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México D.F. Domingo 15 de junio de 2003
BAJO LA LUPA
Alfredo Jalife Rahme
Feria de vanidades: Wolfowitz, Wolhstetter, Bloom, Irak
El subsecretario de Defensa ya sabía que iban
a ocurrir "sorpresas desagradables" en Estados Unidos
NO PUDO SER mejor seleccionado el vehículo
del mensaje "defensivo" del polémico Paul Dundes Wolfowitz, subsecretario
de la Defensa y arquitecto de la "nueva estrategia" de Estados Unidos después
del 11 de septiembre, esbozada con nueve años de antelación
(Guía de política de defensa; 1992): la revista Vanity
Fair, que en español podríamos traducir como Feria
de vanidades, en analogía a la Hoguera de vanidades del
escritor dandy Tom Wolfe, quien reseña la vida frívola
y vacua de los agentes bursátiles de Wall Street, quienes se pretenden
"los amos del universo". De la Hoguera de vanidades de Wolfe a la
Feria de vanidades de Dundes Wolfowitz no existe mucha distancia,
que sería ocupada por los "amos del universo" de la geoestrategia,
como se ostenta el equipo Cheney-Rumsfeld-Wolfowitz-Perle.
WOLFOWITZ REFIERE QUE ya sabía, junto con
Rumsfeld, que iban a ocurrir "sorpresas desagradables" (como lo sucedido
el 11 de septiembre) y confirma que "no fue profético, sino visionario".
¡Que bárbaro! ¿Cuál es la diferencia entre presciencia
(conocimiento del futuro) y profecía? De la presciencia a la omnisciencia
(el conocimiento total, pasado presente y futuro: atributo exclusivo de
Dios), sólo hay un paso que los straussianos están a punto
de traspasar y que Baby Bush, el profeta de pacotilla de los paleobíblicos,
quien afirma hablar sólo con Dios, atravesó solitariamente
con sus acrobacias teopolíticas.
AYUDADO
POR SU entrevistador (¡cómo abundan los tapetes!), Wolfowitz
se burla de la conexión entre Wolhstetter ("una figura relevante"
en la estrategia nuclear) y Strauss, que han propalado quienes descubrieron
la "conspiración straussiana". Aduce que Wolhstetter pertenecía
a la escuela "analítica de filosofía" de Quine, que era "anatema
para Strauss". Este hubiera sido el único punto en favor de Wolfowitz,
pero nadie ha llegado a proponer una vinculación "visible" entre
el filósofo de corte fascista Leo Strauss y el connotado estratega
Albert Wolhstetter, quienes al parecer nunca se cruzaron en la vida y solamente
compartieron la religión y la Universidad de Chicago (sede también
del israelí-estadunidense Milton Friedman, quien acaba de renegar
del macabro monetarismo, que ha dejado en la huérfana apoplejía
a sus engendros: los Chicago Boys), donde Wolhstetter enseñó
durante 16 años en el Departamento de Ciencias Políticas
antes de jubilarse.
WOLFOWITZ, LITERALMENTE, SE extasia con su "maestro"
Wolhstetter, a quien le atribuye "intensas consideraciones morales" (¡súper
sic!) en su abordaje de los temas nucleares y a quien se le deben
las "armas convencionales inteligentes de alta precisión". ¿En
qué consiste la discriminación "moral" en el uso de un arma
"convencional", tan letal como una nuclear? Refiere que la "precisión",
que se subsume en la maravilla del misil guiado Tomahawk (Nota:
se delata su obsesión lingüística por la palabra "guía"),
evita un mayor número de muertes de "inocentes civiles". ¿No
sería mejor abandonar su filosofía bélica de "guerra
preventiva y perpetua" para evitar tantas muertes de "inocentes civiles"
en la aldea global? Si tanta "compasión" enseña por los "inocentes
civiles", ¿cuál será su postura frente a la globalización
económico-financiera y el monetarismo centralbanquista que tantos
"daños colaterales" han cobrado en el planeta? Cabe destacar que
Alan Greenspan, el superlativo depredador centralbanquista, fue alumno
de su padre Jack (que a su vez estudió matemáticas con Wolhstetter
en la Universidad de Columbia), quien "tuvo una influencia fundamental
en su comprensión del nuevo campo de la econometría". Pues
sí, por eso anda tan desquiciada la economía de Estados Unidos.
