Quetzalcóatl Mexica
 

* ENRIQUE FLORESCANO *


ilustracion rendon

viaje por las diversas épocas de Mesoamérica nos ha deparado un conocimiento nuevo. Gracias a ese recorrido sabemos que los dioses y símbolos más antiguos, como Ehécatl y el emblema real de la Serpiente Emplumada, conservaron sus atributos, sus formas de representación y sus significados antiguos, a pesar de las turbulencias políticas que sacudieron a ese tiempo dilatado. La comprobación de que Ehécatl y la Serpiente Emplumada prolongaron sus rasgos iconográficos y simbólicos durante más de mil años, permite ahora comparar esos atributos centenarios con las representaciones de Ehécatl y la Serpiente Emplumada en la época dominada por México-Tenochtitlán.

Otro personaje que logró resistir el embate del tiempo y atrajo el interés de los mexicas, hasta el punto de convertirlo en culto político mayor, es Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl. La memoria del gobernante de los toltecas de Tula mantuvo su aura legendaria en los relatos mexicas. Los cantos, mitos e imágenes que rememoran a Topiltzin Quetzalcóatl le confieren la condición de fundador del reino de Tula, realzan su talante de gobernante sabio y lo consagran como símbolo de la realeza. Sus funciones y atributos están vinculados a Tollan, el primer reino náuatl. Esto quiere decir que en el imaginario mexica Ehécatl, el emblema de la Serpiente Emplumada, Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl y Tollan, son los mitos fund dores de la legitimidad política.

Para apuntalar esta tesis me concentraré en el análisis de cada una de esas entidades, manteniendo la norma de considerarlas por separado, el procedimiento que nos ha servido para despejar buena parte de las confusiones que las oscurecían.
 
fig. 01-afig. 01-b
Figura 1. A) Representaciones de Ehécatl como dios del viento en el Códice
Magliabecchiano. B) Quetzalcóatl como regente del segundo segmento del
Tonalámatl, el calendario adivinatorio. Codex Vaticanus 3773.
 

Ehécatl

En la traducción al español de las antiguas fuentes nauas es común ver el nombre de Ehécatl sustituido por el de Quetzalcóatl. Asimismo, algunos de los primeros cronistas, sin previa explicación, llamaron Quetzalcóatl al dios que conocemos con el nombre de Ehécatl. A pesar de esta aparente confusión, que viene del siglo XVI, el análisis que presento aquí de las imágenes de Quetzalcóatl muestra que estamos ante el antiguo dios del viento, Ehécatl. Así lo indican fuentes acreditadas, como la Historia de los mexicanos por sus pinturas, que llama a uno de los dioses creadores Yohualli Ehécatl. Asimismo, la Histoire du Mechique menciona a Ehécatl como el dios que interviene en la creación del Quinto Sol. Esta fuente reconoce en Ehécatl a uno de los dioses importantes del panteón naua y le atribuye la creación de las mujeres y hombres de la era actual del mundo.

Otros testimonios destacan su índole creativa y le acreditan la paternidad del calendario (Fig. 1). Unas fuentes narran que cuando los dioses decidieron crear el Tonalpohualli o almanaque de los destinos, consultaron a Ehécatl-Quetzalcóatl y éste acordó que el primer día del calendario sagrado fuera 1 Cipactli (Uno Lagarto), el segundo 2 Ehécatl (Dos Viento) y el tercero 3 Calli (Tres Casa), de modo que los tres días iniciales del calendario representaban los tres niveles del cosmos (inframundo, cielo, tierra), y a su vez estos tres niveles estaban ligados, mediante la combinación de los 20 días del mes y los 13 meses del año, con las cuatro direcciones del orbe. Así, a lo largo de los 260 días de este almanaque, los dioses regían el destino de las mujeres y los hombres. Sahagún, al referirse a los expertos en la lectura del tonalámatl, dice que éstos se regían por una instrucción detallada que para ese efecto les dejó "Quetzalcóatl, la cual contiene veinte caracteres multiplicados trece veces".
fig. 02-b
Figura 2. Ehécatl como regente del segundo
segmento del Tonalámatl, en la lámina 62
del Códice Borgia.
 

