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México D.F. Jueves 7 de agosto de 2003

Octavio Rodríguez Araujo

Hace falta gobierno

El profesor chino Qin Hui, en un artículo reciente de la revista británica New Left Review, mencionaba que la clave del "milagro de competitividad" de China ha sido una mano de obra barata, controlada y dependiente. En ese país, que para algunas personas poco informadas es socialista, la clase obrera no tiene derecho a sindicatos ni a negociaciones laborales y los campesinos sobreviven de milagro. Gracias a esta situación, China es un país en crecimiento (que no desarrollo) y competitivo. Pero también porque hay gobierno, aunque sea de mandarines tecnocráticos.

En México tenemos la misma infraestructura humana: mano de obra barata, controlada y dependiente, con sindicatos debilitados a los que todavía se les quieren recortar más sus contratos colectivos de trabajo, pero con una enorme diferencia: no hay ni ha habido gobierno que dirija la economía para hacer de nuestro país una economía competitiva en crecimiento. China ha sostenido un crecimiento entre 8 y 9.5 por ciento anual desde hace varios años; México, en cambio, ha tenido un crecimiento promedio de 2.3 desde 1982, como bien señala León Bendesky en su artículo del lunes pasado en este diario.

Hace muchos años le pregunté a un alto funcionario de gobierno, que era del PRI, por qué en México, gobernado en ese entonces y por más de 60 años por el mismo partido, no había planes de largo plazo, y ni siquiera quinquenales como en Corea del Sur (país capitalista que salió del subdesarrollo en menos de 20 años a partir de 1961). No supo darme respuesta. Pero sin duda existe: no ha habido planeación porque no ha habido gobiernos interesados en el desarrollo del país. Los gobernantes, del PRI y ahora del PAN, no han pensado en la nación, sino en sus puestos de trabajo y en su enriquecimiento personal o de grupo. šY vaya que se han enriquecido!

En China o en Corea del Sur, para seguir con nuestros ejemplos, los gobernantes, nada democráticos por cierto, pensaron a largo plazo: impulsaron la educación y apoyaron la investigación científica y tecnológica para crear los cuadros necesarios para el desarrollo; y luego, mediante el uso de la banca y las finanzas, incentivaron las inversiones privadas, reguladas y orientadas en términos de competitividad internacional, para que la economía de sus países creciera. Corea del Sur, en 1970 tenía un producto interno bruto (PIB) por habitante de 260 dólares, en la actualidad es de 19 mil 400 dólares. México, en cambio, tenía un PIB per cápita de 690 dólares en 1970 y en el presente es de 6 a 9 mil, según la fuente. Gran diferencia, y más si estos reveladores datos se complementan con otro igualmente elocuente: en tanto que en Corea del Sur las desigualdades sociales son menores que, por ejemplo, en Francia o España (e incluso China), las de México son superiores a las de la mayor parte de los países latinoamericanos.

Se dirá que en países como Corea del Sur y otros semejantes se sacrificó a una generación de trabajadores desde la segunda posguerra a la fecha (con jornadas de 59 horas, salarios de hambre y represión), lo cual es cierto, pero se pasa por alto que en México los pobres del campo y entre éstos los indios, han sido sacrificados desde la revolución de 1910, con muy breves periodos de justicia social, que en los últimos años se les ha escamoteado.

El presidente Fox ha querido corresponsabilizar a 100 millones de mexicanos del desarrollo del país, como si su nombramiento fuera de coordinador del esfuerzo nacional. Se ha equivocado una vez más. Es el gobernante, no un coordinador. Y su responsabilidad es para esos 100 millones de habitantes que le dan sentido a la existencia del país. Se espera de Fox, como se espera de un gobernante en cualquier país, que dirija la marcha de la nación y que asuma su papel, en lugar de estar pensando ya en su sucesión, como si fuera el presidente de un condominio hastiado de su trabajo que ya quiere dejar porque sus vecinos no cooperan o porque exigen más de lo que está dispuesto a dar.

Al igual que Zedillo, Fox habla con frecuencia de la legitimidad de su gobierno gracias al voto. Pues que use esa legitimidad para hacer lo que le corresponde, que junto con su gabinete elabore un plan de desarrollo nacional que haga de este deteriorado país una gran nación y, finalmente, que por lo menos busque la manera de hacer compatibles las ganancias de los empresarios (ya que se trata de un país capitalista) con el aumento del empleo y de los salarios para disminuir las desigualdades sociales y la pobreza y para también aumentar, aunque sea un poco, las esperanzas de los mexicanos.

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