ARTESANIA FUNERARIA
EN
EL SIGLO XIX se utilizaban pequeñas coronas con flores de colores
para obsequiar a los niños muertos; una fotografía ca.
1870 muestra a un niño (angelito) con una de estas ofrendas. Seguramente
datan de ese tiempo las coronas y guirnaldas de flores de porcelana que
se colocaban sobre las tumbas. Una imagen de los inicios del siglo XX,
tomada en el patio de la Academia de San Carlos, tiene en un primer plano
un retrato de Venustiano Carranza rodeado por una gran guirnalda de follaje.
Los monumentos a los héroes también se adornaban con festones
y coronas.
Flores que se alternan
Hasta hace algunos años se hacían coronas y medallones que tenían cierto relieve formado por un armazón de vara y madera, relleno de zacate. Las coronas se forraban de papel periódico y, en tramos, con papel de estaño; el papel periódico se pintaba con tinta morada y, como ahora, tenían dos patas que les permitían sobresalir del suelo y recargarse en muros. Las coronas se enfloraban o tapizaban dejando entrever calles del papel pintado de morado y del papel de estaño. En la actualidad algunas se forran de plástico de color y también se forman con plástico cortado, una especie de flores que se alternan en líneas con las flores naturales.
Coronas y guirnaldas
En el pasado se utilizaron principalmente margaritones y rosas; en la actualidad se emplean además crisantemo, nardos, gladiola y nube; como fondo se coloca follaje. Las flores son blancas, como símbolo de respeto a la pureza del alma del difunto. Las formas más comunes siguen siendo coronas y guirnaldas, aunque puede haber medallones de forma elíptica, cruces y cruces con corazón. Las cruces y el morado vienen de la tradición católica; significan luto. Los medallones redondos se usan también para adornar salones de fiesta, principalmente para las bodas. A las ofrendas para muerto se le puede colocar un listón blanco o morado, casi siempre con letras doradas, con el nombre o la organización que las presenta. Se dice que originalmente los rayos que se forman con la palma camedor recortada y que rodean la corona, estaban ligados con los rayos de Apolo, pues en Grecia las coronas se ofrecían a los dioses; el follaje variaba de acuerdo con la deidad.
Un
artesano hábil puede enflorar una corona en una hora. Usa como
herramientas un delgado cono de hojalata. Dentro del orificio se pone el
tallo de la flor, que se hace pasar la aguja a través del zacate
de la base de la corona, haciendo quedar en su lugar la flor; el cono llamado
aguja sale por el otro lado. Los floristas usan además, una navaja
con un mango de madera para cortar los tallos al tamaño necesario.
En algunos casos, cuando las flores no tienen un buen tallo, se amarran
con cordel delgado a un trozo de vara y se hace la misma operación.
Los floristas adquieren por docena las armazones con otros artesanos; éstas
ya tienen las formas generales del arreglo. Como otras creaciones del arte
popular, las coronas son efímeras; en este caso, como las flores
que las adornan.
En la ciudad de México, los mercados se han diversificado. Antes de los años cincuenta del siglo pasado, en el mercado Abelardo L. Rodríguez se estableció un pabellón especial para elaborar y vender coronas para muerto. También existió en la plaza de la Santa Veracruz, un mercado ex profeso. Las coronas varían en precio según el costo de las flores y las temporadas. En la actualidad se expenden en cuatro diferentes tamaños; genéricamente las llaman grande, mediana, chica y ''mini"; estas últimas se usan para ofrendar a los niños.
Gracias por sus datos a Carlos Martínez y Mario Osnaya.
Dibujo y fotografía de MARCO BUENROSTRO
Agradeceremos que nos envíen datos acerca de las celebraciones que se realizan en su comunidad, así como descripciones de sus costumbres y tradiciones. También serán bienvenidos sus comentarios y correspondencia a: La Jornada, Av. Cuauhtémoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, Benito Juárez C.P. 03310, sección Cultura, página Tradición y Cultura. |