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México D.F. Lunes 21 de julio de 2003
SALINAS SALE DEL CLOSET
Entre
apariciones en día de comicios, declaraciones -autocomplacientes,
por supuesto- a The New York Times y maquinaciones vergonzantes
en apoyo de Elba Esther Gordillo para conseguirle la coordinación
de la bancada priísta en la Cámara de Diputados, Carlos Salinas
de Gortari ha abandonado de manera definitiva el clóset político
en el que estuvo metido, salvo por unos contados ataques de exhibicionismo,
durante ocho años. El repudiado ex presidente ha escogido para su
reaparición el momento de máxima debilidad del gobierno de
Vicente Fox, cuando la ciudadanía decidió enviar un mensaje
de castigo -tanto con los sufragios emitidos como con la masiva abstención-
al actual mandatario y a su partido, pero también al resto de la
clase política.
En esa precisa circunstancia, Salinas se apresura a expresar
"agradecimientos" a Fox por la "nueva actitud" gubernamental hacia su persona
y generaliza, de paso, tal actitud como si fuera la del conjunto de la
sociedad, como si ésta no conservara el recuerdo amargo del salinismo
como paradigma de un poder público ejercido por y para la corrupción,
la ilegalidad, la arbitrariedad, la megalomanía, la sordera y la
ceguera; como si México no recordara que el sexenio de Salinas se
originó en un fraude electoral y que, tras seis años de agravios
a la nación, culminó con una serie de asesinatos políticos
y con Ernesto Zedillo como heredero del poder presidencial.
Pero, aunque el recuerdo oprobioso del salinismo esté
tan vivo como siempre entre la gente, el presidente Fox y su partido pasan
por un momento de peligrosa vulnerabilidad y el Partido Revolucionario
Institucional se encuentra -a pesar de su repunte electoral y de las palmadas
y los abrazos entre los capos rivales- gravemente fracturado. En tales
circunstancias, el siniestro ex gobernante se hace notar, detrás
de Roberto Madrazo, conectado a Diego Fernández de Cevallos y del
brazo de Elba Esther Gordillo, como posible puente entre el panismo declinante
y el priísmo conspirante, para armonizar lo peor de ambos partidos
en el afán mafioso de las privatizaciones aún pendientes:
el sector eléctrico y la industria petrolera, es decir, los robos
a la nación que no pudieron ser perpetrados durante el salinismo
ni durante el zedillismo.
Como señaló ayer el jefe del gobierno capitalino,
Andrés Manuel López Obrador, hay en el panorama político
"una nueva variable, un nuevo ingrediente" del cual debe estar pendiente
el presidente Fox. Mal haría su gobierno en percibir el renovado
activismo político de Salinas como una posible solución y
no como lo que es en realidad: un factor adicional de inestabilidad y riesgo
para el estado de derecho, la vigencia de la legalidad y el fortalecimiento
de la democracia y la vida republicana.
En esta nueva etapa de su carrera política, Salinas
no logrará convertirse en un personaje querido, admirado o respetado
por la sociedad. De lo que sí es capaz, en cambio, es de desvirtuar
y distorsionar la búsqueda de acuerdos entre los dos partidos con
mayor presencia en el Congreso para llevar agua al molino de los intereses
turbios a los que siempre ha servido y causar al país un daño
que habría de sumarse, si se le permite, al enorme perjuicio que
provocó a lo largo de los seis años de su mandato.
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