Los poderes creativos de Ehécatl residen en su capacidad de mover los vientos por los distintos rumbos y niveles del cosmos. Es la fuerza que transporta el aire, el soplo que empuja las nubes y precipita la lluvia en la Tierra. Desde principios del siglo XX Eduard Seler había observado que "la creatividad es la esencia de su ser", y señaló que el aliento que emana de su boca era equivalente a la vida, el soplo vital. Recientemente Karl Taube advirtió que esas cualidades del Ehécatl mesoamericano son las mismas que los indios pueblo del sur de Norteamérica le atribuyeron a su dios del viento. De modo que si estos rasgos son compartidos por el dios del viento de los nauas, mixtecos y huaxtecos, así como por el numen del viento de los pueblos aborígenes del sur de Norteamérica, esto quiere decir que Ehécatl, además de ser uno de los dioses más antiguos, era una fuerza de la naturaleza deificada por la mayoría de los pueblos del centro y norte del continente.

Ehécatl mantuvo entre los mexicas su cualidad del dios del viento. Sahagún narra que éstos "teníanle por dios y decían que barría el camino a los dioses del agua". En otra parte, dice Sahagún que "sopla el viento de cuatro partes del mundo por mandamiento de este dios", y señala que el viento del este era el más benigno. El Ehécatl de los aztecas presenta los mismos rasgos iconográficos que advertimos en el 9 Viento de los mixtecos. A semejanza de este último, el Ehécatl de Tenochtitlán era representado en forma antropomórfica. En su cara lleva impreso el rasgo que lo distingue: la máscara bucal roja, en forma de pico de pájaro, por medio de la cual sopla el viento. En los códices, la mera presencia de esta máscara aludía al segundo de los 20 días del mes del calendario sagrado. En los códices Ehécatl casi siempre lleva un sombrero de forma cónica, redondeado, donde a veces, en el medio de un fondo negro, se pinta un ojo que simula el cielo estrellado (Fig. 2). Entre sus adornos destacan las conchas y los caracoles, cuya espiral alude al movimiento del viento. Sus orejeras y collar están hechos de conchas y en el pecho destaca el joyel del viento, un caracol cortado a la mitad que deja al descubierto la espiral por donde fluye el aire (Fig. 3).
fig
Figura 3. Ehécatl Quetzalcóatl
como dios del viento, según la
Historia de las Indias de Nueva
España e islas de tierra firme,
de Diego Durán.
 

Los aztecas solían representar a Ehécatl acompañado por otros dioses, en forma de figuras dobles. Los libros pintados brindan imágenes de Ehécatl hermanado con Tezcatlipoca, la deidad que en los relatos de creación comparte con él la ingente tarea de construir el cosmos (Fig. 4). Otras veces hace pareja con Xólotl, el dios de la vegetación, que en los mitos cosmogónicos viaja con Ehécatl al inframundo y lo ayuda a rescatar los huesos de la antigua humanidad. La más impresionante de estas imágenes gemelas nos la brinda una lámina del Códice Borgia, donde Ehécatl, el soplo vital, comparece apareado con Mictlantecuhtli, el dios de la muerte y el inframundo (Fig. 5). Es decir, el lenguaje de las imágenes, a la vez que informa sobre las variadas actividades que ocupan a Ehécatl, ofrece los tiempos en que éstas eran celebradas en el calendario sagrado. Y el hecho de que estas actividades se refieran a la creación del cosmos, el origen de los seres humanos, el calendario, la escritura y las fiestas religiosas festejadas durante el año, confirma la tesis de que Ehécatl era uno de los dioses primordiales, probablemente el dios creador de la cosmogonía de Tollan-Teotihuacán. Y es importante señalar que en las numerosas representaciones mexicas de Ehécatl nunca se le confunde con el personaje Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl.

La importancia de Ehécatl en el panteón de México-Tenochtitlán la revela la ubicación de su famoso templo redondo en el Sanctasantorum de la ciudad, en el corazón del centro ceremonial, frente al Templo Mayor y en Tlatelolco (Fig. 6). En los tiempos de su mayor auge político, los mexicas estuvieron atentos a los dioses de otras culturas que gozaban de prestigio y buscaron incorporarlos en su panteón. No es un azar que una representación de Ehécatl que figura en el Códice de Viena de los mixtecos de Tilantongo, se reproduzca con exactitud en el Códice Borgia (Fig. 7). Simultáneamente a la irradiación del culto de Ehécatl en Tenochtitlán, en Cholula el dios del viento tenía uno de sus santuarios mayores. Fray Diego Durán, uno de los primeros religiosos que se apasionó por la figura de Quetzalcóatl, identificó a éste con Ehécatl y reunió informaciones interesantes sobre el dios del viento en Cholula. Dice que en esta ciudad el dios patrono era Ehécatl-Quetzalcóatl, a quien los comerciantes reverenciaban, y brinda una de las descripciones más detalladas del numen hechas por un europeo:
fig
Figura 4. Quetzalcóatl
(izquierda) y Tezcatlipoca
(derecha), en la lámina 22
del Códice Borbónico.
 

