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México D.F. Viernes 27 de junio de 2003
Leonardo García Tsao
Suena ocupado
Hace tiempo una película filmada por Joel Schumacher
era sinónimo de una inflada producción hollywoodense, saturada
de aparatosos despliegues formales y nulo interés temático,
como podía esperarse de alguien que comenzó como decorador.
Sin embargo, en años recientes, el realizador ha descubierto las
ventajas del bajo presupuesto. Sus realizaciones modestas como Nadie
es perfecto (1999) y Tigerland (2000, difundida aquí
sólo en video) han revelado por lo menos una encomiable voluntad
de renovación. En comparación con los nuevos fantoches de
Hollywood -Michael Bay y compañía-, hasta Schumacher parece
redimible.
Es
bajo ese espíritu económico que ha dirigido Enlace mortal,
un thriller sicológico impulsado por una premisa de una esencial
simpleza: en pleno Manhattan, el farsante agente de prensa Stu Shepard
(Colin Farrell) es atrapado en una cabina telefónica por un anónimo
francotirador (Kiefer Sutherland), que amenaza con matarlo si no cumple
sus peticiones. El peculiar cineasta Larry Cohen, inactivo en los últimos
años, ha escrito el guión sobre una idea que, según
él, había pensado hace mucho e incluso propuesto a Hitchcock
desde los años 60. Si bien el uso terrorista del teléfono
es ya un cliché en el thriller y la película de horror,
el antecedente más remoto de una película construida sobre
una sola conversación telefónica debe ser Con la vida
en un hilo (Pollack, 1965), en la que un trabajador social intenta
salvar a una mujer de intenciones suicidas.
Desde luego, el asunto se presta a varias interpretaciones.
De algún modo la voz del asesino, que ha matado antes a un par de
auténticos criminales, evoca a una especie de Dios bíblico,
una figura justiciera dispuesta a castigar a quien obra mal desde su punto
de vista. En ese sentido, los pecados de Stu son mínimos. Aunque
es básicamente un bocón mentiroso que engaña a sus
clientes con falsas promesas, su peor falta es tratar de seducir a una
actriz aspirante (Katie Holmes), engañando a su esposa (Radha Mitchell).
Un típico síntoma de puritanismo en un país cuya indignación
moral es mayor ante las andanzas de un presidente coscolino, como Clinton,
que ante otro dispuesto a bombardear poblaciones civiles. Por ello, Stu
será obligado a una expiación de culpas digna de cualquier
reality show; es decir, deberá humillarse en público
y confesar públicamente -ante las dos mujeres involucradas, claro-
sus nefandas intenciones.
No es que uno quiera ascender a Schumacher a la categoría
de autor pero en anteriores cintas, las fascistoides Un día de
furia (1993) y 8 mm. (1999), había presentado a personajes
llevados por una crisis a ejecutar la justicia por propia mano. En el caso
de Enlace mortal su postura es un poco más ambigua. Si bien
Stu es el protagonista, quien finalmente tiene la última palabra
es el francotirador. Como en los casos citados, la balanza moral ni siquiera
está alterada por una muerte dolorosa pues el asesino mata a personajes
que se lo merecen.
La película inicia con la imagen de cómo
se enlaza la comunicación telefónica desde un satélite
espacial. Sin embargo esa resonancia cósmica no llega a más.
Si nos referimos a otros ejemplos de claustrofobia neoyorquina, Enlace
mortal está más cerca de la histeria seudo-realista de
Tarde de perros (Lumet, 1975) que del absurdo kafkiano de Después
de hora (Scorsese, 1985).
Obviando las múltiples posibilidades metafóricas,
este thriller se conforma con aplicar las reglas del suspenso apoyado
en un guión plagado de más incongruencias que un recibo de
Telmex (¿por qué la policía no interviene el teléfono
público para escuchar la conversación?, ¿por qué
no se protege a la esposa, ya amenazada por el francotirador?). Sin embargo,
la película funciona en ese terreno genérico, como un eficiente
ejercicio de artesanía que nunca afloja el pulso. Centrada en la
convincente actuación de Farrell, en lo que es virtualmente una
sola locación, la realización de Schumacher recurre a trucos
como la pantalla dividida y una cámara hiperactiva para mantener
la intriga en movimiento. Filmada en doce días, resuelta en 80 minutos,
Enlace mortal nos remite a esa economía y sensibilidad de
serie B que tanta falta le hace al actual cine hollywoodense.
ENLACE MORTAL
(Phone Booth)
D: Joel Schumacher/ G: Larry Cohen/ F. en C: Matthew Libatique/
M: Harry Gregson-Williams/ Ed: Mark Stevens/ I: Colin Farrell, Kiefer Sutherland,
Forest Whitaker, Radha Mitchell, Katie Holmes/ P: Zucker/Netter para Fox
2000 Pictures. EU, 2002.
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