Reconocimiento a los derechos, nuevo enfoque de la salud reproductiva
María Consuelo Mejía
No se puede hablar del concepto de salud reproductiva sin hacer referencia a las conferencias internacionales de Población y Desarrollo y de Mujeres que se realizaron en El Cairo y Beijing en 1994 y 1995, respectivamente, pues constituyeron hitos en la historia de la salud y los derechos reproductivos, ya que se lograron acuerdos inéditos que resultaron en un trascendental cambio de perspectiva de las políticas nacionales de población y salud.
En El Cairo, por primera vez en un foro mundial de población, se decide poner por delante de las metas demográficas los derechos reproductivos. El viraje en el discurso fue de prácticamente 180 grados y fue ratificado en la Conferencia Mundial de las Mujeres. Esto constituye un piso nuevo, una herramienta para impulsar políticas y programas dirigidos a eliminar las brechas de la equidad entre los géneros y mejorar la calidad de vida de todas las personas.
Al establecer la eliminación de la pobreza, el acceso universal a la educación, el impulso al empoderamiento de las mujeres, la participación de los hombres en las tareas de la reproducción social y la eliminación de la discriminación contra las niñas como condiciones para lograr la salud reproductiva, El Cairo convoca a una auténtica revolución de valores dirigida a lograr la equidad en las relaciones de género, con énfasis en los derechos de las mujeres.
Pero ¿cómo convertir en realidad estos compromisos, estos deseos, estos sueños? Los documentos producto de estas conferencias recomiendan a los gobiernos medidas muy concretas. Además de la creación de mecanismos para la asociación efectiva y equitativa con las organizaciones de la sociedad civil, se recomienda asignar los recursos suficientes para echar a andar este nuevo enfoque, cuya pieza esencial es la integración de la perspectiva de género a la prestación de los servicios de salud.
Esto se dice fácil, pero entraña un profundo cambio de valores. Tiene que ver con el rompimiento de los estereotipos de género, con la eliminación de la coerción, el engaño y el abuso de poder en las relaciones entre prestadores de servicios y usuarias, con el respeto a sus opiniones y decisiones. Entraña también el reconocimiento de las desigualdades basadas en la diferencia sexual y de la relatividad histórica y cultural de los papeles de género.
La posibilidad para las mujeres de opinar, de decidir,
de elegir en materia de sexualidad y reproducción y de no ser objeto
de políticas trazadas y aplicadas sin su consentimiento está
en la letra del nuevo enfoque de la salud reproductiva.
Un concepto que no admite retrocesos
Este concepto habla de la capacidad de disfrutar de una vida sexual satisfactoria y sin riesgos, de procrear, y de la libertad para decidir hacerlo o no hacerlo, cuándo y con qué frecuencia. Habla del derecho de todas las personas a obtener información y acceso a métodos seguros, eficaces, asequibles y aceptables, y de su derecho a elegir los que más les convengan para la regulación de su fecundidad, así como del derecho a recibir servicios adecuados que permitan los embarazos y los partos sin riesgo y proporcionen a las parejas las máximas posibilidades de tener hijos sanos.
Asimismo, promueve servicios para otras necesidades de la salud reproductiva tales como la prevención y el tratamiento de las infecciones del tracto reproductivo y de las infecciones de transmisión sexual (ITS), los tratamientos a la infertilidad y al deseo de no tener hijos, lo cual pone en evidencia que la meta principal de los programas de salud reproductiva es la salud de las mujeres y no el control del crecimiento poblacional.
El concepto también incluye explícitamente la salud sexual, encaminada al desarrollo de la vida y de las relaciones personales y no meramente al asesoramiento y la atención en materia de reproducción y de infecciones de transmisión sexual. Otro beneficio es que provee un foco de intervención alrededor del cual los programas de cuidado prenatal, de planificación familiar y de control de ITS, antes paralelos, pueden converger, llevando a mayor eficiencia en la provisión de servicios, y más importante aún, a una mejor calidad de servicios para las mujeres.
Por la nobleza del concepto y la trascendencia de los retos que entraña el nuevo enfoque de la salud reproductiva, no entendemos el anuncio de la fusión de la Dirección General de Salud Reproductiva y el Programa Mujer y Salud en una nueva entidad. Aunque todavía no conocemos el rumbo que tomarán estos cambios administrativos, nos parece muy inquietante que desaparezcan aparatos dedicados con nombre y apellido a mejorar una dimensión tan importante en la vida de las mujeres como la salud y específicamente la salud reproductiva.
Mientras no contemos con más información
respecto a los rumbos que tomarán estos cambios, sólo nos
queda expresar nuestra demanda de que no pueden darse pasos hacia atrás
en la instrumentación del nuevo enfoque de la salud reproductiva
basado en los derechos que a todas y todos nos son comunes.
Antropóloga con Maestría en Estudios Latinoamericanos, directora de Católicas por el Derecho a Decidir A.C., e integrante del Foro Nacional de Mujeres y Políticas de Población.