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México D.F. Viernes 27 de junio de 2003
Elena Poniatowska /II y última
Box y literatura del crack
"A Marvelous Marvin Haegler que le quitan el campeonato mundial porque lo gana en el round 13, en el momento en el que el Consejo Mundial de Boxeo cambia las reglas del juego. Siempre había 15 rounds, que son los que tiene esta novela y el Consejo Mundial de Boxeo decide que haya 12 y Hagler gana en el 13, porque en la pelea se les olvidó que eran 12. Entonces le dan el cinturón y se lo quitan dos semanas después para dárselo al otro boxeador. Tiene razón el Finito -dice Pedro Angel Palou-, en el sentido de que está probado médicamente que en esos últimos rounds es donde se da el mayor daño: traumatismos craneoencefálicos y lesiones de por vida.
''Los boxeadores quedan incapacitados desde todos los puntos de vista. El golpe es sobre la corteza cerebral. De hecho Mohammed Alí no tiene un Parkinson hereditario, ya no le queda mucha corteza cerebral, cada golpe se la va deteriorando al grado de que tiembla y parece Parkinson, pero es por los golpes. En general es muy difícil hablar con boxeadores porque no atan ni desatan y, además, no les gusta hablar.
''Tampoco les gusta decir que fueron boxeadores; es algo de lo que se apenan, sobre todo por lo que viene después. Prácticamente todos los boxeadores se perdieron en el alcohol, en la droga, con las mujeres, estrellándose en la carretera. Son historias repetidas y por eso un caso como el del Finito López, que vive tranquilo, no molesta a nadie y decide retirarse a tiempo es rarísimo. Aunque habría podido ganar millones de pesos, porque aún le quedaban siete u ocho años de profesional, Finito decide no volver a pelear. Hablé también con José Sulaimán, mexicano, presidente del Consejo Mundial de Boxeo, otra figura interesantísima. Sulaimán me decía que en mi novela reconoció a muchos personajes que vio de cerca de niño, desde que empezó en el boxeo, hasta hoy que lo vive en la más alta de las esferas. Si alguien conoce de boxeo mexicano es Sulaimán.
''Cuando empecé a investigar para la novela, me asombró descubrir que uno de los mejores libros sobre box era de una mujer, la novelista estadunidense Joyce Carol Oates. Lo primero que afirma es que el box no tiene género.
''ƑQué tiene el box de limpio? Si la pelea está bien hecha, dos seres humanos se enfrentan en igualdad de circunstancias, es un juego de ajedrez con los puños, se debe tener una gran técnica y el boxeador tiene que saber qué va a pasar en los cuatro siguientes golpes y prevenir los de su contrincante. Es una contienda totalmente estratégica. El gran cronista de box estadunidense A. Liebling la llamó: 'La dulce ciencia'. Creo que el box es un arte. Tiene mucho que ver con la antropología, es lo único que nos queda de violencia ritual, contenida, controlada; es mucho mejor que cualquier guerra. Cuando termina la pelea los boxeadores, que son de una nobleza absoluta, se abrazan y se vuelven a tratar fuera del cuadrilátero, aunque adentro cada uno sabe que puede matar al otro. Esa es la paradoja del box. Inclusive con una tragedia como la que le pasó al boxeador mexicano Lupe Pintor: haber matado al irlandés Owen. Matar a alguien en el cuadrilátero es distinto a matarlo en la calle, porque Lupe Pintor sabía que él también podía morir. Por supuesto, para Pintor fue terrible matar a un hombre, de hecho, el corrido de José Alfredo Jiménez, Con la muerte en los puños, es exactamente la misma historia, un boxeador que mata y cuelga los guantes porque se siente asesino.
''En el siglo XX y lo que va del XXI han muerto 400 personas en combate.
''Para mí el box sigue teniendo mucho sentido. Lamentablemente se lo ha comido la televisión, ha muerto como un espectáculo; ahora es un deporte de televisión y tristemente se ha vuelto para elites. Una pelea de campeonato mundial no puede verse en televisión abierta salvo por repetición, se ve en pago por evento. La vez que se paralizó el país fue por las últimas tres peleas de Julio César Chávez, porque fueron las últimas que se transmitieron en televisión abierta. Si los mexicanos hubieran tenido que pagar, difícilmente se paraliza el país como lo hace cuando juega la selección."
