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México D.F. Domingo 10 de agosto de 2003
Antonio Gershenson
Inversión pública y derroche
Ante las críticas a su política económica, y en especial al día siguiente de la formulada por el jefe de Gobierno del Distrito Federal, el Presidente de la República dijo que: "Hay quienes nos han estado insistiendo en que el gasto público debe ser el detonador del crecimiento económico y el generador de empleos, y que para ese propósito debemos exceder el déficit (fiscal)..." Y pidió recordar "lo que pasó en nuestro país, cuando se hizo lo mismo, y nos llevó a tasas de inflación de 150 por ciento..."
Esta misma argumentación la hemos oído de los tecnócratas desde hace años. Y esta mención es necesaria porque éstos sí deben saber lo que entonces ocurrió, porque ellos fueron coautores de lo que ahora quieren atribuir la culpa a otros. El Presidente, en 1988, tal vez ni siquiera estaba en la capital del país, pero los tecnócratas no sólo estaban en la misma, sino que estaban en las áreas en las que se toman este tipo de decisiones. Por lo mismo, y dado que se habla de recordar, les recordaremos cómo fueron y cómo son las cosas en la realidad.
Primero, el índice de precios al consumidor no llegó a aumentar 150 por ciento frente al mismo mes del año anterior, sino 180 por ciento. Segundo, esto no ocurrió durante la época del derroche de López Portillo, sino durante el gobierno recortador, tijereteador y desnacionalizador de De la Madrid, en nombre de la austeridad y del supuesto combate a la inflación. Es más, ocurrió en el último año de este gobierno. Concretamente, hablamos del indicador de febrero de 1988, por lo cual no hay forma de echarle la culpa a su antecesor.
En tercer lugar, si bien es cierto que López Obrador se pronunció a favor de la inversión pública como uno de los instrumentos (mencionó otros dos) para reactivar la economía y generar empleos, no propuso, al menos en la amplia versión publicada en estas páginas, "exceder el déficit". Al contrario, en su más reciente informe trimestral, proporcionó datos mostrando que se ha reducido el ritmo de endeudamiento. Es más, mientras que el gobierno federal aumentaba, desde sus inicios, las remuneraciones a los altos funcionarios, el del Distrito Federal las reducía, para citar sólo un ejemplo.
El señalado jefe de Gobierno sí ha mencionado, como fuente alterna de recursos, el que se dejen de pagar montos derivados de las operaciones irregulares del Fobaproa-IPAB; pero parece ser que a los tecnócratas no les gusta mucho hablar del asunto. Sin embargo, creo que tenemos aquí una experiencia que muestra, en positivo, que se puede ejercer una inversión pública que detona o propicia inversión privada en montos muy superiores a la pública, sin aumentar el déficit ni la deuda, sin aumentar impuestos u otras cargas a la población, pero, eso sí, combatiendo la corrupción y buscando un uso más eficiente de los recursos. No sólo se puede invertir, todavía quedan recursos para apoyos económicos a personas de la tercera edad y otros grupos sociales marginados.
Un ejemplo importante de lo que vemos en el Distrito Federal es que el gobierno de la ciudad ha invertido en números redondos 630 millones de pesos en el corredor Reforma-Centro Histórico, en obras que incluyen desde la renovación del drenaje, el cambio de pisos en calles y banquetas, alumbrado público, renovación de los ductos no sólo del alumbrado, semáforos, cámaras de vigilancia y otros servicios de la ciudad, sino también de empresas y entidades como Luz y Fuerza del Centro, Telmex, empresas gaseras, de fibra óptica y telecomunicación, con la participación activa de las mismas, y otros elementos. Con lo programado hasta fines de 2004, la inversión pública total andará alrededor de los mil millones.
Sin embargo, esto es poco en comparación con la inversión privada que estas obras han contribuido a detonar: 195 obras de construcción o rehabilitación de inmuebles, con una inversión comprometida de 15 mil millones de pesos: 15 veces más que la mencionada inversión pública. Algunos edificios ya se inauguraron, como la Torre Mayor, el edificio más alto de América Latina, y el hotel Sheraton Centro Histórico, frente a la Alameda. En esta misma zona, el gobierno de la ciudad firmó, con el gobierno federal, el convenio para que, en la nueva Plaza Juárez, se construya la nueva torre para la Secretaría de Relaciones Exteriores. Y no vemos que, con estas inversiones, los precios en la ciudad de México estén aumentando 180 por ciento; el ritmo de aumento es básicamente el que hay en el país en su conjunto.
Pero sí debemos aclarar que la política económica federal es mucho más que los aspectos que pudieran considerarse análogos a los de una ciudad. Por ejemplo, la política energética es básicamente un asunto federal. Y también aquí son necesarios cambios, también aquí es importante ir construyendo alternativas. Estas ya no se van a poder ejemplificar en escala local, pero pueden irse desarrollando, por ejemplo, en las cámaras legislativas
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