Carlos Martínez García

Casi todos pierden

Parece que el único beneficio que tendremos los ciudadanos es dejar de padecer campañas electorales tediosas, anodinas y derrochadoras. En lo que respecta a los partidos políticos, incluso los que se alzaron con victorias contundentes, si son realistas tienen poco para festejar o dar discursos triunfalistas. Ante el abstencionismo más alto de la historia, los actores políticos tienen que replantearse a fondo su razón de ser, estrategias y tácticas para alcanzar mayor legitimidad.

El Partido Revolucionario Institucional sigue cayendo en porcentaje de votos. Aunque su 34 por ciento en las plurinominales le alcanzó para superar al PAN, y con mayor amplitud al PRD, la tendencia a su favor sigue declinando y cada vez más dependerá de alianzas con partidos pequeños, los cuales van a negociar posiciones privilegiadas que no merecen, pero a las que accederán gracias a que de los tres partidos mayores ninguno será capaz de alzarse con una ventaja cercana a 40-50 por ciento de los votos. Sin alcanzar en su antigua reserva electoral, principalmente el sureste, porcentajes sólo obtenidos por el corporativismo y la manipulación de los votos (Ƒcómo explicar aquellos 90, o más, porcentajes de sufragios?), todavía en la región supera la media que logra nacionalmente. Pero en la medida en que las estructuras de prebendas y control priísta se van erosionando, las reservas de votos serán paulatinamente más exiguas. De todas maneras, en las elecciones del domingo todavía le alcanzó al tricolor para que su mermada estructura superara a las de sus contendientes, los que todavía tienen el reto de armar sus cuadros en buena parte del territorio nacional. La tendencia electoral futura para el PRI apunta hacia la baja, necesitará de otros si aspira a vencer.

Sin lugar a duda la mayor debacle es la que experimentó Acción Nacional. Tuvo menos porcentaje del que proyectaban sus dirigentes, disminuyó en número de diputados federales y el desastre de Nuevo León va más allá de lo meramente electoral. La errática conducción del país por parte de Vicente Fox se la cobraron los votantes a su partido. En el Distrito Federal quedó peor que hace tres años, lo que ya es mucho decir, porque entonces tuvo a su favor el efecto Fox. El golpe es demoledor para el orgullo panista, porque en gran medida se lo asestó un político que le es incómodo y, en mucho, el polo opuesto al programa foxista. Si el PAN busca recomponerse del efecto Fox al revés de hace tres días, tendrá que hacer un corte de caja y neutralizar, o por lo menos disminuir la influencia del conservadurismo más rancio que se les fue filtrando y del que da cuenta el reportero de Proceso, Alvaro Delgado, en su reciente libro El Yunque, la ultraderecha en el poder. El triunfo de 2000 ensoberbeció a este grupo, que creyó al país sensibilizado para su proyecto regresivo. Debe ser muy difícil para ellos constatar que el país cambió, pero no en la dirección que tenían prevista.

El Partido de la Revolución Democrática tuvo un avance de cierta importancia. Su fulminante victoria en la ciudad de México, sin embargo, es una isla que no tuvo réplicas en otras partes del país. No se pueden proyectar resultados halagüeños en los próximos comicios federales con números electorales tan dispares. El menos de 20 por ciento obtenido en estas elecciones se debe a una buena cosecha en algunas cuantas entidades, pero en varias otras sus números oscilan entre 3 y 10 por ciento. A la luz de esto, el reto del PRD es transformarse en un auténtico partido con presencia importante en todo el país. Habrá que realizar muchos movimientos y buena política interna para hacer entender a las tribus locales que su sectarismo sólo lleva al cadalso electoral. Un ejemplo es Chiapas, donde, más que por la buena actuación del PRI, el perredismo no obtuvo nada gracias al canibalismo que ha caracterizado al partido en los últimos años. Se necesita mucho más que la buena actuación de Andrés Manuel López Obrador al frente del Gobierno de la ciudad para aspirar a vencer en todo el país dentro de tres años,

Dentro del panorama bosquejado, el partido que tiene mejores perspectivas, a pesar y por su pequeño porcentaje de votos plurinominales, es el Verde Ecologista. Esta organización política enarbola una bandera noble, el ecologismo, que usa eficazmente como propaganda, aunque en la realidad sus logros ecológicos sean casi nulos. Sin embargo, la coyuntura político electoral sitúa al PVEM en posición privilegiada, capaz de inclinar la balanza, con su 4-5 por ciento de los votos, en favor del partido con el que decida hacer alianza. En la elección presidencial pasada hizo causa común con el foxismo, ahora está con el PRI, mañana puede acompañar a cualquiera de los dos. Depende de quién ofrezca más. Es muy riesgoso que un grupo en permanente oscilación vaya a tener tal capacidad decisoria en las elecciones que vienen.

El altísimo abstencionismo tendría que hacer reaccionar a los interesados en fortalecer las competencias electorales. Ante la renuencia ciudadana a sufragar nadie debería andar ostentando ser primera minoría o considerar que recuperó terreno. Casi todos perdieron y únicamente un partido, orgulloso por su 4 por ciento que levantó él solito, con aspiraciones de ser bisagra electoral tiene motivos para celebrar.