México D.F. Martes 24 de junio de 2003
RUMBO AL 6 DE JULIO
La decepción respecto a las fuerzas políticas
alienta el abstencionismo, revela un estudio
Documenta el IFE malestar ciudadano hacia los partidos
Existe la percepción de que "el voto no
contribuye en nada a cambiar el estado de cosas", según investigación
encargada por el instituto
MIREYA CUELLAR
Los mexicanos no perciben que PRI, PAN, PRD o cualquiera
del resto de las fuerzas políticas ofrezcan resultados efectivos
a sus problemas cotidianos, es decir, "el voto no contribuye en nada a
cambiar el estado de cosas", revela un amplio estudio ordenado por el Instituto
Federal Electoral (IFE).
Esa situación ha provocado una gran decepción
ciudadana respecto de los partidos políticos y es, según
los especialistas a cargo de dicho estudio, "el principal ingrediente de
la abstención electoral".
A raíz de comicios como los de Baja California,
donde el abstencionismo alcanzó 63 por ciento del padrón,
o los de Oaxaca, con 69 por ciento -ambas elecciones en 2001-, en el IFE
se encendió una luz roja que llevó a pedir al Centro de Formación
y Desarrollo que indagara sobre el tema.
Se convocó a especialistas de todo el país,
quienes concluyeron que "la inasistencia a las urnas es un síntoma
del descontento que manifiestan los ciudadanos; ciertamente dentro de esta
hipótesis es necesaria una formulación más precisa,
pues el descontento puede enfocarse en los partidos, las personalidades
políticas, los estilos personales o grupales, entre otras varias
posibilidades, e incluso la propia democracia electoral; es decir, entendida
y experimentada como un mero mecanismo procedimental que se relaciona con
campañas, denuestos, derroche de recursos y que genera pocos resultados;
tales actividades no parecen resolver los problemas cotidianos de la gente,
sea en materia laboral, educativa o seguridad, entre otras".
Así, se añade, el acto de no votar se encuentra
asociado al juicio negativo y adverso que tienen los ciudadanos hacia las
actividades de los políticos o, en otras palabras, los profesionales
de la política -gobernantes y partidos políticos- son los
principales causantes de que los ciudadanos no participen electoralmente.
Esa es la hipótesis sobre el abstencionismo que tiene más
defensores entre los estudiosos del tema. Sin embargo, hay también
quienes argumentan la desactualización del padrón, la saturación
electoral, la desalineación partidista y la educación cívica
como otros factores que inciden en el fenómeno.
La consejera Jacqueline Peschard sostiene que la desactualización
del padrón no es cosa menor, situación, por otra parte, no
imputable al IFE, sino a los ciudadanos y a la movilidad migratoria que
hay en el país.
Cambiar
de lugar de residencia es una práctica que millones de personas
realizan. De ese universo se estima que una porción significativa
de ciudadanos no acude a los módulos del IFE para reportar su cambio
de domicilio. Esta situación origina que el padrón esté
desactualizado y que, por tanto, los porcentajes de abstención se
incrementen.
Otros dicen que el ejercicio continuo de los procesos
electorales federales y locales produce agotamiento en el electorado. Según
esta tesis, los ciudadanos se privan de ejercer su derecho al voto porque
son convocados a elegir en periodos relativamente breves a las autoridades
políticas de los órdenes federal, estatal y municipal. El
"fastidio" ciudadano se refleja en la inasistencia a las urnas.
Sin embargo, la voz de los ciudadanos parece imponerse.
Las encuestas realizadas en anteriores años por el órgano
electoral, el gobierno federal e instituciones académicas como la
UNAM para medir la cultura política de los mexicanos demuestran
que la inmensa mayoría de los electores afirma no confiar ni considerar
dignos de confianza a los partidos.
Las cifras son tajantes: 75 por ciento de la población
confía "poco", "casi nada" o "nada" en ellos. Esta última
opción asciende, por sí sola, a 28 por ciento.