A Kid Pedro Angel Palou le debo haber leído una novela formidable, un texto extraordinariamente sabroso y estimulante que me enseñó mucho sobre la vida no sólo la de los boxeadores sino la mía propia. Pero también le debo, y eso no se lo agradezco, interesarme en el boxeo. Hace unos días leí que había fallecido de un paro cardiaco, a los 73 años, el boxeador de peso pluma Filiberto Fili Nava y yo no quería preocuparme por su suerte ni por sus 87 combates, ni porque lo llamaban el Zurdo de Tacuba ni por El Toluco López ni por El Ratón Macías, ni por Rubén Olivares, El Púas, y ahora por su culpa tengo que pronunciar esas horribles palabras que son púgil, púgiles, pugilatos y los artistas del ring han entrado a mi vida sin que yo los invitara. Ahora me siento obligada a adquirir un alto rendimiento boxístico y a recopilar información sobre el Kid Chocolate y el Kid Tunero y a saber qué diablos es el Consejo Mundial de Boxeo. ƑQué necesidad tenía yo de conocer la historia de Don King, el gran promotor moderno del box, que salió de la cárcel después de cuatro años por homicidio imprudencial, y decidió promover peleas de peso pesado? ƑQué información tan necia me habita ahora al saber que hay 17 divisiones de boxeadores: mosca, pluma, super pluma, etcétera, y que el máximo peso de un pluma son 57 kilos y un peso pesado puede llegar a más de 100 kilos? Con razón los boxeadores son pacíficos en la vida real. Un uppercut de 100 kilos puede matar a alguien.
Que Pedro Angel me perdone por las pinches confiancitas que me tomo con él, pero la verdad, y para que me entienda, uso su mismo lenguaje; su libro es muy chingón, se lee con el alma en un hilo durante los 12 rounds obligatorios. La voz de su personaje Baby Cifuentes es poderosísima y se mantiene fuerte y creíble a lo largo de la novela. Al contrario de muchos escritores que tienen más ideas que historia, y nos asestan su tesis a lo largo de 300 páginas. Pedro Angel consiguió contar una historia apasionante y logró despojarse de todo aquello que no podría pensar ni decir un boxeador. Pedro Angel no transmite ideas, transmite las vivencias de un ser fabuloso: Baby Cifuentes. Al final, resulta fácil exclamar: ''No sólo me encontré con una persona, me encontré con una vida".
El caló boxístico es otro de los grandes aciertos del libro. A partir de muchas voces, Pedro Angel generó su propio glosario. Escribe como si fuera boxeador, pero su texto es fundamental y tan definitivo como una tragedia griega. Baby Cifuentes se la pasa preguntándose si un solo error puede cambiar la vida de un ser humano. Marisol, la cantante que Cifuentes venera es asesinada. ƑQuién demonios mató a Marisol, mujer de un asqueroso narcotraficante? Baby Cifuentes vive para la venganza, tiene perdida esa noche porque a él lo drogaron y se da cuenta de que la única forma de reconstruirla es mediante la escritura.
Todavía no entiendo por qué, Pedro Angel tuvo la peregrina ocurrencia de invitar a una abuelita de ocho nietos, más despistada que la chingada, a presentar su libro. Claro, si no lo hace me hubiera yo perdido de la gloriosa lectura de Con la muerte en los puños, que es un tratado de vida, un libro que tengo subrayado porque cada frase me resulta una enseñanza. Vean ustedes si no: ''Odio a los que me tienen compasión, a los que ven la leyenda negra del Baby Cifuentes y la chingadera en la que me he convertido y mueven la cabeza como diciendo qué jodida es la puta vida, mira cómo dejó a uno de sus hijos predilectos" o ''Me encanta el mar, me pone pendejo. Puedo pasarme toda la noche viendo las olas, pinches necias: vienen, van, no se cansan. Estallan, madres, pinche espuma y luego se regresan por donde vinieron las hijas de su chingada madre y vuelven". Cuando uno lee todo lo que se ha dicho sobre el mar y las olas, me cae que Baby Cifuentes es el mayor de los poetas. Y cuando uno descubre en la página 49: ''ƑDe verdad uno puede ser tan hijo de la chingada como para no querer a nadie? Bueno Ƒni a uno mismo?" ya no necesita sicoanálisis. Es concluyente y absolutamente verídico eso de que: ''Siempre, antes de un pinche accidente, uno va haciendo o pensando una pendejadota". O aquella frase que no tiene una sola grosería: ''Pero si algo he aprendido en todos estos años es a jamás sentir pena de mí mismo". Total, Con la muerte en los puños es un libro de una sabiduría cabrona.
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