"Estaba este ídolo en una ancha y larga pieza, puesto sobre un altar, aderezado [...] de oro y plata, joyas, plumas, mantas muy bien labradas y galanas. Era este ídolo de palo, y tenía la figura que en la pintura vimos (Fig. 3), conviene a saber: todo el cuerpo de hombre y la cara, de pájaro, con un pico colorado [...] tenía en el mismo pico unas ringleras de dientes y la lengua de fuera, y desde el pico hasta la media cara, tenía amarilla y luego una cinta negra que le venía junto al ojo [...]
figura 6 sombra
Figura 5. Impresionante lámina del
Códice Borgia que representa a los
dioses de la vida y de la muerte unidos
por la espalda. A la derecha Ehécatl, el
soplo vital, y a la izquierda Mictlantecutli,
el dios de la muerte y del inframundo.
 

"El ornato de este ídolo era que en la cabeza tenía una mitra de papel puntiaguda, pintada de negro y blanco y colorado. De esta mitra colgaban atr*s unas tiras largas pintadas [...] Tenía en las orejas unos zarcillos de oro [...] Tenía al cuello un joyel de oro grande, a la hechura de una ala de mariposa.

"Tenía una manta toda de plumas, muy labrada de negro y colorado y blanco [...], como una ala de mariposa. Tenía un hermoso braguero, con los mismos colores y hechura [...] En las piernas tenía unas calcetas de oro, y en los pies, unas sandalias calzadas. Tenía en la mano derecha una segur, a hechura de hoz, la cual era de palo, pintada de negro, blanco y colorado [...] En la mano izquierda tenía una rodela de plumas blancas y negras, todas de aves marinas [...]"

La minuciosa descripción de Durán corresponde con exactitud a las imágenes pintadas del dios (Figs. 3, 4 y 5), y revela que los dioses eran identificados por sus símbolos y vestidos.
 

El sacerdote Quetzalcóatl

Entre los muchos misterios que rodean a Ehécatl está el de su vínculo con el sacerdote Quetzalcóatl. A veces las crónicas confunden al dios del viento con el sacerdote que estaba a cargo de su templo y se apellidaba Quetzalcóatl. Como hemos visto antes, en el periodo Clásico y en la transición entre esta época y el Posclásico, la figura dominante entre los dioses es la de Ehécatl, según se aprecia en los testimonios provenientes de Tollan-Teotihuacán, Tilantongo y los señoríos de Puebla y la Mixteca oaxaqueña (Cuauhtinchan, Coixtlahuaca, Tlapiltepec e Ihuitlán). En la tradición de estos pueblos Ehécatl es el creador del cosmos, la tierra fértil y las criaturas humanas, y el fundador de la vida civilizada. Sin embargo, en la mayoría de las fuentes que proceden de Tula o Tenochtitlán, a Ehécatl se le llama Quetzalcóatl y también a su sacerdote. Esta confusión comenzó por oscurecer el nombre de Ehécatl, quien en las crónicas de los religiosos españoles aparece disminuido por la figura del sacerdote Quetzalcóatl o por el personaje Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl. Con todo, en la Cholollan de los siglos XV y XVI los dos sacerdotes Quetzalcóatl que residían en el templo de Ehécatl eran los sacerdotes supremos de esa metrópoli, y ejercían funciones políticas decisivas, como conferir las insignias del poder a los señores de las provincias subordinadas. Es decir, en la tradición de Tollan Ehécatl es el dios creador supremo y Quetzalcóatl su sacerdote, el magistrado que tenía la responsabilidad de mantener su culto y hacer cumplir sus mandatos en el mundo terrestre. Esta relación íntima entre el dios y las actividades del sacerdote acabó por identificar sus nombres, y así, en la tradición tolteca, ambos son citados bajo el nombre de Quetzalcóatl.

fig
Figura 6. El Templo redondo de Ehécatl-Quetzalcóatl, frente al Templo Mayor de México-Tenochtitlán.
 :

fig. 8 sombra
Figura 7. Representación de Ehécatl Quetzalcóatl como
cargador del cielo, en el Códice Borgia. Como puede
apreciarse, este dibujo es una copia de la misma
figura que aparece en el Códice de Viena (véase el
cap. VII, fig. 5). La presencia de Ehécatl en el panteón
mexica, y la reproducción en un códice mexica de una
figura representada primero en un códice mixteco, son
una prueba más de la capacidad de asimilación
desarrollada por los mexicas para enriquecer su panteón.
 

