José Cueli

Mucho corazón de alcachofa

"A todos nos fascinan las alcachofas, comerlas es un acto sacramental. Las disfrutamos en silencio, primero las hojas grandes, las correosas, las verde profundo, que las revisten de una armadura de maguey, luego las medianas que van ablandando a medida que uno se acerca al centro, se vuelven niñas, y finalmente las delgaditas, finas, que parecen pétalos de tan delicadas. Es muy difícil platicar cuando se llevan las hojas de alcachofa a la boca. Chupándolas una a una, rascándoles despacito la ternura de su ternura con los dientes."

Como en su espíritu, como en su ''corazón de alcachofa", todo es singular en la espléndida escritora Elena Poniatowska, quien ahora publica su libro de cuentos Tlapalería, dotado de un relieve inconfundible, deslizándose entre la sutileza y la magia de esa singularidad que unge de encantamiento a sus personajes, a las cosas y a la ciudad misma. Uno se pierde y resbala en el intento de aprisionar en unas cuantas líneas, a merced de una difícil síntesis todo lo que es peculiar en sus cuentos, la dulce melancolía que penetra y pervive en el lector.

En estos cuentos de Elena aflora ese lenguaje fresco y sencillo con el que expresa lo más propio, lo más íntimo de los personajes, de los objetos y del entorno que terminan por hacérsenos entrañables. Matices humanos que van de la ternura y la ingenuidad en algunos de ellos hasta seres que ahondan en el dolor y el desamparo más profundos, en el vacío, como un descarnado laberinto tal como lo hace sentir en ''Güichita la pacheca''.

En otro de sus cuentos describe el ritual de degustar las delicias de las alcachofas relatando, a la manera de una filigrana que se teje y desteje milagrosamente, la sutileza y los amorosos movimientos que conducen al blanco y tierno corazón de la alcachofa. Relato conmovedor que me recuerda las Odas elementales de Pablo Neruda. Relato, asimismo, como metáfora del amor y la vida que ensalza la felicidad que se encuentra en los actos sencillos que se enlazan a vivencias familiares que se atesoran como recuerdos infantiles que nos acompañan a lo largo de la existencia. Rituales cargados de inocencia y sensualidad que requieren de un tiempo y espacio precisos, pero que luego como por efecto de magia se vuelven atemporales, dotados de un tiempo y espacio propios. Bella escena cargada de ritmo y modulación abierta a múltiples sentidos y significados según el momento en el que se la evoque. Escena nueva que al resignificarse se abre a múltiples lecturas.

Cada hoja de la alcachofa, cada gesto, cada movimiento, cada pausa, van enlazados a los diferentes personajes y con ello Elena va fraguando un hermoso daguerrotipo familiar íntimo y peculiar que trasciende tiempo y espacio, coordenadas de la existencia humana en las que con pluma magistral se mueve como ave de alas ligeras. Ave que observa con atención para luego cantar las escenas del mundo.

La sencillez del lenguaje nos acerca a lo cotidiano, a lo íntimo, a los familiar, a aquellos que tiene que ver con nosotros y de esta forma la distancia entre lector y personaje se acorta, nos toca de cerca el alma al grado de que al final de los cuentos quisiéramos seguir ''dialogando interiormente" con los personajes. Una vez más Elena cautiva con sus narraciones cargadas de ternura y de intimidad, de sencillez y de verdad; y muestra que además de ser una espléndida escritora, tiene mucho corazón de alcachofa.