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México D.F. Viernes 25 de julio de 2003

''No me ufano de mis libros, pero sí de los títulos"

En concurrida velada en Bellas Artes, José Emilio Pacheco habló de literatura, política y algo más s

CESAR GÜEMES

Pocos poetas pueden decir en México que llenaron la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Menos, afirmar que tienen una máscara original de El Santo.

Ya muy pocos dirán, como él, que se salvaron de ir a la cárcel junto con Sergio Andrade porque allá en el pasado, donde los hechos transcurren de modo diferente, nunca se entendieron uno como letrista y el otro como compositor. Y ya sólo él, José Emilio Pacheco, puede decir, a modo de mero cojose emilio pacheco__ok6mentario, que le acaba de hablar Mario Benedetti para pedirle autorización de reproducir en su nuevo libro ciertas líneas de un poema suyo.

Todo ocurre de forma sucesiva: la expectación por la llegada de Pacheco, que el próximo lunes recibirá el Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo; la aglomeración del público que llena media hora antes de lo previsto no sólo la sala Ponce, sino un área adyacente en la que hay al menos centenar y medio de personas que miran lo que ocurre gracias a un monitor; el aplauso sonoro para el autor del ya inmarcesible Tarde o temprano; el agradecimiento del poeta y narrador, quien viene acompañado por Adolfo Castañón, en ausencia del también poeta José Luis Rivas, quien no pudo asistir por motivos de salud, y una inagotable, enternecedora e irrepetible lucha sin límite de tiempo que libran los micrófonos de la sala y José Emilio Pacheco, unos con la firme consigna de multiplicarse para recoger la voz del escritor y éste con la idea de esquivarlos, ''porque esto de los micrófonos como que le quita la idea de conversación al encuentro".

Políticos, decepción universal

A lo largo de la velada, Pacheco habla de literatura y no evita expresar señalamientos que le atañen como ciudadano. Sobre política, por ejemplo, ''tema que jamás he evadido", dice: ''Nunca he rechazado hablar de política, pero hoy la realidad es distinta. Ya nadie quiere análisis sino opiniones. La opinión sustituye a la reflexión y todo se vuelve un desastre. La decepción hacia los políticos es universal, no sólo mexicana. Luego, no sé por qué se piensa que un escritor tiene autoridad para hablar de política cuando los mismos políticos no saben qué hacer. Me alarma la estática de opiniones y de juicios y la escasez de análisis". Y le da tiempo para la ironía entre bromas y veras: ''ƑPara qué adoptamos la idea de Estados Unidos de medir el tiempo en décadas, si aquí tenemos una medida tan genuina como los sexenios? Nada tan distinto al régimen de Alemán como el de Ruiz Cortines, nada tan diferente al de Echeverría como el de López Portillo".

En cuanto al Distrito Federal de hoy, el poeta tiene una visión muy clara y crítica: ''A pesar de que la recorro constantemente, ahora que venía hacia el Centro confirmé qué horrible es la ciudad de México. Y yo lo siento mucho porque aquí nací y aquí me voy a morir. No es ya la Ciudad de los Palacios, sino de los adefesios. Lo que ha pasado con Reforma es innombrable: ha habido una voluntad de destruir y afear todo. Si voy por Insurgentes, por ejemplo, no busco la avenida de mi adolescencia, sino que me percato de que cambia cada semana y siempre para empeorar".

El buen humor con el que José Emilio lidia con los micrófonos, que se multiplican y lo sitian ayudados por el personal de la sala, se extiende a los comentarios sobre su obra: ''No estoy ufano de mis libros, pero sí de los títulos, que son francamente buenos. Y también tengo otra característica suicida que es poner muy buenos epígrafes. Cuento con un poema insignificante con un epígrafe maravilloso de López Velarde que mata por completo al poema".

El narrador y poeta se gana la risa y el aplauso general de los asistentes, y ya en camino, refuta con cariño a Castañón quien, por la constante mención de animales en su obra, lo hace ver como un discípulo de San Francisco de Asís. Revira Pacheco:

''No puedo serlo del todo porque no soy vegetariano. Y soy contradictorio, como todos. Me parece verdaderamente rarísimo que el señor del Partido Verde Ecologista sea aficionado a las corridas de toros. En esa contradicción no incurriría yo, pero en muchas otras sí. La perfección no es ni siquiera divina, porque no hay nada más contradictorio que Dios y nada más imperfecto que el mundo."

''Transmutación'' de Benedetti

Risas, aplausos, micrófonos. Arremete Pacheco, jocoso, con la historia de cómo sin querer se mantiene en libertad: "Mi falta de talento para hacer letras de canciones me salvó de la cárcel: Armando Ayala Anguiano me sugirió que me aliara con un joven compositor, considerado entonces de gran talento. Hice algunas, pero el joven compositor dijo que eran pésimas. Ahora me siento muy feliz porque era nada menos que Sergio Andrade. Si hubiera tenido éxito junto con él probablemente ahora estaría preso en una cárcel de Brasil por corrupción de menores, o estaría con el padre Maciel, en Roma".

Al cierre del encuentro con sus lectores, José Emilio Pacheco firmará libros durante una hora. Y en la página 244 de Tarde o temprano quedará pendiente para Mario Benedetti el texto "Transmutaciones", que así comienza:

"Vuelvo la vista a un año remoto. No me sorprende lo muerto que existe en él -se halle donde se encuentre- sino su atroz perduración en este otro mundo. Perduración, lo sé, no es la palabra..."

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