NADIE DUDA DE la eficacia tecnoletal de las "armas
de precisión" ideadas por Wolhstetter: los misiles Tomahawk,
probados en la primera guerra contra Irak, hace 12 años, y las JDAM
(por sus siglas en inglés, municiones de ataque directo conjunto),
las nuevas armas de multiobjetivos, "guiadas" (again) por el "sistema
de posicionamiento global" satelital, que fueron experimentadas en la pasada
guerra. El pensamiento estratégico de Wolhstetter merece una evaluación
especial, pero tampoco se puede soslayar en forma perturbadora que sus
alumnos predilectos hayan sido los straussianos Perle y Wolfowitz.
EL POLEMICO SUBSECRETARIO de Defensa estadunidense
se dice "idealista práctico" (sic) y se extravía en
su peculiar definición de "pragmatismo", sin dejar de asentar que
"Estados Unidos es mucho más que la seguridad física y la
salud económica". ¿Qué será? ¿Significará
haber sido ungido con la misión paleobíblica para realizar
"limpiezas morales" de los "malos" del planeta?
REPENTINAMENTE, WOLFOWITZ PADECE amnesia y no recuerda
los motivos de su salto de químico-matemático a politólogo:
"no existe un oscuro secreto profundo (Nota: ¿qué diría
Lacan al respecto?), pero apliqué para ciencias políticas
en la Universidad de Chicago". Pues le refrescaremos la memoria: fue Allen
(sic) Bloom, muy cercano a él en Cornell, quien lo persuadió
de su giro de 180 grados -como admitió el mismo Wolfowitz al suplemento
dominical de The New York Times. El arquitecto de la "guerra preventiva
y perpetua" revela sus libros preferidos, cuya suma lo pintan sicoanalíticamente
de cuerpo entero: las obras de George Orwell, textos sobre el Holocausto
e Hiroshima de John Hersey.
VIENE LA "CONEXION Allen (sic) Bloom", el
epígono mayúsculo de Leo Strauss en la Universidad de Chicago.
Wolfowitz tomó un curso con Bloom, de quien admite haber sido "su
más cercano estudiante". El laureado escritor Saul Bellow (también
de la Universidad de Chicago), en su obra Ravelstein, expone con
personajes ficticios la relación académica entre Bloom y
Wolfowitz, de la que no desea hablar mucho el geoestratega del Pentágono.
Wolfowitz considera que Bloom, un misógino consumado, posee un "lado
muy feo" (¿cuál será? ¿Nada más uno?)
que prefiere no abordar. Ante la insistencia del entrevistador, quien lo
señala de haber sido "discípulo de Bloom" (a su vez, alumno
de Strauss), Wolfowitz se sale por la tangente para elogiar a Strauss:
"una figura notable, lo que no me hace su acólito". ¿Por
qué lo pone irritablemente a la defensiva su conexión straussiana?
El libro El cierre de la mente estadunidense de Bloom, publicado
en 1987, fue un éxito literario que se convirtió en el manual
del pensamiento archiconservador (el straussiano William Kristol, editor
de la revista neoconservadora Weekly Standard, perteneciente a Fox
News, lo califica de "libro extraordinario"), en el que arremete contra
las universidades, a su juicio, infectadas por el "multiculturalismo y
el relativismo moral", que han llevado al decaimiento de las humanidades,
al declive de la familia, al desarraigo espiritual de los alumnos y a la
desconexión con las tradiciones, y concluye que la crisis sociopolítica
de Estados Unidos (cuál crisis, si Bush, Greenspan y Wolfowitz afirman
que todo va viento en popa) es en realidad una "crisis intelectual". Como
que los lamentos de Bloom, fallecido hace un año, suenan más
bien a jeremiadas.
