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México D.F. Martes 10 de junio de 2003
CONTRA LA DISCRIMINACION
La
firma del decreto de la ley federal para prevenir y eliminar la discriminación,
realizada ayer por el presidente Vicente Fox, marca la culminación
de un proceso legislativo ágil y ejemplar que se inició en
noviembre del año pasado, cuando el titular del Ejecutivo envió
a la Cámara de Diputados la iniciativa correspondiente, la cual
fue aprobada por ambas cámaras.
Como se señaló en este espacio en abril
pasado, cuando el Senado de la República votó en favor de
la ley referida, las disposiciones concretas contra la discriminación
resultan necesarias y urgentes para hacer realidad el mandato del artículo
primero constitucional, que prohíbe "toda discriminación
motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad,
las capacidades diferentes, la condición social, las condiciones
de salud, la religión, las opiniones, las preferencias, el estado
civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por
objeto menoscabar los derechos y libertades de las personas".
Tal precepto es quebrantado de forma cotidiana y hasta
estructural en casi todos los ámbitos del acontecer nacional. Cerca
de 90 por ciento de la población mexicana cuenta con una o varias
características que la hacen propensa a sufrir discriminación:
por género, por edad, por condición étnica o socioeconómica,
por preferencias sexuales o religiosas, por alguna discapacidad o por capacidades
diferentes, por nacionalidad y origen, por ocupación, o por padecimientos
que van desde la miopía hasta el sida.
Con esos hechos en mente resulta clara la necesidad de
reglamentar y dar viabilidad a la lucha contra la vergonzosa práctica
social de la exclusión y la segregación, pero además,
como señaló el propio Fox en la ceremonia de la firma del
decreto, se requiere un cambio cultural profundo para eliminar la discriminación
en todas sus expresiones.
La inminente entrada en vigor de la ley federal para prevenir
y eliminar la discriminación es un elemento que prueba la posibilidad
de alcanzar consensos políticos para las transformaciones nacionales
que el país requiere en el momento presente.
El ejemplo de lo contrario, es decir, de la ineptitud
y la falta de voluntad de la clase política, es el empantanamiento
del conflicto chiapaneco y de la consecución de un marco legal justo
para los pueblos indígenas.
El contraste entre la eficiencia legislativa en un asunto
de derechos individuales como la ley contra la discriminación, y
la torpeza con que se han manejado las reformas en materia de derechos
y cultura indígena, tema de derechos sociales, marca un contrasentido
que debe ser superado. La protección contra las discriminaciones
no debe beneficiar únicamente a los ciudadanos, sino también
a las comunidades.
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