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México D.F. Jueves 12 de junio de 2003
Javier Aranda Luna
Elena Poniatowska y los libros con sex appeal
José Saramago recoge en sus Cuadernos de Lanzarote, de 1997, una verdad de fuego: la prosa literaria debe crear, con su universo de signos, un tiempo poético. Un tiempo, en realidad, fuera del tiempo; un tiempo más allá de las horas que son días, de los días que son años.
Las palabras con su rumor de signos, expresa el novelista, deben crear un tiempo simultáneamente lineal y laberíntico, inestable, movedizo, capaz de crear sus propias leyes en un flujo verbal que atrape al lector y lo libere. Palabras en movimiento que con su proximidad o distancia den vida a la ficción. Tlapalería, el nuevo libro de cuentos de Elena Poniatowska publicado por editorial Era, muestra que ese ideal del Nobel portugués es posible.
La literatura de Poniatowska es una prosa de circunstancias. Tanto que sin sus trabajos periodísticos y literarios sería tremendamente difícil comprender al México contemporáneo. ƑSe imagina un acercamiento a la matanza de 1968 sin su libro La noche de Tlatelolco? Y más aún: Ƒse imagina la más representativa literatura contemporánea de nuestro país sin ese el libro? Periodismo y literatura son en varias obras de Poniatowska una y la misma cosa. Ambos géneros se alimentan del mismo caudal: las circunstancias del paso de los días; de la corriente que nos lleva y de la que formamos parte. Además, en los dos géneros que maneja también persiste una apuesta literaria. Los cuentos de Tlapalería surgen de ese caudal y por ello siendo ficción parecen, en muchos momentos, más reales que muchas crónicas que se publican en los diarios.
Dos cuentos destaco de Tlapalería. El que da título al libro y ''Las pachecas". El primero me llama la atención porque construye una historia mediante varios diálogos. Un rumor de voces entreveran entre anécdotas la historia de una tragedia. La sencillez de los diálogos podrían hacernos pensar en la facilidad de ese recurso. Nada más falso, pues con él crea atmósferas, delinea rostros, reconstruye una vida. Da cuenta, en fin, de cómo las cosas transcurren a veces de esa manera. La crudeza de ''Las pachecas" por su parte sacude al lector. Nos lleva de manera rápida al mundo de los cuartos de azotea y las alcantarillas, a esos lugares donde los días corren, para muchos, con terrible celeridad.
Hace algunos meses hablando de una novela, Poniatowska me preguntó si me había gustado. Le dije que no, que el libro en cuestión me parecía bien escrito, que su estructura me parecía novedosa y su tema central me interesaba pero, curiosamente, no me gustaba. No es extraño. ''El problema -me dijo- es que está escrito sin sex appeal". En seguida me dio una lista de libros escritos con ese recurso y otra con los que carecían de él. Me convenció. A la lista de libros escritos con sex appeal añado los de Poniatowska incluido, claro, Tlapalería.
Los libros de Elena Poniatowska tienen el rumor de la sangre. El poeta Luis Cardoza y Aragón escribió hace tiempo que tenían ''duende" y así es. El carácter testimonial de su literatura, sea ésta de ficción o no, añaden un atractivo adicional a su obra, pues nos permite descubrir muestras pasiones y miserias con mayor facilidad.
Si la novela es una especie de adivinanza del mundo, el cuento podría ser la respuesta al acertijo. Quizá por ello abunden las novelas y escaseen los cuentos. Tlapalería contribuirá, sin duda, a ensanchar la angosta tierra de nuestras certezas.
Debo agregar a estas líneas un reproche a Elena Poniatowska: sus libros engendran, con relativa frecuencia, una seudoliteratura que quienes la redactan se empeñan en llamar crítica. Aunque entiendo que esa trouppe de sandios tengan que vivir de algo, lamento que lo hagan escribiendo, como apuntó Octavio Paz en cierta ocasión, con bilis y caca. No a todos nos agrada el tufo de los desagües, así celebren setenta y tantos años. Abono a su favor que la envidia es la hija bastarda de la admiración. Eso es todo.
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