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México D.F. Domingo 7 de septiembre de 2003

MAR DE HISTORIAS

"Sólo progreso"

Cristina Pacheco

Hace más de una hora terminaron la verbena y el mitin. El viento húmedo vuelve a soplar con fuerza. Se agitan los pendones y estandartes que cuelgan de los árboles. Algunos se desprenden y caen al suelo. El emblema del partido, la imagen del candidato y su frase de campaña -"Sólo progreso"- se hunden en los charcos.

A unos metros de la calle principal, los dueños de la feria protegen con lonas sus juegos mecánicos. En el zócalo, mientras una cuadrilla de trabajadores desmonta las tribunas y los músicos terminan de guardar sus instrumentos, los menesterosos rescatan de la basura mantas y banderolas para incorporarlas a sus viviendas. Esta noche habrá en el pueblo ventanas, pisos, techos, puertas de "Sólo progreso".

Desde los quicios de los comercios, los dependientes agitan las manos para despedir a la comitiva que está a punto de abordar las camionetas. Por la ventanilla de la primera se asoma el chofer:

-Santos: Ƒpor dónde salgo para la autopista?

-No sé, déjame preguntarle al licenciado Márquez.

El aludido, un hombre maduro con chamarra de piel y lentes negros, oye que lo nombran y se acerca:

-ƑPara qué soy bueno?

-Emigdio quiere saber cómo salir más rápido-. Santos se frota el cuello. -šQué pinche pueblo! No hay ni señalamientos.

Márquez responde con una sonrisa cínica:

-Eso también lo vamos a cambiar, tú nomás espérate-. Luego se dirige a Santos: -Te vas derecho. Cuando llegues a una y griega tomas a la izquierda. Pasas las vías y subes un puente. Bajando das vuelta en u y a cien metros encuentras la autopista.

-Como quien dice: muy fácil -comenta el chofer. Sube la ventanilla y se aleja. Lo siguen jaurías y un grupo de niños que sin medir el peligro, intentan subirse a la defensa trasera.

Santos y Márquez observan la escena desde el zócalo.

-šPinches escuincles! A ver si se rompen una pata y luego nos hacen cargos -dice Santos, asombrado por la osadía de los niños.

-Después de que todo salió tan bien, sería una chingadera -responde Márquez.

-Lo de que una chava le entregara el ramo de flores al candidato estuvo que ni mandado hacer. ƑCómo se te ocurrió?

-Cuando vi que Emigdio tenía puras viejitas para la foto dije: eso es el pasado. Tenemos que hacer algo para que la gente sepa que trabajamos para el futuro. Entonces llegó la muchacha a dejarnos unos refrescos. La vi medio simpaticona y le ordené a Emigdio: "Ve por ella. Está perfecta para que le dé la bienvenida a nuestro candidato".

-Y también para alegrarle el ojo. ƑPor qué no? -Santos suelta una carcajada. -Y el discurso de la chava, Ƒa qué horas lo escribiste?

-Nadie lo hizo. A ella le salió de su ronco pecho.

-Pues estuvo muy bien. Te juro que cuando habló de que sus padres habían tenido que irse a Oregon porque aquí no hay trabajo, se me enchinó el cuero. ƑNotaste que el candidato también se emocionó?

-Pues sí, pero ojalá que eso se vea en las fotos. El candidato quiere revisarlas hoy mismo. ƑSe lo dijiste a Mendiola?

-Sí, y también por eso lo mandé con la escolta-. Santos ve a una mujer que, desde el otro lado del andador, le hace señas: -ƑMe busca a mí?

-No. Quería hablar con el licenciado. No le quito nada de tiempo. Ya sé que él tiene mucha prisa.

Márquez oculta su impaciencia tras un gesto de cordialidad y va al encuentro de la mujer:

-Dígame, señora, Ƒen qué puedo servirla?

-Yo nomás quería pedirle la foto. Quedó de mandármela y creo que se le olvidó, porque no la he recibido.

-Somos rápidos, pero no tanto, señora... Ya di instrucciones para que mi asistente les mande sus fotos a todas las personas que se retrataron con el candidato-. Impide que la mujer lo interrumpa: -No se preocupe: él se encargó de tomar los nombres y las direcciones de cada una y cada uno de ustedes.

