México D.F. Martes 15 de julio de 2003
Recibió en su tierra natal la más
alta distinción que concede el Estado español
Eulalio Ferrer ''simboliza el espíritu de los
trasterrados''
El mecenas y publicista ofrendó el reconocimiento
al exilio republicano en México Soy una hebra delgada en el nexo
cultural entre España y la ''capital mundial de la hospitalidad'',
señaló
ARMANDO G. TEJEDA ENVIADO
Santander, 14 de julio. Sesenta años después
de que debió huir de los campos de concentración y del régimen
dictatorial de Francisco Franco, el humanista Eulalio Ferrer recibió
en su tierra natal, Santander, la Gran Cruz de Isabel la Católica,
la más alta distinción que concede el Estado español.
Intelectual, publicista, empresario y mecenas de la cultura
y la palabra, Ferrer, con voz entrecortada y ojos llorosos, ofrendó
el reconocimiento a la huella ''renacentista" del exilio español
en México, que definió como ''capital mundial de la hospitalidad".
Nacido en 1921 y aún siendo adolescente enfrentó
la muerte en la Guerra Civil española (1936-1939) antes de su exilio
a México, Ferrer recibió el más grande homenaje que
''jamás" hubiera imaginado. El reconocimiento de su tierra a la
incesante labor de estrechamiento cultural entre España y México.
Paraíso de la memoria
En el Palacio de la Magdalena, la ministra de Asuntos
Exteriores del gobierno español, Ana de Palacio, impuso la Gran
Cruz de Isabel la Católica a una de las voces vivas más destacadas
de aquel exilio aciago y doloroso.
Rodeado de su familia y de amigos que dejó y después
recuperó en esta tierra que lo expulsó por motivos ideológicos
-él era un miliciano republicano-, Ferrer recibió el reconocimiento
a su labor de mecenazgo que en su ciudad natal también deja impronta.
La
ministra española, en representación del jefe de Estado,
el rey Juan Carlos, señaló que Ferrer ''simboliza el espíritu
de los trasterrados -esa definición acuñada por José
Gaos-'', puesto que ''después de muchas peripecias llega a ese México
de puertas abiertas del presidente (Lázaro) Cárdenas, desde
donde desplegará y de donde está desplegando las posibilidades
de laboriosidad y emprendimiento. Todo cuanto ha logrado, desde el periodismo
o el mundo de la empresa, lo ha hecho con hondura y esmero.
''Pero, sobre todo, de Ferrer destaca su labor de mecenas
en las realizaciones más diversas, impulsando proyectos cervantinos
donde los haya. Es un testimonio de gratitud de todos esos trasterrados
nuestros y símbolo de esa vocación americana de España."
Ferrer improvisó un discurso y recordó su
niñez y los olores de su tierra, que dejó cuando, allende
el mar, buscó refugio en México. ''Mi vida está sembrada
de asombros y el de hoy los desborda, los supera. Por eso pensé,
cuando me enteré de la condecoración, que lo mejor era hacer
esta recepción en Santander, en el paraíso de mi memoria.
Como acaba de decir Nélida Piñón, el Santander musical
de mis tres ruidos entrañables: el del mar, el del viento y el de
la luz", dijo Ferrer.
El autor del libro El lenguaje de la publicidad
expresó: ''Evoco alguna vez con emoción entre aquellas figuras
gigantescas de sabiduría -filósofos, literatos, pintores,
poetas- una escena inolvidable: cuando José Gaos, gran discípulo
de Ortega y Gasset muere dando clases en su cátedra de filosofía
y lo recoge en sus brazos, quien sería después un gran filósofo
en México, Leopoldo Zea. Permítanme entonces que este reconocimiento
lo ofrende con devoción a los siete rectores, un hecho insólito
en la historia de cualquier exilio, que encontraron su tierra final en
México, la capital mundial de la hospitalidad", finalizó
su discurso.
Nadie es dueño de la palabra
En entrevista con La Jornada, Ferrer ahondó
en su vocación de mecenas. ''Entre las cosas que podría subrayar
de mi aportación es el Museo Iconográfico de El Quijote,
de Guanajuato, que entre 40 mil museos que hay en el mundo es el único
dedicado a esta figura. La dimensión de esta condecoración
-prosiguió- me perturba. Entre los trances que he pasado, como morir
en el frente del Ebro o en la retirada de Santander cuando fue derrotado
el frente republicano o en los campos de concentración y en las
compañías de trabajos forzosos; todo eso constituye un depósito
memorial que sale al encuentro de esta condecoración."
-¿Dónde está la raíz de su
vocación de mecenazgo cultural?
-En aquellos años de lucha y en el fondo de un
espíritu solidario de librepensador que debo a mi padre: un tipógrafo
socialista. Pero yo mismo he sido un combatiente contra las injusticias
sociales y formo parte de un exilio con grandes aportaciones a México
y del que sólo soy una hebra muy delgada. Por eso esta condecoración
la ofrendo al exilio español y a sus grandes maestros. Nací
en España, pero renací en México.
-¿Ha creado puentes culturales?
-Creo que sí. Que tenga un fondo para la cátedra
de letras en El Colegio de México, sea patrocinador de la cátedra
Octavio Paz en la UNAM y tenga constituido en China el Centro de Estudios
Cervantinos y, en fin, una cantidad de aportaciones que tanto Paz como
Carlos Fuentes o Miguel León-Portilla han ponderado de manera muy
especial. Además de estar entregado a la Academia Mexicana de la
lengua.
-¿Su labor podría servir de ejemplo para
personas con capacidad económica que son incapaces de hacer este
tipo de gestos?
-Aunque no lo confiese, el hecho de que con tan poco haga
tanto es un desafío a los que tanto tienen y dan tan poco. Pero
eso depende de la vocación, pues una cosa es la vocación
filantrópica o de mecenazgo y otra cosa es la vocación solidaria,
que nace de la necesidad que uno tiene por formación y por conciencia,
pero también de una enseñanza que me dio el estudio de la
comunicación: nadie es el dueño de la palabra, que la palabra
es propiedad compartida en la medida en que lo importante de la palabra
no es cómo la digamos, sino cómo la entiende el otro. Entonces
es propiedad compartida y la vida también lo es.
-Si tuviera mucho, ¿qué haría?
-Hubiera sido una especie de apóstol moderno en
cuanto a mi capacidad de dar, de manera que no creo que tener mucho hubiera
disminuido mi capacidad solidaria. Yo no olvido un libro de Fernando Pessoa,
El banquero anarquista, cuya historia comienza con una reunión
de anarquistas que forman una asociación en la que, como anarquistas
que son, son libres y hacen lo que les da la gana. En un momento determinado
alguien se separa del grupo, se hace banquero y se vuelve muy rico, pero
al cabo de los años se encontró con aquel grupo de anarquistas
y le preguntaron qué tal le había ido y él respondió:
''Ahora soy anarquista de verdad porque hago lo que me
da la gana."
Esa es la moraleja.
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