México D.F. Martes 17 de junio de 2003
REPORTAJE /ALUMBRAMIENTO
DE UN MITO DEL SIGLO XX
Inevitable fetichismo al recorrer los pasos de Guevara
por el sureste de ese país
Aquí sigue el Che, frase tatuada en la
memoria del visitante en Bolivia
En La Higuera, expresa un taxista, hoy existe tanta pobreza
como cuando el Che pasó por ahí. La diferencia es
que ahora se trata de un poblado mundialmente famoso, lo que no sirve de
mucho a sus habitantes.
ARTURO GARCIA H. / IV Y ULTIMA ENVIADO
Vallegrande, Bolivia. Algo aflora de inevitable
fetichismo cuando se sigue el rastro de Ernesto Guevara en el sureste boliviano.
Como si en cada lugar que vio o pisó estuviera grafiteada
la frase: ''aquí estuvo el Che".
Un ánimo solemne y nostálgico se apodera
de los visitantes, inclusive de aquellos escépticos o desencantados
de la lucha armada. Y de pronto todo es un fetiche: feti-Che: la
sobrecogedora majestuosidad de la serranía sin fin donde el Che
libró sus últimas batallas, la subyugante belleza de los
paisajes que sus ojos vieron, las veredas que sus botas recorrieron, los
arroyos que aliviaron su sed, la cañada en que fue acorralado, la
piedra tras la cual se ocultaba antes de la captura, el aula escolar que
le sirvió de efímera prisión, el piso donde cayó
su sangre al ser ejecutado.
El
recorrido empieza en Santa Cruz de la Sierra, ciudad de clima tropical,
la segunda más importante de Bolivia después de La Paz, aunque
de mayor influencia económica que ésta. A 240 kilómetros
de Santa Cruz se encuentra Vallegrande. En esta localidad de algo más
de 6 mil habitantes se localizan los lavaderos en los que fue exhibido
el cadáver del Che y el mausoleo erigido en el paraje donde
sus restos permanecieron olvidados más de 30 años, antes
de ser exhumados y trasladados a Cuba en 1997.
Turismo mochilero
Toma entre seis y siete horas cubrir la distancia que
hay -con imponente sistema montañoso de por medio- entre Santa Cruz
y Vallegrande: 190 kilómetros por una carretera estrecha y maltratada
y 50 por un camino de terracería. A Vallegrande se le conoce también
como México chico. El sobrenombre -según la jocosa
explicación de un lugareño- se debe a que hubo un tiempo
en el que los vallegrandinos se emborrachaban, cantaban y lloraban sus
amores en la vía pública, y dirimían sus diferencias
a golpes y balazos, como en las películas de Pedro Infante y Jorge
Negrete. Vaya fama.
El siguiente punto de interés es La Higuera, cuyo
nombre legal es actualmente La Higuera del Che, nombrada así
en homenaje el guerrillero argentino. Es una pequeña comunidad de
109 habitantes y 31 casas, de acuerdo con un censo efectuado en 2001. Se
encuentra a 60 kilómetros de Vallegrande y se llega a ella por un
intrincado camino de terracería que corre bordeando montañas
y queda generalmente inutilizable durante la temporada de lluvias.
Dice un taxista que en La Higuera hay tanta pobreza hoy
como en los días que el Che pasó por ahí. La
diferencia es que ahora es un poblado mundialmente famoso, lo cual no les
sirve de mucho a sus habitantes. Es cierto que a lo largo del año
llegan cientos de visitantes de todo el mundo, sobre todo en octubre (para
conmemorar la muerte del Che), pero se trata de un turismo mochilero,
de gente de escasos recursos, integrado en su mayoría por jóvenes
europeos y sudamericanos.
Búsqueda de una vida mejor
En agosto de 2001 comenzó actividades en la zona
la Agrupación Ernesto Che Guevara Latinoamérica y
el Caribe. Se trata de una asociación civil presidida por Favio
Giorgio ([email protected]), joven argentino cuyo proyecto es fomentar
un turismo cultural y, al mismo tiempo, mejorar la calidad de vida de los
habitantes de la comunidad.
Igual que el Che, Giorgio es originario de la ciudad
argentina de Rosario. Una de las razones que lo llevaron a embarcarse en
la empresa fue ver el estado de olvido, abandono y deterioro en que se
encontraban los lugares relacionados de un modo u otro con Guevara.
Dos
son los sitios que actualmente más llaman la atención del
peregrino revolucionario que va a La Higuera: uno, la escuela que sirvió
de prisión al Che, en la que recibió los disparos
que le causaron la muerte.
A instancias de Favio Giorgio y su agrupación,
la escuela ha sido transformada en un modestísimo -por decirlo con
benevolencia- museo comunal en el que se exhiben unas cuantas fotos del
Che.
El otro sitio es La Quebrada del Churo, localizada a dos
kilómetros de la comunidad, donde Guevara fue herido y capturado.
Giorgio, radicado en Vallegrande, organiza también visitas guiadas
y ha creado un centro comunal en La Higuera dotado de un salón de
artesanías regionales, dos aulas escolares, una biblioteca popular,
un albergue comunal para visitantes y una posta sanitaria.
El mausoleo construido en Vallegrande, ubicado en el sitio
donde estuvieron los restos del Che, también fue erigido
a instancias de la Agrupación Ernesto Che Guevara.
Favio Giorgio remarca que su proyecto no es lucrativo,
pero quiere que sea autofinanciable para que sobreviva, sin perder de vista
su objetivo principal: difundir de manera rigurosa y documentada los hechos
que tuvieron lugar en la región y, como soñaba el Che,
contribuir a mejorar la vida de sus habitantes.
De vuelta a su realidad, el visitante llevará tatuada
en la memoria una frase simple: ''Aquí sigue el Che".
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