México D.F. Domingo 10 de agosto de 2003
El padre y tres de sus hijos fueron acribillados
a corta distancia
Soldados de EU asesinan por pánico a cuatro
miembros de una familia iraquí
Las bajas civiles, porque militares disparan indiscriminadamente
cuando son emboscados
JUSTIN HUGGLER THE INDEPENDENT
Bagdad, 9 de agosto. La familia Abd al Kerim no
tuvo oportunidad. Los soldados estadunidenses abrieron fuego sobre su automóvil
sin previo aviso y a corta distancia. Mataron al padre y a tres de los
hijos, entre ellos una niña de sólo ocho años de edad.
Solamente la madre, Anwar, y una hija de 13 años
quedaron vivas para relatar cómo las balas penetraron por el parabrisas
y los suyos le gritaban a los soldados que se detuvieran.
"No les hicimos nada y ellos nos dispararon", dijo la
señora Abd al Kerim, quien tiene un embarazo avanzado. "Les gritamos
'¡alto, somos una familia!', pero siguieron disparando."
La historia del asesinato de Adel Abd al Kerim y tres
de sus hijos se dio a conocer hoy, exactamente cien días después
de que el presidente George W. Bush declaró que la guerra en Irak
había terminado.
Este sábado, en Washington, Bush declaró
en un discurso por la radio: "La vida vuelve a la normalidad para el pueblo
iraquí... Todos los estadunidenses pueden estar orgullosos de lo
que nuestras autoridades militares y provisionales han logrado en Irak".
Pero
en esta ciudad los civiles iraquíes siguen muriendo sin necesidad
casi todos los días a manos de los nerviosos soldados estadunidenses,
que aprietan el gatillo con cualquier pretexto.
Los médicos dijeron que el padre y sus dos hijas
pudieron sobrevivir si hubieran recibido tratamiento oportuno. Pero los
estadunidenses los dejaron desangrarse, porque no permitieron que nadie
los llevara al hospital.
El hecho ocurrió a las 21:30, una hora después
del anochecer pero mucho antes del toque de queda, que es a las 23.
Los estadunidenses habían colocado barricadas en
el barrio tunecino de Bagdad, don-de viven los Abd al Kerim. La familia
se acercó al retén despacio, con precaución, para
no alarmar a los soldados.
Pero entonces se desató el pandemonio. Los soldados
disparaban en todas direcciones. Apuntaron hacia el auto de los Abd al
Kerim y lo rociaron de balas. Se pueden ver los hoyos en la ventanilla
delantera del lado del pasajero y en la trasera. Se puede ver la sangre
de los muertos desparramada en los asientos grises de imitación
terciopelo.
Ocurrió un terrible malentendido. Los es-tadunidenses
creyeron que los atacaban fuerzas de resistencia, según varios testigos
iraquíes. Esas son las circunstancias en que han ocurrido la mayoría
de asesinatos de civiles iraquíes: una patrulla estadunidense sufre
un ataque con granadas y los soldados entran en pánico y disparan
a discreción.
Sin embargo, esta vez no hubo ataque. Otro automóvil,
manejado por un joven iraquí, Sa'ad al Azawi, se acercó demasiado
rápido a otro retén colocado más adelante.
Al Azawi y sus pasajeros no oyeron la orden de detenerse,
porque llevaban el estéreo demasiado alto. Los soldados estadunidenses,
creyendo que los atacaban, entraron en pánico y abrieron fuego.
En la oscuridad de uno de los frecuentes apagones en Bagdad,
otros soldados que estaban en la calle oyeron disparos y pensaron que los
atacaban. También ellos reaccionaron abriendo fuego, aunque no veían
lo que pasaba. Otros militares que estaban en puestos de vigilancia en
un edificio cercano se unieron a la balacera, disparando hacia la calle
oscura.
En ese momento se acercó el automóvil de
los Abd al Kerim al retén. Los despavoridos soldados apuntaron al
vehículo y despedazaron a tiros a la familia.
"Fue la anarquía", dijo Alí al Issawi, quien
vive en esa calle y atestiguó los hechos. "Los estadunidenses se
disparaban unos a otros."
Bajo el sol caliente de este sábado había
montones de pruebas regadas en la calle. Casquillos vacíos por todas
partes. Orificios de bala marcaban los muros y puertas de las casas cercanas.
Varios autos estacionados estaban llenos de perforaciones, con los cristales
destrozados y las llantas ponchadas.
Dada la extensión de las perforaciones de bala
por toda la calle, estaba claro que los soldados dispararon en todas direcciones.
Sa'ad al Azawi, conductor del otro vehículo, resultó
muerto. Los estadunidenses sacaron a sus dos pasajeros y los tundieron,
creyendo todavía que eran de la resistencia, narró Al Issawi.
Desde su casa, donde observaba, no se dio cuenta de que Al Azawi estaba
muerto, y cuando el auto estalló en llamas trató de correr
para auxiliar al joven.
"Los estadunidenses no me dejaron", señaló.
"Un soldado llegó y me dijo 'adentro'. Me empujó, aunque
mi hija de ocho años estaba conmigo. No nos dejaron sacar del coche
el cuerpo del muchacho hasta que quedó calcinado".
Más adelante en la calle, la embarazada Anwqar
Abd al Kerim, que de alguna forma había resultado ilesa en el auto,
puesto que las balas llovían a su alrededor, salió del vehículo
llevando a su niña Mervet, de ocho años, que estaba herida,
y pidió ayuda a su hermano, que vive en la avenida.
Tuvo que dejar en el automóvil a sus hijas heridas,
Ia, de 16 años, y Haded, de 13, junto con su marido, Adel, quien
sangraba profusamente y gemía. Su hijo de 18 años, Haider,
ya estaba muerto. Una bala le dio en medio de los ojos.
"Vi que mi hermana corría hacia mí con su
hija en brazos, y que la niña sangraba", relató Tha'er Jawad,
hermano de la señora Abd al Kerim. "Lloraba y gritaba que fuera
yo a ayudar a Adel. Las metí en mi coche y traté de acercarme
adonde estaba el de ellos pero los estadunidenses me apuntaron con sus
armas y la gente me gritó: '¡Deténgase, le van a disparar!'
Vimos a las otras muchachas y a su hermano en el asiento trasero del coche.
No nos dejaron llevarlos al hospital."
Ia no estaba tan malherida como los demás. "Luego
de un rato la soltaron y la dejaron venir con nosotros", dijo Jawad.
"Pero cuando por fin nos dejaron ir al hospital, Mervet
murió -afirmó-. Los médicos revisaron las heridas
y nos dijeron que habría sobrevivido si la hubiéramos llevado
antes".
Agregó: "A las 22:45 oímos que los estadunidenses
habían llevado a Adel y a su otra hija a otro hospital. Fuimos allí
a las seis de la mañana siguiente, cuando levantaron el toque de
queda, y nos dijeron que ambos habían fallecido en el hospital.
"Los médicos nos dijeron que habrían podido
sobrevivir si hubieran llegado antes: la principal causa de la muerte fue
el desangramiento. Los estadunidenses los dejaron horas desangrándose
en la calle."
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
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