.. |
México D.F. Lunes 1 de septiembre de 2003
José Cueli
Vida-muerte...
El toreo es una concepción dialéctica de la vida-muerte que pertenece al aficionado. Es éste el que mejor comprende y ha intuido con certera percepción la calidad genérica de esa esencia del toreo. Todo un estilo de vida, toda una metafísica, acaso una sicología especial que absorbe un máximo de características del origen. La "afición", los aficionados, sin torear, sienten y encarnan el espíritu que hay detrás del quehacer torero, más allá que los propios toreros, no se diga los administradores.
El aficionado, si no hay toros en la México o en las placitas aledañas, se compensa recreándose en las imágenes que en ocasiones transmite TVE de algunas corridas del ciclo veraniego en España. Todo ello a pesar de la temperatura antipopular, seudouniversalista que "grilla" para desaparecer la fiesta brava, favorecida por unos administradores que discuten cómo estar en desacuerdo.
Ser aficionado es otro ver el mundo en su esencia vida-muerte. Así, el aficionado mexicano, frustrado una vez más, se conforma y se paladea con la novillada -peor es nada- de la tarde de ayer en el escenario de los dimes y diretes. ƑDónde quedaron esas corridas en que había una intención torera constante, sobre todo una producción generosa de novilleros, coherentemente identificados con el toreo mexicano? La comunidad torera más que cordialidad de muchos, es entrañamiento de pocos. El aficionado no puede recibir la totalidad del quehacer torero, si no es con la apoyatura de otro aficionado. Es catarsis compartida; su embriaguez total no florece sin el calor de otro cabal y es ley imburlable.
|