En Tenochtitlán, el calendario y la escritura, los dos saberes que ordenaban los ritos y conocimientos fundamentales, eran actividades vinculadas a Ehécatl y estaban a cargo de los dos sacerdotes mayores, quienes tenían el título de Quetzalcóatl. Ambos presidían las ceremonias religiosas y de acuerdo con el calendario sagrado señalaban los días que correspondían a los ritos y los sacrificios. El sacerdote llamado Quetzalcóatl Totec Tlamacazqui, "Nuestro Señor Sacerdote de la Serpiente Emplumada", estaba al servicio del dios nacional mexica, Huitzilopochtli. Por su parte, el sacerdote llamado Quetzalcóatl Tláloc Tlamacazqui, "Nuestro Señor Sacerdote de Tláloc", estaba dedicado al dios de la lluvia. Esta reasignación de títulos muestra que las funciones del sacerdocio no habían cambiado: el anterior sacerdote de Ehécatl se había desdoblado en un sacerdote de Huitzilopochtli y en otro de Tláloc. Todo esto confirma que en Tenochtitlán el título del sacerdote mayor era el de Quetzalcóatl, Serpiente Emplumada, un título y un nombre cuyos antecedentes tuvieron su origen probablemente en Tollan-Teotihuacán.

Los sacerdotes que en Tenochtitlán llevan el nombre de Quetzalcóatl siguen siendo el arquetipo del sacerdote. Los libros pintados, como el Códice Borbónico (Fig. 8) y el Códice Vaticano Latino 3738 (Fig. 8), repiten esa imagen. En estos testimonios se apoyó Alfonso Caso para elaborar la siguiente descripción de Quetzalcóatl, el arquetipo del sacerdote en la época de los aztecas:

"El cuerpo y el rostro del dios están pintados de negro, porque es el sacerdote por excelencia, y el inventor del autosacrificio que consiste en sacarse sangre de las orejas y otras partes del cuerpo, punzándolas con las espinas de maguey y con punzones de hueso de águila o jaguar. Por eso vemos en su tocado un hueso, del que sale una faja verde rematada por un disco azul, que indica el chalchíhuatl, el líquido precioso, la sangre humana. También, como atributos sacerdotales, lleva en una mano el incensario o sahumador con mango en forma de serpiente, y en la otra, la bolsa para el copal."
fig
Figura 8. El sacerdote del
dios del viento, llamado
Quetzalcóatl, retratado
en el Códice Vaticano Latino
3738.
 

Así, al acumular esas características, en Tenochtitlán Ehécatl-Quetzalcóatl fue elevado al rango de patrono del Calmécac, la escuela donde los nobles mexicanos se adiestraban para acceder a los oficios sacerdotales y a los más altos cargos del gobierno. Según el Códice Florentino, el día 1 Caña era el del nacimiento de Ehécatl-Quetzalcóatl y en ese día los nobles le hacían honores en el calmécac, donde estaba su imagen, pues era considerado el patrono de esa institución. El sacerdote Quetzalcóatl simbolizaba entonces la sabiduría, la escritura y el arte de leer el pasado y adivinar el porvenir. Lo más probable es que estas virtudes sean un legado de Tollan-Teotihuacán, como parecen indicarlo los murales de esta ciudad, donde son numerosos los sacerdotes vestidos de modo semejante al Quetzalcóatl mexica y abundan las escenas donde éstos presiden ceremonias y dirigen ritos colectivos
 

Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl

Topiltzin Quetzalcóatl es el personaje más citado en las crónicas que relatan la historia del reino de Tula. Quizá por ser una personalidad tan atractiva, a veces su nombre y atributos aparecen confundidos con los de Ehécatl y otros dioses, o su presencia se registra en diversos escenarios históricos, o se multiplica en las regiones más contrastadas, y por eso mismo su figura se torna ubicua y adquiere los perfiles multivalentes del mito. Como hemos visto antes, sus rasgos históricos se identifican con la fundación de Tula; a partir de entonces su tránsito humano se enriquece con prestigios sucesivos y se convierte en paradigma del gobernante y en símbolo del linaje real. En México-Tenochtitlán su personalidad se vuelve más compleja porque los mexicas convirtieron al legendario rey de Tula en la figura legitimadora de su propio reino y en el símbolo que resumía los valores de la cultura tolteca.