Entre los encuestados para Ciudadanos y cultura de
la democracia, el más reciente ejercicio de esta naturaleza
realizado por el IFE, de quienes declararon haber votado en las elecciones
federales de 2000 apenas 6 por ciento afirma estar "muy satisfecho" con
la actual democracia en México; casi 30 por ciento reporta estar
"poco satisfecho" y 24 por ciento de los ciudadanos dicen encontrarse "nada
satisfechos". Si se suman estos dos últimos casos, 54 por ciento
de quienes votaron en las elecciones presidenciales de julio de 2000 no
están satisfechos con la democracia.
Por otra parte, 60 por ciento de los que se abstuvieron
en la elección presidencial pasada, consecuentes con ello, se ubican
dentro de los que no están satisfechos con la democracia en México.
Sin embargo, queda un 30 por ciento de personas que se declaran satisfechas,
pero que no votaron en la citada elección. Sobre estos últimos
hay una teoría: en la politología inspirada en la economía
neoclásica se les ha dado en llamar el free rider, aquel
que disfruta de un beneficio colectivo, pero no participa en producirlo.
Los especialistas convocados por el IFE previenen sobre
las explicaciones simplistas que se pueden dar a uno de los fenómenos
sociales que más preocupan a los consejeros electorales en la antesala
del 6 de julio. Por ello recuerdan que en 1976, cuando sólo se presentó
un candidato a las elecciones presidenciales -José López
Portillo-, los índices de abstención (32.1 por ciento) indicaron
que menos de una tercera parte de los electores no asistieron a las urnas,
en condiciones en las que manifiestamente no estaba en juego la Presidencia.
Las cifras no son, en su conjunto, confiables -por las
condiciones en que se desarrollaban en México los comicios-, pero
a partir de los años sesenta la participación electoral se
estabiliza en torno a 60 por ciento, después de más de 30
años de continuo incremento. ¿Qué representaba entonces
en esos años la participación electoral -porque era sólo
un rito, las grandes decisiones en el país no pasaban por las urnas-?
¿El refrendo de una lealtad partidaria o corporativa? ¿Un
indicador de la capacidad movilizadora del partido-gobierno? ¿Una
evidencia de la coacción ejercida por el gobierno mismo? O en el
caso de la oposición, ¿la expresión de compromiso
con algún partido o candidato?, ¿la inconformidad con el
régimen?
Llama la atención de los teóricos que en
las llamadas democracias consolidadas se observa una tendencia global:
la disminución en la participación electoral. En esos países
una de las explicaciones recurrentes es que un porcentaje importante de
la población está de acuerdo con el estado de las cosas y
por ello no se molesta en ir a las urnas.
Luken y Peschard externan preocupación
MIREYA CUELLAR
La responsabilidad del IFE es empadronar a los ciudadanos,
entregarles su credencial, que todos estén enterados de que el 6
de julio habrá elecciones de diputados, colocar las casillas y contar
bien los votos, es decir, organizar los comicios, pero quienes convocan
"a la fiesta" son los partidos y quienes hacen las propuestas son ellos,
y "esa es la parte en la que parece que no hay suficiente claridad para
nosotros los ciudadanos", coinciden los consejeros Gastón Lu-ken
y Jacqueline Peschard.
"Por ejemplo -dice Luken-, pensemos en un partido de futbol
que será el 6 de julio. Nosotros hacemos la promoción, regalamos
los boletos (que sería la credencial), ofrecemos que el árbitro
será imparcial y marcará todas las faltas, pero si los equipos
que van a jugar ese día, en ese lugar, no son atractivos para los
aficionados, los organizadores no pueden garantizar la asistencia."
El abstencionismo que pueda darse el próximo 6
de julio tiene preocupados a los consejeros, que han tratado de encontrar
explicaciones al tema con la conclusión de que son muchos los factores
que inciden en ese fenómeno social, pero dejan claro que el IFE
está haciendo todo para que los ciudadanos concurran a las urnas
y que su ausencia estará en el ámbito de las responsabilidades
de otro actor: los partidos políticos.
Estudiosa de los temas electorales, Peschard dice que
frente a la dispersión que genera el hecho de que se disputen 300
distritos y, por tanto, haya 300 candidatos por partido (multiplicados
por 11 fuerzas políticas en la contienda), éstos tendrían
que centrar y clarificar muy bien sus propuestas: "desplegadas en actos
de campaña en los que el candidato las enarbola y promueve, pero
lo que encontramos es que el grueso de la campaña se está
haciendo mediante promocionales y espots con mensajes muy rápidos.
