México D.F. Lunes 21 de julio de 2003
Cuauhtémoc Cárdenas
Las eleccionesdel 6 de julio y el PRD
La participación ciudadana en la pasada elección del 6 de julio, mucho más escasa que en comicios anteriores, muestra que ni la convocatoria del Estado ni la de los distintos partidos políticos lograron atraer el interés y establecer un compromiso con los ciudadanos. Los votos fueron menos para todos los partidos. La ciudadanía no entregó su confianza a ningún partido.
El PRD, ciertamente, elevó sustancialmente su representación en la Cámara de Diputados, al pasar de 52 a 95 representantes, que serán los que formen parte de la próxima legislatura. La nueva fracción de diputados del PRD cuenta con compañeros de reconocida valía, que incidirán con fuerza y eficacia en las decisiones nacionales, apoyándose en los principios y objetivos de nuestro partido. Ahora bien, al revisar cómo se dio la elección: por el número de los votos depositados en favor del PRD y, sobre todo, por su concentración en unos cuantos estados, la situación resulta, en este sentido, particularmente preocupante y debe constituir un llamado de atención para todos nosotros.
ƑQué reflejan estas elecciones para el PRD? En primer lugar, que problemas que se vienen desde muy atrás no fueron enfrentados y atendidos con oportunidad. Así, se hicieron evidentes los impactos negativos en la opinión pública de la confrontación entre grupos sectarios y clientelares; de la asignación de posiciones de dirección y de candidaturas, con base en cuotas reconocidas en acuerdos cupulares; el abandono de la elaboración y la discusión ideológica y programática; del descuido a las tareas de organización; la afiliación con tintes sectarios y el bloqueo a la libre afiliación y por lo tanto al crecimiento de la militancia; del desarrollo de tendencias burocratizantes, sectarias y oportunistas al interior de la organización.
Por otra parte, deben reconocerse los impactos negativos, producto y responsabilidad también de la confrontación y el sectarismo de las corrientes, de hechos muy concretos, como el desaseo que caracterizó el proceso y que condujo a la anulación de las elecciones internas en marzo de 1999; el largo retraso -con la necesaria sospecha de manipulación de las cifras- para dar a conocer los resultados de la elección de la dirigencia nacional en 2002 y las todavía incumplidas recomendaciones de la Comisión para la Legalidad y la Transparencia.
El PRD obtuvo buenos resultados en las entidades y en general en los municipios en los que es gobierno. El PRD gobierna bien y así lo percibe la ciudadanía, y las estructuras de dirección del partido en esos lugares han sabido cumplir con sus compromisos electorales. El número de votos entre las elecciones de 2000 y de 2003 creció para el PRD en sólo dos entidades. Porcentualmente la participación electoral del partido aumentó en 11 estados y disminuyó en 20, en 10 de éstos puede decirse que dramáticamente. Y no habría que desestimar la muy preocupante tendencia, que se dio en prácticamente todos los estados, de una caída consistente en nuestras votaciones, en números absolutos y en porcentajes, con respecto a 1997.
A pesar de todo eso, las bases del partido conservan la firmeza de sus convicciones y su decisión de lucha. Se encuentra en ellas el coraje y la voluntad para superar la actual situación del partido y del país, e iniciar el reposicionamiento del partido en la conciencia y el ánimo de la ciudadanía, para llegar en condiciones de triunfo en 2006.
Habrá que empezar por hacer ver a la opinión pública y a la nación nuestra voluntad de cambio.
Se requiere liberar a la dirección del partido de las ataduras que le imponen los sectarismos y sus cuotas. En aras de la renovación, la dirección del partido debe tener plena libertad para realizar las tareas de reorganización y fortalecimiento, empezando por su propia restructuración, para afinar la propuesta del partido, para construir acuerdos y alianzas, para plantear la reforma necesaria a nuestros estatutos.
Habrá que trabajar en la reimplantación del partido en toda la república, intensificando la actividad donde la presencia sea ahora más débil, y habrá que proponerse, a partir de una plataforma que pueda ser adoptada por una amplia diversidad de fuerzas políticas y sociales, ir construyendo acuerdos y estableciendo compromisos con otras fuerzas sociales y políticas, organizaciones e individuos, para lo cual la dirección del partido debe estar facultada para obrar con absoluta libertad, entendiendo, desde luego, que en los acuerdos que se establezcan debe haber consecuencia y correspondencia con los principios y objetivos básicos del PRD.
Muchos compañeros y simpatizantes que nos acompañaron en las jornadas iniciales de la lucha se han distanciado y marginado de nuestras actividades. No quieren entrar al campo de las disputa, ni ser incondicionales de un grupo, ni ser parte proporcional de una cuota, pero mantienen su compromiso con nuestras causas fundamentales. Es preciso recuperarlos.
En la era de la comunicación, el PRD no puede seguir siendo un partido en el que no exista comunicación interna (periódico, boletines, etcétera), en el que la amplia base de los afiliados no conoce planteamientos y propuestas con oportunidad, y en el que de hecho tampoco ha existido una comunicación eficiente hacia el exterior.