Siguiendo la ruta que nos ha permitido identificar los rasgos de personajes y símbolos complejos, intentaré precisar las características que individualizan la presencia de Topiltzin Quetzalcóatl en Tenochtitlán. En primer lugar, como lo advirtió hace tiempo Nicholson, los testimonios procedentes de Tenochtitlán, el Valle de México y Cholula, consideran a Ce Ácatl Topiltzin el fundador del reino de Tula y de él derivan el linaje y el prestigio de los gobernantes toltecas. En esta tradición, la fundación del reino es el acontecimiento trascendente. Equivale al nacimiento de la vida civilizada y por eso los gobernantes posteriores reclamaron provenir de esos orígenes y descender del linaje de Topiltzin Quetzalcóatl. El prestigio de este personaje, en contraste con el del dios del viento, deriva de su rango político, el más alto en el mundo terrestre.

Se comprende entonces que el mayor esfuerzo de los gobernantes mexicas se concentrara en confundir sus agrestes orígenes chichimecas con los prestigiosos antecedentes de la tradición tolteca. Numerosos estudios muestran que desde el encuentro con la población tolteca asentada en Culhuacán, los mexicas se empeñaron en mezclarse étnicamente con éstos, y más tarde adoptaron sus instituciones políticas, militares y religiosas. Adquirir ancestros nobles fue una política persistente de los gobernantes mexicas. Y de todos los legados a que podían aspirar, los amparados por el aura de Tollan y de Topiltzin Quetzalcóatl fueron los más codiciados. Los señoríos que se asentaron en el valle de México, entre ellos Texcoco y Tenochtitlán, anotaron en sus crónicas que sus reyes y sacerdotes provenían del linaje de Topiltzin Quetzalcóatl de Tula.
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Figura 9. Moctezuma I posando para su
retrato. Diego Durán cuenta en la Historia
de las Indias... que Moctezuma Ilhuicamina
quiso que su figura y la de Tlacaélel se
perpetuaran en el cerro de Chapultepec.
 

El trono mismo y las insignias del poder mexica se atribuían a Topiltzin Quetzalcóatl. En la ceremonia de entronización del gobernante mexica se decía que el asiento real y sus insignias habían sido establecidos por Topiltzin Quetzalcóatl, y que el nuevo gobernante sólo ocupaba esa silla de manera transitoria. Los discursos que enunciaban los deberes de quien habría de asumir el poder, insistían en el encomio de las virtudes del ancestro fundador y solicitaban cumplir los preceptos por él establecidos.

Así como se decía que las insignias del poder mexica provenían de Tollan y de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, así también las imágenes que transmitían los símbolos del poder tenían ese origen. Un relato de la Historia de las Indias de la Nueva España, escrito por el dominico Diego Durán, afirma que los mexicas guardaban la memoria de sus gobernantes siguiendo el canon establecido por Topiltzin Quetzalcóatl. En su Historia, Durán cuenta que Moctezuma I quiso perpetuar la memoria de su gobierno y con ese propósito ordenó esculpir dos estatuas, una de él mismo y otra de su consejero principal, Tlacaélel, en una roca del cerro de Chapultepec. Cuando Moctezuma contempló su retrato impreso en la roca, dijo que ese monumento habría de perpetuar sus hazañas de la misma manera que lo habían hecho Topiltzin y Quetzalcóatl, quienes antes de su viaje postrero dejaron "esculpidas sus figuras en palos y en piedra" (Fig. 9).
 

El emblema de la Serpiente Emplumada

La reconstrucción de las imágenes del poder mexica nos lleva directamente a la Serpiente Emplumada, el emblema distintivo de la realeza tolteca. Ya vimos antes que este emblema nació en Tollan-Teotihuacán y de ahí se propagó a Xochicalco, Cacaxtla, Chichén Itzá y Tula, hasta llegar a Tenochtitlán. Una representación de esta imagen está grabada en una roca del cerro de la Malinche, en las cercanías de Tula. Ahí se ve la figura de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, rodeada por el emblema de la Serpiente Emplumada.

