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México D.F. Lunes 1 de septiembre de 2003
Jorge Santíbañez Romellón*
Una enchilada mexicana
Jorge Castañeda, entonces secretario de Relaciones Exteriores, utilizó en 2001 la expresión enchilada completa para referirse a la negociación migratoria entre México y Estados Unidos, que pretendía expresar la idea de una negociación integral que abordara al menos cinco aspectos del proceso migratorio: regularización progresiva de los 4 millones de mexicanos indocumentados que viven en Estados Unidos, un acuerdo de empleo, un programa de ampliación de visas, programas de desarrollo regional en las zonas de salida de los migrantes y un nuevo modelo de gestión de la frontera. Cuatro de éstos requieren de la voluntad y acuerdo de Estados Unidos y en uno (desarrollo regional) su ayuda sería muy valiosa. Esta enchilada completa ordenaría el proceso migratorio, pero requiere que Estados Unidos la asuma.
La idea era excelente, pero México no estaba listo para abordar algunos puntos de la enchilada completa, como el eventual acuerdo de empleo o el programa de ampliación de visas. ƑSe imagina a una dependencia mexicana administrando eficientemente y sin corrupción uno de estos programas? Sin embargo, esa potencial incapacidad no fue la que impidió avanzar: Estados Unidos sólo escuchó, quizá la analizó técnicamente, pero no recuerdo ninguna declaración oficial que expresara que esa era la agenda del grupo negociador. Ciertamente se avanzó en el establecimiento de una comisión de alto nivel encargada de los asuntos migratorios, pero no hubo voluntad política para trascender a la negociación. En México ni siquiera se conoce qué pedía Estados Unidos o cuál era la posición oficial. La enchilada nunca fue binacional.
Por si no fuera suficiente, con los ataques terroristas del 11/9 Estados Unidos se retiró del diálogo; así que ya ni siquiera le importaba abordar el tema. México decidió esperar, estrategia que reflejó una actitud prudente y respetuosa. Sin embargo, después de constatar que Estados Unidos no estaba dispuesto a regresar al tema migratorio, y que todas las medidas y decisiones que toma (departamento de seguridad, visas de tránsito, gestión de la frontera, etcétera) van en dirección opuesta, México no debe permanecer inactivo, esperando algo que no va a ocurrir, permitiendo que un problema que impacta a millones de mexicanos siga desordenado y "sin gobierno". Aceptar que no se puede hacer nada acerca de un proceso que impacta a millones de mexicanos y a sus familias, es tanto como perder soberanía y sería además un error político de altos costos para el actual gobierno. El presidente Fox hizo del tema un asunto de alta prioridad y no podría decir al final del sexenio que no se hizo nada porque nuestro vecino no quiso, o reportar que nuestros funcionarios se la pasaron haciendo antesala.
Ciertamente la participación de Estados Unidos en el ordenamiento del proceso migratorio es vital, por ello hay que insistir, pero no podemos aceptar que México no puede emprender ninguna acción para ordenar el proceso, de manera independiente, soberana, quiera o no Estados Unidos, le guste o no. Mientras el vecino regresa al diálogo o para propiciar su regreso, es necesario diseñar una enchilada mexicana, esto es, un conjunto de acciones que se desarrollen exclusivamente en México, dirigidas a mejorar las condiciones en las que hoy ocurren los desplazamientos migratorios, que continuarán al mismo ritmo y quizá se incrementen en los próximos 10 o 15 años.
Se podrían hacer muchas cosas en México y en Estados Unidos, si se reúne a funcionarios, académicos, organismos no gubernamentales de ayuda y protección de los migrantes y a los migrantes mismos, no en "15 minutos", pero sí en uno o dos días de trabajo surgirían ideas factibles para crear la enchilada mexicana. Por ejemplo, se podrían generar programas de protección en territorio nacional y de asistencia en Estados Unidos. Recordemos que los migrantes son extorsionados desde que abandonan sus hogares por taxistas, prestadores de servicios en aeropuertos y centrales de autobuses, líneas aéreas, agentes oficiales mexicanos, prestadores de servicios en las localidades fronterizas, empleadores en Estados Unidos y, desde luego, por los famosos polleros, sin que existan mecanismos de protección.
Podrían diseñarse programas de orientación sobre los riesgos del desplazamiento hacia Estados Unidos y de los derechos que tienen en el trayecto, sobre todo en ese país. Existe una buena cantidad de servicios a los que se puede recurrir aun siendo indocumentado, o bien que los orienten sobre los apoyos con que pueden contar en las ciudades mexicanas de cruce por donde se desplazan en el desamparo total, o acerca de las organizaciones en Estados Unidos que los pueden ayudar. Podrían instrumentarse programas de desarrollo regional en zonas de salida y de apoyo a los municipios de tránsito. Sería necesario incorporar al abordaje del problema a dependencias como la Sedesol o la Secretaría del Trabajo.
En fin, si se quisiera podrían hacerse cosas más benéficas que pasarnos los días tratando de entresacar de cualquier discurso oficial estadunidense alguna señal, alguna mirada que signifique que "ahora sí" parece que el tema va a regresar.
La enchilada mexicana es una estrategia con una ventaja adicional: Estados Unidos no se quedaría callado ante algunas de las medidas mencionadas, que podrían ser interpretadas como la ayuda oficial de México a que sus ciudadanos violenten sus leyes y disposiciones administrativas, como ingresar sin documentos y subrepticiamente al país vecino; no faltarían las voces que reclamarían que México pone en riesgo la seguridad nacional al facilitar que un número importante de personas transiten por su territorio hacia Estados Unidos.
La respuesta del gobierno mexicano puede ser muy sencilla, dando al menos, dos argumentos centrales. El primero es que estaría haciendo lo que cualquier gobierno democrático haría: proteger a sus gobernados y atender un proceso social que involucra a un número importante de hogares mexicanos, y el segundo, que recurre a medidas unilaterales porque el gobierno estadunidense se ha negado a cualquier medida binacional. Nos preocupa su seguridad, pero ni nuestros migrantes representan un peligro para Estados Unidos, ni podemos permitir que se sigan arriesgando y perdiendo vidas. La ganancia más importante de esta estrategia es que de manera reactiva "regresaría al tema" y es lo que urge. * Presidente de El Colegio de la Frontera Norte
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