que no sé si
en la actualidad podría repetirse. Cuando nos encontramos, en un
campamento, me dijo: 'yo te leía, paisano'. La entrevista la hice
sin grabadora ni libreta, pura memoria. Hablaba como maestro, no como un
hombre en armas. El advertía que en México los focos guerrilleros
iban a prenderse por todos lados. Adonde quiera fue fuera lo cobijaba la
gente. Por eso los 25 mil sabuesos del Ejército podían estar
a menos de un kilómetro de distancia y no daban con él."
Del viaje a Colombia, Mario Menéndez terminó
en la cárcel. Cuando la inteligencia militar colombiana detectó
que periodistas mexicanos habían logrado llegar hasta las filas
del ELN, entonces muy activo, emprendió la cacería. El reportero
se asiló en la embajada mexicana y el fotógrafo, mimetizado
con la población rural, logró salvar el cerco. Menéndez
fue enviado a México y detenido. Salgado continuó su carrera
hasta topar con Nazar y el 10 de junio de 1971.
"A veces pienso -cuenta- que si no hubiera sido por Bernard
Dietrich, el corresponsal de Time-Life, no hubiera sobrevivido a mi desaparición."
Y es que no era fácil desaparecer al autor de las fotografías
de los halcones en acción, que esos años daban la
vuelta al mundo. Una vuelta que hoy, a 32 años de distancia, vuelven
a emprender.
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