Según una interpretación, la figura pintada en esta roca es un retrato del infortunado Topiltzin Quetzalcóatl de Tula. Algunos autores advierten que en esta imagen Topiltzin Quetzalcóatl está retratado en su condición de gobernante (al lado de su figura se ve la fecha 1 ácatl, el nombre calendárico del rey de Tula), y con atuendo de sacerdote: lleva una capa o xicolli y una bolsa de copal en su mano derecha. Con la mano izquierda se punza una oreja, un acto de ofrecimiento de su propia sangre a los dioses. Sin embargo, éste no es un acto religioso, sino una ceremonia de sacrificio, común en el momento de entronizar a los gobernantes.

Nicholson, al reparar en el estilo de esta imagen, sugiere que fue realizada en la época de auge del poder mexica, para reafirmar su vínculo con el fundador del recordado reino de Tula. Y agrega que el trazo de este bajorelieve semeja el estilo dominante en México-Tenochtitlán. Aun cuando no hay suficientes datos para decidir si este monumento fue hecho en la época del florecimiento de Tula o en el tiempo de los aztecas, su significado es el mismo: confirma que la Serpiente Emplumada era el emblema real de los gobernantes que proclamaban descender del linaje tolteca.
fig
Figura 10. Piedra de Acuecuexatl, monumento
conmemorativo erigido por el rey Ahuitzotl.
En la parte central se representa al mismo
Ahuitzotl sacándose sangre de una oreja con
un punzón, frente al emblema de la Serpiente
Emplumada. En la parte de abajo aparece
Ahuitzotl con la efigie de la Serpiente
Emplumada detrás. Otras figuras de serpientes
emplumadas ondulan en la parte superior y a
los lados del monumento.  

Los gobernantes de Tenochtitlán, siguiendo la tradición que nació en Teotihuacán y continuó en Xochicalco, Cacaxtla, Chichén Itzá, Tilantongo y Coixtlahuaca, mandaron esculpir su imagen con la figura de la Serpiente Emplumada rodeando su cuerpo. Diego Durán recuerda en su Historia que Itzcóatl, quien gobernó Tenochtitlán entre 1426 y 1440, había iniciado la costumbre de grabar en piedra su imagen y la de sus ancestros, para perpetuar la memoria de los gobernantes mexicas. Pero como hemos visto antes, quien primero se hizo retratar "en madera, en piedra" fue el Topiltzin Quetzalcóatl de Tula, quien a su vez se inspiró en el modelo establecido por Tollan-Teotihuacán, la capital que impuso la figura de la Serpiente Emplumada como emblema real.

Nada tiene entonces de extraño que en las representaciones del tlatoani de Tenochtitlán, el emblema de la Serpiente Emplumada sea el icono que certifica que el personaje retratado es el gobernante supremo. En el monumento llamado Piedra de Acuecuexatl, el rey Ahuitzol (1486-1502) lleva a cabo el rito del derramamiento de la sangre en el año 7 Caña (1499), vestido con atuendos sacerdotales (Fig. 10). Se trata de una ceremonia que celebra la inauguración de un acueducto en un tiempo afectado por severas sequías. En la piedra dedicada a inmortalizar este acontecimiento se dibujó la figura de Ahuitzol punzándose una oreja y protegido por el emblema de la Serpiente Emplumada. En la parte lateral de este monumento se volvió a grabar la figura del gobernante, pero esta vez con la imagen de la Serpiente Emplumada ondulando atrás de su cuerpo, según el prototipo establecido antes en Chichén Itzá y Tula.
fig
Figura 11. Piedra azteca que testimonia en
la parte superior la transmisión del poder
entre el rey muerto Tizoc (izquierda) y el
nuevo tlatoani, Ahuitzotl (derecha). Ambos
están vestidos como sacerdotes y se sacan
sangre de las orejas.
 

En otro monumento mexica, que conmemora la transmisión del poder entre el desaparecido rey Tizoc y el nuevo gobernante Ahuitzol, ambos aparecen con vestidos sacerdotales y se sangran las orejas con punzones de hueso (Fig. 11). Es decir, celebran un rito político, no religioso. Dos magníficas urnas funerarias, encontradas en las excavaciones del Templo Mayor de Tenochtitlán, confirman el arraigo del emblema de la Serpiente Emplumada en los ritos desplegados por los gobernantes mexicas. En una de ellas, diseñada en estilo tolteca, se representa a un personaje vestido a la usanza de los guerreros toltecas (Fig. 12). En su mano derecha lleva un lanzadardos y en la otra un manojo de flechas y atrás de él ondula el emblema protector de la Serpiente Emplumada.

