El Estado se privó de los instrumentos para hacer frente a los retos del futuro, dice

Perdidos 20 años de desarrollo por políticas neoliberales: Silva Herzog

Los cambios estructurales no beneficiaron a la población Se alega la necesidad de la inversión privada en el sector energético para justificar la "inacción del gobierno", afirma el ex funcionario

ROBERTO GONZALEZ AMADOR

Las políticas de cambio estructural, en las que la privatización de empresas públicas fue uno de los pilares, no produjeron resultados positivos para la población, pero, más grave es que el país perdió 20 años de desarrollo económico y, al mismo tiempo, el Estado se deshizo de los instrumentos que le permitirían hacer frente a los retos del futuro, aseguró Jesús Silva Herzog Flores, secretario de Hacienda en los gobiernos de los ex presidentes José López Portillo y Miguel de la Madrid.

En entrevista con La Jornada, Silva Herzog Flores, ex embajador de México en España y Estados Unidos, consideró que la lección de las pasadas dos décadas es que no siempre toda privatización es positiva para el país y que la aplicación de una política dogmática "conduce al fracaso".

Rechazó la validez del argumento de que la inversión privada en sectores como el energético sea una condición necesaria para reactivar el crecimiento de la economía. "Eso es una cortina de humo para justificar la inacción del actual gobierno, que no adelanta en realizar cambios importantes que no requieren una reforma legal", como reducir trámites y mejorar la recaudación fiscal, indicó.

En la historia económica del país, apuntó, la constante es la falta de recursos suficientes y siempre Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad han podido seguir creciendo, abasteciendo la demanda nacional y exportando volúmenes cada vez mayores, aun con la falta de dinero. Es falsa, aseguró, la conclusión que saca el gobierno de que la única manera de mejorar estas empresas es cederlas al capital privado. "Los inversionistas particulares le quieren entrar a estas empresas porque son un negocio redondo."

El lunes pasado, el diario estadunidense The Wall Street Journal publicó que el Banco Mundial, otrora apóstol de la privatización, atraviesa una "crisis de fe" y actualmente duda en aconsejar a los países en desarrollo vender las empresas estatales. "La antigua idea de las privatizaciones ya no parece tan obvia, especialmente cuando se refiere a energía y gestión de sistemas de aguas", mencionó el rotativo.

Silva Herzog consideró "razonable" y dio la bienvenida al debate sobre la efectividad de la política económica basada en la apertura, liberalización y venta de empresas estatales. En este sentido, apuntó:

"Han pasado 20 años desde el inicio de las políticas llamadas de cambio estructural y tenemos que reconocer que en esas dos décadas el resultado de esas políticas, dentro de las cuales la privatización de empresas públicas era muy importante, no han producido los resultados que se esperaban. Es claro que en estos 20 años el país prácticamente no ha crecido y el ingreso por habitante se ha reducido frente a un crecimiento de la población mayor al económico."

La política de adelgazamiento de los estados nacionales se inició a principios de los años 80 del siglo pasado en Inglaterra, bajo el gobierno de la ex primera ministra Margaret Thatcher y, con el impulso del entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, se extendió por todo el mundo, al ser adoptada por organismos financieros internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Jesús Silva Herzog recordó que en agosto de 1982, cuando fungía como secretario de Hacienda, hizo crisis el problema de la deuda externa, detonado por la decisión de México de declarar una moratoria de pagos.

En el marco de la crisis de la deuda, señaló Silva Herzog, comenzó la aplicación de las políticas de ajuste estructural, bajo dos principios básicos: uno, reducir el tamaño del Estado mediante la reducción de déficit fiscales y venta de empresas públicas y, segundo, abrir la economía al exterior.

Insiste en que, juzgada a 20 años de distancia, esa política económica adoptada a pie juntillas por los gobiernos mexicanos desde los años 80 a la fecha, demostró que no fue el mejor camino. Aunque ataja: "Eso no quiere decir regresar a los déficits fiscales abultados ni a que el Estado se convierta en propietario de muchas empresas públicas. Significa que hay un debate que surge y que es positivo".

El ex secretario de Hacienda consideró que la privatización de empresas estatales se manejó como "una actitud dogmática", pues se decía que las compañías en manos del Estado eran menos eficientes, "lo cual hemos visto que no es así".

Recuerda que en México se transfirieron a particulares empresas públicas, e incluso sectores completos como el bancario, que luego el gobierno tuvo que rescatar de la quiebra a la que los llevaron los empresarios privados.

Así, menciona los casos de las carreteras, las aerolíneas, los ingenios azucareros y "el más dramático de todos, el de la banca", que en manos del Estado, aseguró, funcionó mejor que cuando fue vendida a particulares entre 1991 y 1992, "en operaciones muy dudosas".

No siempre, señaló, la privatización de empresas públicas es positiva y la experiencia de los últimos años demuestra que "una política dogmática conduce al fracaso".

-ƑCómo se expresa en el país este fracaso?

-En México cometimos el error de creer que un Estado chico y ausente es mejor. Se ha abdicado del papel tradicional del Estado mexicano como promotor y fuente de apoyo a ciertas regiones y sectores económicos. Hoy tenemos un Estado que no cumple ninguna función de promoción, como sí ocurre en algunos de los países en desarrollo que han tenido buen desempeño económico, como China, India, Corea del Sur, Tailandia o Malasia. En México hemos sido más papistas que el papa.

Abandono de la función de promotor de desarrollo

Las consecuencias de la privatización y, en general del abandono del Estado de su función de promotor del desarrollo, serán más evidentes a largo plazo, comentó. El país no cuenta con instrumentos para hacer frente a los retos del futuro, lo que se demuestra en la ausencia de la banca de desarrollo y en que el control sobre el sistema bancario se haya cedido a grupos extranjeros. Hoy las decisiones de crédito para México son consultadas en Nueva York o en España, "lo que es verdaderamente dramático".

Para Jesús Silva Herzog, en los últimos años ha comenzado a cobrar fuerza en México y en América Latina en general una discusión sobre la viabilidad del modelo económico seguido desde los años 80 y, según advierte, "hay consenso de que ese no es el mejor camino".