-No, yo digo las fotos de la otra vez que vino. ƑQué, no se acuerda? Cuando la campaña anterior usté ordenó que me fotografiaran con don Rodrigo. Entonces él era el candidato y ahora le tocó a su hijo. Y se parecen bastante, nomás que el señor grande usaba bigotes.

-Usa. Todavía vive -rectifica Márquez, solemne.

-šQué bueno! Ha de estar muy contento de que le siga los pasos el hijo. A ver si él sí nos cumple con lo del apoyo al campo, para que la gente no siga yéndose de aquí.

Márquez chasquea los dedos:

-šYa me acordé! Usted es Lugarda...

-No es mi culpa: mis papacitos me pusieron ese nombre.

-...y llegó al mitin con una niñita agarrada de la mano.

-Es Rosa, la que habló hace un rato-. Lugarda advierte la extrañeza de Márquez: -Comprendo que no la reconozca, porque ya pasó mucho tiempo. A veces me quedo viendo a mi nieta y digo: Ƒcómo es posible que esta muchacha sea la criatura que me dejaron sus papás hace diecisiete años, cuando se fueron a Estados Unidos? Aquella foto en que las dos salimos con don Rodrigo es la única que le tomaron a Rosa de chiquita, por eso quiero tenerla. ƑMe la podrá mandar?

-Sí, claro -responde Márquez, distraído.

Lugarda se dirige a Santos:

-ƑUsté me hará el favor de recordárselo?- Se vuelve a Márquez: -Pero deveras, y que no pasen otros diecisiete años, porque a lo mejor para entonces ya no estoy en este mundo.

-No diga eso: se ve muy bien. Está igualita.

-Tanto que ni me reconoció. En cambio yo, en cuanto lo vi dije: "Ay, pero si es el licenciado Márquez, el mismo que vino la otra vez con don Rodrigo"-. Lugarda entrecierra los ojos: -ƑCómo es la vida, verdá? Volvimos a encontrarnos y en las mismas: usté en sus mítines y yo en el pueblo. Lo único distinto es que ahora le tocó a mi nietecita salir fotografiada con el candidato. Es natural que la hayan preferido: Rosa está joven.

-Y es muy inteligente. Felicítela porque habló muy bien.

-Se lo voy a decir para que le dé gusto, licenciado.

-ƑSu nieta estudia? -pregunta Márquez.

-Ya no. Tuve que sacarla de la escuela porque yo solita no puedo sembrar. Y así vamos a seguirle, mientras no se le ocurra a mi muchacha irse para Estados Unidos con sus papás.

-ƑQué, ellos no piensan volver?

-Sí, pero yo misma los desanimo. ƑA qué se regresan? La tierra está cansada y rinde muy poquito; además, ellos ya no quieren trabajar el campo.

-Bueno, pero podrían dedicarse a otra cosa.

-ƑComo a qué, licenciado? Por aquí no hay fábricas y el comercio se ha vuelto una cosita de nada porque la gente está pobre y no compra. A los tenderos hoy les fue bien porque llegaron ustedes y hubo algo de movimiento, pero Ƒmañana? A ver, dígame...

Suena un celular. Santos se aleja para contestarlo. Al cabo de una breve conferencia vuelve junto a Márquez:

-Era el candidato. Le dije que ya íbamos en camino porque le urge verte-. Mira el reloj: -Vamos colgadísimos.

-Qué pena que los haya entretenido-. Lugarda camina junto a Márquez, hacia la camioneta: -ƑEntonces...?

-El lunes tiene aquí sus fotos-. Márquez abre la portezuela: -Me dio mucho gusto verla. Y la felicito por su memoria.

-Me acuerdo de todo, hasta de lo que nos dijo don Rodrigo hace diecisiete años: "Este pueblo no se queda solo. A él me unirá siempre el amor al progreso". En la mañana, cuando habló su hijo, se me figuró que quiso decirnos lo mismo, nomás que en chiquito: "Sólo progreso"-. Lugarda suelta una carcajada: -Le aseguro que el candidato de tercera generación nos echará un discurso todavía más corto: progreso y el de la cuarta... ƑPara qué lo pienso? Ya no va a tocarme. Que tenga muy buen viaje, licenciado.

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