La misma composición y simbolismo vemos en otra urna que procede del Templo Mayor. El personaje aquí representado aparece investido con los rasgos del dios Tezcatlipoca, el numen protector de los reyes mexicas, y atrás de él ondula el cuerpo de la Serpiente Emplumada, el emblema paradigmático de la realeza tolteca. En el apogeo mexica, una de las figuras más representadas es la Serpiente Emplumada, principalmente en la escultura en piedra. En los museos mexicanos proliferan las esculturas de la Serpiente Emplumada, aun cuando no se explica que son símbolos del poder real. Entre estas piezas hay esculturas del emblema de la Serpiente Emplumada en forma de una serpiente de cascabel enroscada, con el cuerpo cubierto con las largas plumas del quetzal, que pueden considerarse obras maestras del arte mexica. El observador que se aproxime a una de estas piezas podrá ver que en la cabeza de la serpiente está grabado el símbolo de la estera y el numeral 1 ácatl, el nombre calendárico de Quetzalcóatl, o ambos, subrayando que se trata de un emblema real (Fig. 13). La proliferación de este emblema en la época del esplendor mexica sugiere que ese símbolo conservaba el prestigio y la fuerza que le imprimieron los fundadores del Estado teotihuacano.
 
 

Los significados del dios, el héroe cultural y el emblema real en Tenochtitlán

Esta revisión de las representaciones mexicas de Ehécatl, Topiltzin Quetzalcóatl y el emblema de la Serpiente Emplumada, muestra que el retrato de Topiltzin Quetzalcóatl como sacerdote entregado a los cultos religiosos y contrario a los sacrificios humanos, que es la imagen transmitida por Sahagún, Durán y otros cronistas españoles de la segunda mitad del siglo XVI, es una falsificación del gobernante, una imagen fabricada por la visión cristiana de la historia que los frailes transmitieron a la primera generación de nobles indígenas educados en sus escuelas. Si dejamos de lado a estos cronistas y leemos las fuentes indígenas originales, la imagen que brota con gran fuerza de esos testimonios es la del antiguo dios creador, Ehécatl. El dios del viento se nos revela, tanto en la literatura náuatl como en los textos mixtecos o en las esculturas totonacas y huaxtecas, como el numen primordial de las cosmogonías y teogonías mesoamericanas (Figs. 14 y 15). Es el dios cuyo culto se había difundido en las distintas regiones de Mesoamérica y era uno de los más antiguos. Su antigüedad está corroborada por la cosmogonía del Quinto Sol, que lo sitúa como el dios creador de la actual era del mundo. Quizá la mejor prueba de su origen remoto sea su significativa presencia en el calendario mesoamericano, una creación que corresponde a los orígenes de esa civilización. Munro Edmonson calcula que el calendario olmeca apareció hacia 667, el zapoteco hacia 594, el maya hacia 295 y el teotihuacano hacia 147 a. C. Desde esta última fecha hasta la invasión española, los calendarios astronómicos y los adivinatorios más extendidos en Mesoamérica eran los escritos en lengua náuatl y en todos ellos está presente la imagen de Ehécatl.
fig
Figura 12. Urna funeraria
azteca encontrada en las
excavaciones del Templo
Mayor (1978). Representa
a un personaje importante,
que en su mano derecha
lleva un lanzadardos y en
la izquierda un manojo de
tres flechas. Atrás del
personaje destaca la figura
ondulante de la Serpiente
Emplumada, emblema del
poder político y militar.
El vaso es una imitación
del estilo cerámico más
apreciado en la época
tolteca.
 

Los textos históricos y las tradiciones mexicas también atribuían a Ehécatl Quetzalcóatl y a la primera Tollan el origen de la vida civilizada y los saberes especializados. Miguel León-Portilla traduce así uno de los primeros textos recopilados por Sahagún:
 
 

"En verdad con él se inició,

"En verdad de él proviene, de Quetzalcóatl,

"Toda la Toltecóyotl, el saber...

