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México D.F. Lunes 21 de julio de 2003
José Cueli
Manzanares chico: aire fresco
Jacarandosa, la México se retuerce grotesca y abandonada, y los "cabales" pasan de largo, la ven, recuerdan, recuerdan... y sueñan. La México tenía la voz del viejo bronce y los siglos ignorados. La México tiene un dolor hondo como su raza. Vuela su dolor por la ciudad y ella guarda en su entraña lances y estocadas; apoteosis y cornadas; amores y odios, y hoy sólo silencios.
Por sus escaleras sube el olor a corrida de toros, escaleras que subía esa morena de pelo negro, pierna larga, fina mano, boca risueña, pechos a punto de escapar, engualdrapada de negro y mirada de espada en domingo, llevando un duende en lo oscuro de su planta y aún se oyen sus pisadas.
La México está en silencio y los "cabales" nos refugiamos en La Florecita y las plazas de tienta o de los pueblos, y alucinamos corridas, vía la televisión española, que este viernes transmitió la corrida celebrada en un pueblecillo llamado Roquetas del Mar, en la provincia de Almería. Plaza de tercera categoría, público veraneante en los tendidos y las "figuras" Morante de la Puebla y El Juli.
El aire fresco con sabor a mar lo llevó José María Manzanares chico, recién alternativado que extendió en un revuelo de verónicas, lentas y solemnes, su capote. Si no me equivoco, este joven torero será muy del gusto del público mexicano. Todo esto se desarrolló con toritos de Torrestrella, mansos, parados, sin emoción, toritos que no toleraron ni un puyazo, simples "alfilerazos". Con dichos toritos, El Juli, dueño de oficio, ni fu ni fa, sin provocar los alborotos de antaño. Morante de la Puebla, en cambio, toreo de salón, inspirado, derrochando toda la gracia y salero sevillanos que posee. Igual en las verónicas, marcando los tiempos, que en esos naturales de frente. Si esos naturales los da en Madrid, a un toro y no a una carretilla...
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