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México D.F. Viernes 12 de septiembre de 2003

Horacio Labastida

La expoliación mundial y la OMC

Una vez que las formas de producción capitalistas liquidaron en profundidad y amplitud el feudalismo monárquico del siglo xviii europeo y sus resistencias ilustradas, sobre todo en la primera mitad del xix, declinaría lentamente su carácter revolucionario frente al antiguo régimen para convertirse, en Occidente, en un sistema crecientemente opresivo de los pueblos.

No es, desde luego, un avasallamiento semejante al implantado por el señorío feudal y los reyes absolutos, propio de la servidumbre incubada en añosos latifundios, sino un entretejido en el que los trabajadores despojados de los medios de producción que manejaban y poseían viéronse forzados a entregar sus energías materiales e intelectuales a los nuevos dueños de los instrumentos de producción, a cambio de un precio llamado salario o sueldo.

Esta enajenación connota un intercambio del valor real de las mercancías generadas, por salarios o sueldos inferiores a tal valor, induciéndose de este modo la prosperidad de los empresarios al acumular en su capital alto porcentaje de excedentes. Y precisamente este mecanismo exhibe la esencia del capitalismo legitimado por la ideología de libertad en las operaciones económicas en todas las áreas que abarcan: libertad de trabajo, libertad de comercio, libertad industrial, libertad financiera y así sucesivamente; libertades que además estimulan los fuertes desequilibrios que sufren las sociedades capitalistas.

La libertad de trabajo implica libertad de desvalijar a quienes no tienen más recurso para vivir que su fuerza de trabajo, sean obreros, peones campesinos, burócratas o profesionales. La libertad de comercio entraña la libertad de intercambiar bienes baratos por bienes caros, según sucede en el tráfico de materias primas y productos elaborados. La libertad industrial incluye la posibilidad de que los empresarios acaudalados arrasen a los no acaudalados, y también la de someter a países subdesarrollados a elites de países prósperos. La libertad financiera, por último, acarrea una libertad peculiar de los dueños del dinero: obtener de los prestatarios individuales o nacionales réditos que en ocasiones triplican, cuadruplican y centuplican las cantidades prestadas. Es decir, la libertad ostentosamente proclamada por el capitalismo, que en principio acabó las cargas restrictivas de la vida feudal-monárquica, aislantes de pueblos y regiones dentro de círculos impenetrables entre unos y otros, fue convertida en un generalizado saqueo de gentes empobrecidas y países menesterosos en beneficio de núcleos pingües y florecientes. Los menesterosos fueron adjetivados como primitivos por los supuestamente más civilizados; luego convirtiéronse en colonias de pujantes imperios, las que despojadas de sus recursos y enseguida de conquistar la independencia fueron vistos como subdesarrollados y dependientes de los de mayor desenvolvimiento, por efecto de su sujeción económica a los centros metropolitanos del poder.

La descolonización ocurrida en el siglo xix y la metamorfosis del capitalismo competitivo en monopólico, excelentemente descrito éste por Theodore Dreiser (1871-1945) en su célebre trilogía The Financier (1912), The Titan (1914) y The Stoic (1947), fueron precedentes históricos de la imponente explosión de un capitalismo, el que viene de la última posguerra a la actualidad, que para reproducirse se ha extendido a escala planetaria, buscando por todos los medios, incluida la bestialidad militar, plusvalías que apuntalen la acumulación de los capitales. Obvio es que sin ganancias el capitalismo moriría, y todas las crisis han sido caída de utilidades y recuperación de éstas sin importar por supuesto el sacrificio de la cultura por la barbarie.

Como ejemplo de esta descomunal monopolización transcribimos enseguida datos mostrados por el economista cubano Luis Suárez Salazar en sus reflexiones sobre la globalización. "En la actualidad las cien megacorporaciones más importantes (fuera del sector bancario) poseen 3 mil 400 millones de dólares en activos. Esto es, un sexto del valor estimado del conjunto de todos los activos del mundo", situación que instituciones internacionales como la Organización Mundial de Comercio (OMC) defienden a toda costa con el fin de oxigenar el supercapitalismo de nuestro tiempo.

ƑPor qué la OMC, sucesora del GATT desde el 1Ɔ de enero de 1995, se comporta de esa manera? La respuesta es casi innecesaria. En primer lugar los representantes de los gobiernos que la forman lo son de autoridades que no reflejan la voluntad de los pueblos, porque han alcanzado el poder en forma fraudulenta por la vía de elecciones corrompidas o golpes de Estado, o sea que en mayoría aplastante los miembros integrantes nada tienen que ver con los deseos y aspiraciones de la ciudadanía mundial. Por el contrario, los gobiernos que la crearon y la animan reflejan en sus decisiones políticas intereses de las empresas multinacionales cobijadas en la triada del poder mundial: Estados Unidos, Unión Europea y Japón.

Salta a la vista la razón subterránea que impide a la OMC y a sus congéneres, FMI y BM, entre otros, adoptar acuerdos que favorezcan a las naciones y sus pueblos. Hacerlo significaría romper en añicos el supercapitalismo dueño de vidas y haciendas. No lo olvidemos: la OMC, alojada desde el pasado miércoles 10 en Cancún, es un instrumento de explotación mundial.

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