México D.F. Lunes 1 de septiembre de 2003
"Alguien tiene que vigilar y proteger la fiesta brava"
Absurda, la autorregulación cuando no hay competencia empresarial: Cantú
LEONARDO PAEZ
"La autorregulación invocada por el empresario de la Plaza México carece de todo sustento, ya que la autorregulación puede tener sentido en la medida en que exista una verdadera competencia entre empresas, que no es el caso en el ámbito del espectáculo taurino en el país", señala Guillermo H. Cantú, presidente de la Comisión Taurina del Distrito Federal en el periodo 1995-1998 y decisivo promotor del Reglamento Taurino vigente, expedido por el entonces presidente Ernesto Zedillo el 16 de mayo de 1997.
-ƑPor qué se llaman a engaño empresario, matadores y subalternos con relación al reglamento?
-Por principio de cuentas -señala Cantú, promotor de empresas con casi 50 años de experiencia-, la empresa como fenómeno no es fácil de entender. Es una profesión que exige sólida preparación y es, asimismo, una vocación que demanda compromiso y sensibilidad con el público al que esa empresa pretende servir. No obstante haberse reunido la Comisión Taurina hasta en cuatro o más ocasiones con cada gremio para modificar el reglamento de 1987, cuando finalmente apareció la normativa, matadores y subalternos patológicamente la negaron, en tanto que reconocidos periodistas incondicionales del empresario la descalificaban de un plumazo.
-ƑA qué atribuir esta reacción inmadura de quienes dicen jugarse la vida delante de los toros?
-Primero, a que no hay idea de empresa ni de la misión de ésta, pero sí una obsesión monopólica y autorregulatoria por parte del promotor de la Plaza México que, como todo peleonero de la calle, si ve que no le responden en sus términos, entonces ataca con más enjundia, con la misma bravuconería. Hasta ahora esa estrategia le ha funcionado con matadores y subalternos, los sectores más manipulables de la fiesta. Por ello resulta inadmisible el sometimiento de los empresarios taurinos, y encomiable la dignidad de los ganaderos de no suscribir el remedo de reglamento que el promotor pretende que le apruebe el Gobierno del Distrito Federal.
-ƑTiene sentido expedir un reglamento taurino si éste no se cumple ni se hace cumplir?
-Claro que tiene sentido. Sólo cabe la autorregulación en la medida en que existe una verdadera competencia entre empresas, cuando éstas procuran, en serio, brindar el mejor servicio a un mayor número de usuarios, lo que redunda en mayores utilidades para las empresas que se disputan determinado mercado.
"Como en el caso del espectáculo taurino -añade Cantú- no existe esta competencia entre empresas, alguna instancia tiene que regular, vigilar y proteger la fiesta brava, que es tradición cultural del pueblo mexicano, no propiedad de quienes dicen invertir, sin rigor de resultados, en la promoción de ese espectáculo, por lo demás diferente al resto, con un rito y una liturgia que si no se observan dan al traste con su esencia."
-Aun así, ninguna instancia ha podido frenar los abusos sistemáticos del empresario de la México.
-Varios factores inciden en la evidente indiferencia de la autoridad hacia la fiesta de los toros. En primer término, haber evaluado el peso político y el grado de cohesión de la fiesta ha hecho que la autoridad se abstenga de intervenir, independientemente de que tampoco la entiende como un valor cultural que demanda preservación más allá del ámbito privado. A eso hay que añadir una afición muy desarticulada, indiferente o nula como grupo de presión, más una añeja tradición de no competencia taurina, lo que ha generado la creciente incompetencia de esas empresas. Por eso, en España establecieron la licitación o concurso como forma empresarial para concesionar los cosos a la propuesta más interesante, no a la más adinerada.
-ƑNo coarta el reglamento la imaginación del empresario taurino?
-Sólo si se carece de preparación y sensibilidad empresarial. El incumplido reglamento del Distrito Federal es favorable para tener un buen negocio. No fue hecho para molestar u obstruir, sino para propiciar que hubiese un espectáculo taurino de primera clase. Como la empresa ha hecho caso omiso del reglamento, el resultado son los tendidos vacíos, tanto en la capital como en los estados. Evidentemente no sabe dar espectáculo, puesto que la gente no consume la versión de fiesta brava que la empresa le ofrece.
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