Gran parte de ellos están centrados en la confrontación,
en la acusación, no en las propuestas".
Los partidos, agrega, han entrado a la dinámica
del marketing político, "en la que el espacio es muy reducido
como para que se puedan promover ideas o entenderlas a profundidad. Las
ideas normalmente no son en blanco y negro, tienen distintas aristas y
el marketing no se presta para ello. La promoción de ideas
y propuestas es una cosa muy complicada, así que parece servirles
más la confrontación".
-Pero esas campañas ahuyentan a los electores,-se
le plantea.
-No está tan claro que las campañas agresivas
ausenten a los electores. Hay estudios en Estados Unidos que dicen que
la campaña negativa es más eficaz que la positiva, pero también
depende de los grados, porque hay un momento en que lo negativo llega a
su umbral. Así que no es automático que proselitismo negativo
sea igual a menos votación; si fuera tan claro no habría
tanta campaña de ese tipo.
Lo que se percibe con más claridad, añade,
es un desgaste en relación con las elecciones. A diferencia de 2000,
cuando había enormes expectativas en el cambio, hoy está
a debate algo menos cercano al electorado. Las preguntas son qué
partido logrará la mayoría, cuál será el fiel
de la balanza o si se va a lograr conservar el registro; "es algo clave
para los partidos, pero no encuentro una relevancia igual para los ciudadanos".
"Igual -dice- se le está dando mucha importancia
al abstencionismo y el día de los comicios la gente va a las urnas
en una cantidad no esperada. Medirlo antes de las elecciones es muy complejo,
porque está comprobado que en las encuestas la gente tiende a decir
que sí irá a votar y a la mera hora no lo hace. ¿Por
qué? Porque se siente obligada a decir que sí, dado que se
trata al mismo tiempo de una obligación ciudadana. En 2000 había
enormes expectativas y sólo votó 64 por ciento; en 1997 votó
57 por ciento. Ahora, que no tenemos figuras políticas concentradoras
que convoquen, no sabemos lo que ocurrirá."
Si bien muy recientemente el Poder Legislativo cobró
relevancia frente al Ejecutivo, añade, es muy difícil para
la población distribuir las responsabilidad frente a los obstáculos
para construir consensos, de tal manera que la reparte de distinta manera
entre las diversas fuerzas políticas. Entonces la percepción
es que tenemos un Congreso cuya eficacia se ha desgastado.
"La pluralidad está claramente implantada y no
se traduce en reformas legales que beneficien a todos, pero por otra parte
parece que la gente no quiere un Congreso de mayoría panista; no
se pueden simplificar las cosas diciendo que cuando Fox incrementa su popularidad
sube la votación del PAN, uno ve que no es así, por lo que
la gente dice hay un sedimento de sabiduría que la lleva a rechazar
la unanimidad.
"Ahora que cuando nos preguntamos por qué si tenemos
una sociedad más crítica y participativa hay una especie
de desafección hacia las elecciones, la respuesta es que no hay
una sola razón determinante, sino una suma muy compleja."
Por lo pronto, apunta Luken en entrevista por separado,
el IFE ha cumplido su parte: de 2000 a la fecha el padrón creció
9 por ciento; más de 99 por ciento de quienes se empadronaron recogieron
su credencial y, por tanto, están en la lista nominal (la que se
usa en las elecciones); 94 por ciento de la población con 18 años
o más está en el padrón. En general las condiciones
para ir a votar están dadas, sólo resta que la gente esté
dispuesta a formarse en la casilla, a recibir la papeleta y a cruzarla
por algún partido.
"Es importante hacerlo -subraya- porque no sería
conveniente abrir una brecha entre partidos y ciudadanos en un país
donde la consolidación democrática apenas se está
implantando: los partidos tienen que saber que los ciudadanos están
ahí, observándolos, dispuestos a ir a expresar apoyo o rechazo
a sus acciones. Si la sociedad fue promotora de tantos cambios en los últimos
años, sería paradójico que ahora dijera con su abstención
que no le interesa lo que hagan o dejen de hacer sus diputados."
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