La dirección nacional del partido, por otro lado, debiera ser facultada para iniciar los procesos de recuperación en los 20 estados donde la votación del PRD no llegó a 15 por ciento de los sufragios emitidos, de los cuales en 14 están por debajo de 10 por ciento, tomando con decisión y responsabilidad las medidas que sean necesarias para llevar a cabo con solidez y amplitud las tareas de refundación y reposicionamiento.
Sería conveniente proceder, a la brevedad, a revisar las plataformas del partido, mediante una amplia discusión, dentro y fuera de las instancias partidarias, que sea el comienzo de una permanente tarea de elaboración teórica y de afinamiento de los procedimientos de acción.
Es preciso superar la actual indefinición ideológica y programática que percibe la ciudadanía en el PRD. Nuestra propuesta debe ser una que convoque en torno a los temas relevantes de la nación, tanto a la movilización como a la suma, que distinga al PRD de los demás partidos y le dé una clara identidad como agrupación progresista y de la izquierda.
En lo que hace a la reforma de los estatutos, debe pensarse en dar a la dirección nacional tanto confianza como capacidad verdadera para organizar y dirigir el partido, esto es, gobernabilidad interna, que es la única forma de que quienes dirijan ejerzan a plenitud las facultades y cumplan con las responsabilidades que de acuerdo con los estatutos les corresponden, e impulsen con ello la propuesta que mereció la confianza de los militantes que los llevó a ser elegidos.
Considero vital que quien presida el partido tenga facultades para designar a los integrantes del Comité Ejecutivo Nacional, a fin de que este cuerpo sea un verdadero equipo de trabajo, que, desde luego, rinda cuentas ante el Consejo Nacional cuantas veces sea requerido. Esto contribuiría a poner fin a las disputas entre grupos por los cargos de dirección.
Habría que considerar también, para dar mayor firmeza y unidad a la conducción del partido, una reforma estatutaria para establecer la elección de presidente y secretario general como la elección de una fórmula indivisible.
La integración de las listas de candidatos de representación proporcional debe dejar de ser campo de conflicto entre las corrientes. El presidente del partido debe contar con la confianza del partido, reflejada en la facultad que se establezca en los estatutos, para proponer a quienes deban ocupar, en las listas de candidatos de representación proporcional, en cada una de las circunscripciones federales, tres o cuatro lugares seguros en la elección, lo que permitiría, con propuestas responsables, complementar con los perfiles adecuados la integración de las representaciones legislativas del partido, así como concertar las alianzas con otras fuerzas sociales y políticas.
De la situación actual del partido, muchos lo hemos dicho en diversas ocasiones, todos sus miembros somos responsables, más, diría yo, quienes hemos cumplido encomiendas de dirección y representación, en este caso, en los periodos específicos en que nos haya correspondido desempeñar una función de esa índole. En fin, todos somos responsables y en todos recae la responsabilidad de sacar al partido de la situación por la que atraviesa.
El PRD debe ganar presencia en toda la nación. El PRD debe recuperar el carácter de partido-movimiento con el que nació a raíz de las jornadas de 1988. El PRD, si así lo decidimos sus miembros y trabajamos para ello, puede ser la parte decisiva de la mayoría electoral de 2006.
La tarea de renovación, de reformas y reposicionamiento no es tarea fácil. La podemos hacer quienes hoy integramos el PRD, a condición de crecer, de inyectar sangre nueva y disponernos a trabajar con nuevos compañeros.
Desencadenar el proceso de reposicionamiento y renovación requiere una sacudida, un impacto fuerte en los miembros del partido, y un choque, igualmente fuerte, en el conjunto de la ciudadanía, de la opinión pública de todo el país.
De no darse ese impacto en la percepción general de la gente, de que el PRD se lanza a un proceso real y efectivo de recuperación, el proceso podría ser visto como una serie de medidas que quedan para su ejecución en manos de las corrientes, con la visión parcial que les es natural, con lo que no lograría la adhesión de muchos, ni se convertiría en un proceso de suma e incorporación.
Si desde afuera se ve la convocatoria y las acciones de reposicionamiento como un proceso burocrático, contaminado por intereses personalistas o de grupo, puede augurarse, si no un fracaso definitivo, sí un proceso superficial o de tal lentitud que no logre aportar para hacer del PRD un partido en condiciones de ser gobierno en 2006.
Estamos a tiempo para iniciar la recuperación de nuestro partido, ante la oportunidad de reimplantarlo en todo el país y reposicionarlo en el ánimo y la convicción de la ciudadanía como la alternativa patriótica, de soberanía, democracia y reivindicaciones populares. Ello exige que todos los miembros del PRD pongamos manos a la obra: organizarnos, sumar, presentar la mejor propuesta, prepararnos desde ahora y ser el gobierno que necesita el país y espera el pueblo en 2006.
Enfrentemos este reto y cumplamos con esta responsabilidad histórica. Si no lo hacemos, así tengamos los mejores candidatos, que los tenemos, no habrá partido ni para el triunfo electoral, ni para nada, ni para nadie
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