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México D.F. Miércoles 27 de agosto de 2003
Vilma Fuentes
Fotos retocadas
En la actualidad no es un acontecimiento conocer una persona de edad, incluso centenaria, a pesar de las canículas y los abandonos familiares. He tenido la suerte de conocer algunas. Desde entonces, veo con mirada menos severa los "progresos" de la medicina que mantienen en vida a pesar de... Limitémonos a este a pesar. Se me ocurría esto al mirar algunas películas basadas en la obra de Georges Simenon, de quien se celebra este año el centenario de su nacimiento. El creador del comisario Maigret podría seguir vivo. Es algo perturbador pensarlo cuando la reputación de este autor ha hecho de él un clásico (publicado este año en La Pléiade), y siempre es difícil imaginar vivo a un clásico. Normalmente este estatuto es privilegio de los muertos. Esto restablece una especie de equilibrio: la crítica para los vivos, la gloria para los difuntos. A tal extremo que algunos autores se inquietan cuando escuchan demasiados elogios elevarse hacia ellos: "ƑNo habré ya fallecido?", parecen preguntarse.
ƑQué pensaría Simenon si pudiera ver hoy las adaptaciones de sus novelas? Es sin duda abusivo hacer hablar a los muertos. Sin embargo, creo que, gracias a su sentido de observación, habría notado un fenómeno que no cesa de invadirnos y que consiste en cambiar "detalles". Así, šle han cambiado su Maigret! A causa de la "causa". Maigret no puede encender su pipa sin que se deslice una frasecilla que indica la condena del tabaco. Antes de tomar cualquier decisión, consulta ahora a su "asistente" (la palabra secretaria ha desaparecido) y escucha a su esposa. En suma, la época obliga: šnuestro héroe se ha vuelto políticamente conforme! Por mi parte, habiendo dejado de fumar, podría alegrarme de ver desaparecer el cigarro de la pantalla. Y, desde luego, como mujer, no voy a protestar en el momento en que se nos da al fin la palabra. No obstante, un no sé qué me embaraza. ƑSe tiene verdaderamente el derecho de introducir así, con ligeras pinceladas, en un texto escrito y publicado durante la vida de su autor, las modificaciones que dicta la moral en boga? Nadie dice nada, nadie protesta, porque hoy estas modificaciones son conforme a la moral y las buenas costumbres actuales. Se trata, sin embargo, de un escándalo. Pues, Ƒpor qué detenerse en tan buen camino y no rescribir así, poco a poco, la totalidad de las obras de los siglos pasados adaptándolas a nuestro moderno conformismo?
Los dictadores no actúan de manera distinta. Talibanes, guardias rojos, inquisidores, las "bellas almas" y las buenas conciencias de los tartufos han censurado lo que no va con sus prejuicios. ƑCómo olvidar que, en el Vaticano, algunos papas hicieron cubrir con hojas de viña los sexos indecentes de las tentadoras estatuas y retocar los desnudos de la misma capilla Sixtina? Entonces, Ƒpor qué no imaginar que los devotos contemporáneos sean capaces de ofrecernos una versión dulcificada de Shakespeare, en la cual Falstaff, por ejemplo, se volvería abstemio? Y, en lugar de terminar Hamlet con un baño de sangre, Ƒno sería más sano para la familia concluir con un buen sicoanálisis? O, si se decide dar gusto a los babas cools, Ƒpor qué no terminar Hamlet con una vasta partouze, amenizada con una distribución general de mariguana y LSD? Esto parecería más a la moda que el viejo Shakespeare, Ƒno?
Nuestros descendientes leerán quizás un día una nueva versión de Pedro Paramo. Una versión mejorada, evidentemente. ƑQuién puede ignorar que los censores no intervienen sino en nombre del bien común, de la salud de la población y del porvenir radioso de la humanidad? No cesan de mejorar. No más crímenes contra la moral, aunque la sangre deba seguir escurriendo, claro. Sobre todo en ataques quirúrgicos contra el enemigo diabolizado. Discursos virtuosos. Dictadura de cuotas igualitaristas. Consideraciones sobre la higiene de vida, los perjuicios del cigarro y el alcohol. Más sermones del ejército de salud. Ah, extrañado Juan Rulfo, tú, que sonreías con socarronería al oír los inicios de estos censores, sin olvidar hasta dónde puede llegar la estupidez, šqué de tristes crímenes virtuosos algunos correctores no sueñan en cometer en tu nombre! O, špara tu salud!
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