"Y los sacerdotes así guardaban en Tula

"Sus preceptos, como se han guardado

"Aquí en México..."



fig
Figura 13. Escultura de una Serpiente
Emplumada con el signo Ce Ácatl, 1 Caña,
nombre calendárico de Topiltzin
Quetzalcóatl y el símbolo de la estera
grabado en la cabeza.
 

Como lo indica este texto, México-Tenochtitlán fue el gran conservador de la tradición tolteca que comenzó en Tollan-Teotihuacán. Su antecesor en esta tarea fue el reino de Tula, fundado por Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, y por eso este personaje se convirtió en Tenochtitlán en el símbolo de la tradición política que provenía de Tollan, en la representación emblemática del poder dinástico y del gobierno legítimo. Es decir, para los mexicas, el Topiltzin Quetzalcóatl de Tula era una encarnación de la jefatura política, la representación más alta del poder. Si echamos los ojos hacia atrás, percibimos que esta imagen es la expresión más longeva del poder en Mesoamérica, y es la imagen que se reprodujo en la capital mexica en cantos, dramas, esculturas, pinturas y monumentos, así como en las crónicas y registros históricos que conmemoraban el reino de Tula.

Desde Acamapichtli (1372-1391), el primer tlatoani mexica, hasta Moctezuma Zocoyotzin, los gobernantes de Tenochtitlán proclamaron descender del linaje tolteca y del tronco fundado por Topiltzin Quetzalcóatl. Y todos adoptaron los emblemas del poder que nacieron en Tollan-Teotihuacán. Como he demostrado aquí, el emblema distintivo de la casa real de Tollan-Teotihuacán fue la figura ondulante de la Serpiente Emplumada, el símbolo que desde el año 250 hasta 1521 identificó a los gobernantes de la mayoría de los reinos que se crearon en Mesoamérica.
fig
Figura 14. La famosa
escultura en piedra de
Ehécatl, que procede del
templo redondo de
Calixtlahuaca, estado de
México.
 

Nada explica mejor el aura de poder que rodeó a esos emblemas que su larga duración por más de un milenio y su propagación por los más diversos rincones de Mesoamérica. La fuerza de estos símbolos puede medirse por el hecho de que los gobernantes de esos reinos adoptaron el nombre del fundador de los emblemas de la Tollan original y se apellidaron Quetzalcóatl o Serpiente Emplumada, como es el caso ejemplar del Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl de Tula. Así, el Códice Telleriano-Remensis dice que en la Trecena 4 del calendario adivinatorio los mexicanos celebraban al Quetzalcóatl de Tula, "ques el que tomó nombre del primer Queçalcoatli", que según mi interpretación no puede ser otro más que el Quetzalcóatl de Tollan-Teotihuacán.
fig
Figura 15. Escultura en piedra de
Ehécatl-Quetzalcóatl. Quetzalcóatl mexica
 

La extraordinaria fuerza asociada con el Quetzalcóatl de Tollan explica asimismo que los gobernantes y jefes que asumieron el poder en Chichén Itzá, Mayapán y las tierras altas de Guatemala adoptaran ese nombre carismático bajo las versiones de Kukulcán, Gucumatz, Nakxit o Serpiente Emplumada. Es decir, fueron los símbolos y emblemas del Quetzalcóatl de Tollan los que recorrieron las diversas capitales de Mesoamérica, no la persona de un imposible Topiltzin Quetzalcóatl ubicuo. No hay duda que en los territorios de Yucatán, Oaxaca, Puebla y Tlaxcala, o en las regiones montañosas de Guatemala, existieron jefes de carne y hueso llamados Kukulcán, Nakxit, Gucumatz, Serpiente Emplumada o Quetzalcóatl, pues esos nombres eran los títulos políticos más prestigiados para ejercer el poder. Pero como he insistido en este ensayo, esos jefes no tuvieron jamás contacto directo con el Topiltzin Quetzalcóatl que gobernó Tula. Su relación con este nombre carismático era una identidad simbólica con el gobernante que dotó de prestigio a ese apelativo, y con Tollan, la suntuosa capital que como ninguna otra hizo brillar los prestigios del poder militar, político y religioso en un marco urbano espectacular, escenario de los grandes ritos políticos.

Dicho de otro modo, el hilo conductor de la historia de Mesoamérica son los símbolos y emblemas del poder, cristalizados en las imágenes del dios tutelar (Ehécatl), el emblema de la Serpiente Emplumada, el gobernante Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl y Tollan, el reino prodigioso, cuna de los ideales políticos y culturales más persistentes de Mesoamérica.