EN LA PARTE final de la entrevista, Wolfowitz desecha
por "absurdos" los alegatos de que el "Pentágono subestimó
la disposición" de la teocracia de los ayatolas de Irán "para
intervenir en Irak". No ha de ser fácil para los geoestrategas "civiles"
del Pentágono, los "amos del universo", digerir el triunfo de Irán
en el sur chiíta de Irak como consecuencia "inesperada" de la invasión
anglosajona (el planteamiento de Bajo La Lupa es que en Irak existen "tres
guerras en una"). Apuesta a la balcanización chiíta: "lo
que menos desean los iraníes es una fuente independiente de autoridad
para la religión chiíta que emerja" (en Irak) y "que sea
prodemocrática y prooccidental, lo cual es una posibilidad real
(...) Habrá una lucha inmensa por el alma del chiísmo iraquí".
Lo peor es que se contradice tres frases más tarde, cuando se jacta
de que "no se dio una intervención de Irán en el sur de Irak".
¿Por fin? ¿Por qué entonces su jefe nominal, Donald
Rumsfeld, afirma tal "intervención"? Juzga que los próximos
seis meses serán cruciales. Se dice satisfecho por lo conseguido
en solamente 50 días, minimiza el saqueo de los museos de Bagdad
y confiesa en forma hipócrita (a la luz de los recientes hallazgos
de los engaños y mentiras de su grupo para inducir la "guerra preventiva"
contra Irak, que pueden a llevar al despido de Cheney, Rumsfeld y Wolfowitz,
como a la ignominia universal de todos los "straussianos") que su "mayor
preocupación era el uso de armas de destrucción masiva. Todavía
no sabemos por qué no fueron usadas". ¡Pues porque no existían,
hombre!
CON UNA PIRUETA acrobática conecta el cambio
de régimen en Irak con "el retiro de las tropas de Estados Unidos
de Arabia Saudita, que pasó inadvertida" (¿Cuándo,
dónde y para quién?). La presencia de tropas estadunidenses
en Arabia Saudita en los pasados 12 años era "un inmenso mecanismo
de reclutamiento para Al-Qaeda": uno de las principales agravios para Bin
Laden era la presencia de "las llamadas fuerzas de los cruzados en la tierra
santa de Meca y Medina". ¿No será que busca la inestabilidad
deliberada en Arabia Saudita para dejar a la deriva sus yacimientos de
petróleo, para luego capturar y agregar, como negocio redondo, a
los pletóricos yacimientos de Irak en vías de privatización,
es decir, de "piratización" anglosajona?
LUEGO VIENE LA confesión que conmocionó
al planeta, de que la posesión de "armas de destrucción masiva"
de Irak fue la justificación de la guerra por "razones burocráticas"
sobre la que "todos estaríamos de acuerdo", y remata que "siempre
existieron tres preocupaciones fundamentales. Una, las armas de destrucción
masiva (que resultó una mentira colosal de los gobiernos de Bush
y Blair; aquí ni pinta Aznar, aunque se base en los engaños
anglosajones). Dos, su apoyo al terrorismo (¿dónde y cuándo?;
admite que la "burocracia no lo aceptó"), y, tres, su tratamiento
criminal al pueblo iraquí". ¿A poco ha mejorado su situación
después de la invasión anglosajona? Luego opera otra pirueta
y coloca como cuarta preocupación fundamental la conexión
de la primera con la segunda.
CADA VEZ QUE habla de Saddam Hussein le asesta
un insulto nada académico: "ese hijo de puta". ¿Esa es la
enseñanza de los "clásicos" que aprendió el visionario
"amo del universo" con Strauss y Bloom en la Universidad de Chicago? Al
final pierde los estribos y admite que no tiene mucha fe en la propagación
de la democracia, y exhibe su inocultable lado hobbesiano-straussiano:
"existe mucha inestabilidad que viene con la democracia y es la naturaleza
de la bestia (sic), que es turbulenta e incierta". ¡Que fea
opinión tiene Wolfowitz del género humano, aún dentro
de una democracia instaurada militarmente por Estados Unidos -válgase
la paradoja pinochetista.
LA "DOCTRINA WOLFOWITZ" todavía no entra
a la fase de vacuidad, pero se ha topado con serios problemas en su aplicación
global, y mientras tanto solamente exhibe la miseria de su "feria de vanidades".
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